SOLVE ET COAGULA.

    Cuando comencé este Blog, hace ya más de tres años, me propuse ser un observador de lo que pasa en el mundo e intentar contarlo a mi forma y a mi modo, según lo sintiera en cada momento.  Hoy me siento obligado a reflexionar sobre lo que ocurre en mi casa, en mi tierra, o como está de moda decir, en mi territorio.  España muere lentamente desde hace tiempo, y ante la complacencia de unos que trabajan activamente para su desintegración y la pasividad de otros que miran hacia otro lado ante cada ataque y ofensa. O incluso como mucho protestan levemente, siempre de manera moderada y educada, no sea que los enemigos de España se enfaden. Así nos va. Así nos ha ido hasta ahora a los que defendemos determinadas posiciones de unidad y consistencia de un proyecto común, construido hace siglos y hoy agonizante.

      El proceso de la desintegración de la España actual comenzó con la tan alabada Constitución de 1978, que jugó con ambigüedades sobre nacionalidades y regiones y que, para contentar a unos pocos, creó esos engendros llamados comunidades autónomas, que por supuesto no contentaron a los separatistas y que han creado unas nuevas estructuras de administración caras y disgregantes. También han tenido efectos positivos, no cabe duda, pero no han servido para el fin esencial para el que fueron diseñadas, que no era otro que el de encajar dentro de España a determinadas regiones díscolas e insolidarias con las demás.

    Bien se ha visto que a estas regiones, sobre todo Vascongadas y Cataluña, pero también Navarra y Galicia en menor medida, el sistema autonómico sólo les ha servido para tener unas estructuras propias de poder desde las cuales han trabajado consciente y deliberadamente para conseguir la separación del Reino de España y para crear unos nuevos estados separados basados en unas inexistentes naciones, que a fuerza de fomentarlas van a llegar a existir. Este proyecto se ha visto claramente, pero nunca se le ha puesto freno desde el resto de España, sino que por el contrario se ha facilitado, dando cada vez más recursos económicos a estas regiones desleales.

    Realmente en este proceso los verdaderos culpables no son los partidos nacionalistas, separatistas o independentistas, que no han hecho sino aquello que les es propio a su naturaleza. Los verdaderos culpables de este proceso imparable desde que murió Franco han sido el resto de los partidos de ámbito nacional, que en los casos más veniales han consentido este imparable proceso a cambio de unas migajas de poder. Y en el caso menos entendible y perdonable, como el del llamado Partido Socialista Obrero Español, ha trabajado de manera deliberada en este proceso de desintegración.

     Algo que nunca he acabado de entender es la identificación que en este país se ha hecho de nacionalismo y progresismo, o que es lo mismo independentismos e izquierda. Es como si para ser de izquierdas y progresista fuera imprescindible odiar a España como nación. Quizás se trate de que la mera idea de España sea un concepto conservador, y que su existencia evoca ideas o proyectos que son repudiados por el progresismo. Y si esto es así, como lo creo, me lleva a pensar que realmente España es un concepto molesto para muchos y que la izquierda sólo puede sentirse bien si la destroza como nación y con ella las ideas parece encarnar.

       Es una cuestión a reflexionar. Quizás nos empeñemos en pensar que somos una nación como cualquier otra que la respetan todos sus ciudadanos, cualquiera que sea su ideología, es decir como Francia, Portugal o Italia, por no irnos más lejos. Pero en España, para los partidarios de las ideas llamadas progresistas no es así. En su fuero interno y creo que no de una manera totalmente consciente, identifican progreso con la desmembración de España, hasta el punto que llegan a apoyar a casposas oligarquías locales de caciques ostensiblemente derechosos (según su visión) cuyo único mérito es querer destruir a la nación española. Aunque sean de derechas, defiendan oligarquías, caciquismos, privilegios y desigualdades, el ser independentistas les hace respetables. Así ocurre en Cataluña. En el País Vasco es todavía peor, ya que la izquierda se siente feliz en compañía de partidos que defienden un racismo biológico y violento, y que coquetearon con el nazismo auténtico.

     Para comprender esta contradicción sólo hay que asumir el hecho de que lo progresista es destruir España.  ¿Pero, por qué es progresista destruir España? La respuesta sólo puede ser que España, como unidad, implica valores que se denuestan, representa ideas peligrosas para el dogma del progreso. Para la izquierda destruir esta nación es un objetivo a conseguir para lograr sus objetivos. Pero esto, como hemos visto no ocurre con otras naciones, sólo ocurre en España. Luego lo progresista no es destruir las naciones en general, (de hecho, los disgregadores son nacionalistas de su terruño), sino que es destruir la nación española.

     Esto nos debe hacer pensar qué es lo que es tan molesto y fastidioso en España para la izquierda. Algunos lo simplifican indicando que ven en la nación española residuos o manifestaciones del franquismo. Yo creo que esto es sólo una excusa de la izquierda para ocultar la verdadera razón de su odio congénito a España. Es cierto que durante el franquismo se reivindicó la grandeza pasada de esta nación, pero eso no convierte al Cid o a Hernán Cortés en franquistas. Si la izquierda quisiera podría reivindicar también ese pasado, pero no quiere. Y si no quiere es porque lo que le molesta no es el franquismo, sino la historia en sí, el pasado que generó el nacimiento de la nación española. Y tienen miedo que esa fuerza poderosa que fraguó nuestra nación, pueda volver a rebrotar.

     La verdadera esencia de España es la lucha contra el Islam durante ocho siglos, que forjaron una idiosincrasia especial que cristalizó en la misión  de llevar la civilización cristiana a tierras entonces desconocidas y que generaron un proyecto civilizador, con sus luces  y sombras, pero sin demasiados precedentes en la historia conocida. Este proyecto fue constantemente asediado por algunos otros países europeos que con encono lo acosaron y derribaron, hasta que fue finalmente destruido, totalmente derrotado.

        Los vencedores del imperio español impusieron un modo de colonización deshumanizado y materialista, frente al modelo más humano e integrador que se defendía desde la corona española. Luego vino la leyenda negra con la que nos acusaron de hacer todo lo que acabaron realmente haciendo los fautores de la misma. Y todo ello defendido, y sustentado ideológicamente por las ideas iluministas de la Ilustración, con sus diferentes tentáculos, por ejemplo, la masonería anglosajona conspirando para la independencia de los países hispanoamericanos y trabajando para su interesada disgregación entre ellos. Para estas ideologías España representaba en aquel momento todo lo que querían combatir, nos tachaban de retrógrados, frailunos y enemigos de la libertad, frente a los que imponían la igualdad y fraternidad, aunque fuera a golpe de guillotina. Para el triunfo del proyecto iluminista y materialista en el mundo,  antagónico al defendido por España, fue esencial derrotar al único poder que no seguía sus consignas.

     La izquierda actual es heredera de aquellos que combatieron a España durante siglos. Y por ello asume todas las consignas que vienen de aquellos tiempos. España es el enemigo a destruir por representar su mera existencia la oposición más frontal que ha existido a ese proyecto histórico que hoy se autodenomina progresismo, y que ha desembocado en el actual globalismo, y que es la continuación directa de los que derrotaron al proyecto español en América.

      De manera que la izquierda española es un caballo de Troya que tenemos dentro de nuestros muros y que trabaja para la total demolición de nuestra nación. Se trata de no dejar nada de ella, de hacerla pedacitos hasta que sea totalmente irreconocible. Si primero fueron la Nueva España y Nueva Granada, después Cuba y Filipinas, ahora toca Cataluña y Vascongadas, luego será Galicia y Canarias, y así hasta que no quede absolutamente nada.

    Quizás tenga que ser así, y oponerse a ello es solo un gesto de melancolía, de intentar mantener en pie lo que está muerto. La izquierda tiene un proyecto claro que es destruir aquello que odia y considera su enemigo. La derecha obviamente se resiste, pero como mera reacción, como un ejercicio de costumbre y de nostalgia, como un conservadurismo sin demasiada sustancia. Y por ello es más fácil que triunfen los primeros, y ello será así mientras no exista un proyecto que haga viable a España como destino, como proyecto o como misión. Por ello es esencial centrarse en lo que significa España, como portadora de una misión, cumplidora de un destino. 

     Si somos capaces algunos españoles de comprender lo que quiso hacer España y recuperar ese proyecto de civilización alternativa a la despiadada modernidad globalizadora de origen anglosajón, si convencemos a nuestros hermanos de América que nunca debimos separarnos y que debemos caminar juntos, si conseguimos una ilusión de futuro para nuestros hijos, España renacería de sus pedazos como un ave fénix. Quizás para ello deba desgajarse del todo para comenzar una nueva unidad que no descanse en el pasado sino en el futuro, en un proyecto común.  Algo así como el principio alquímico de “solve et coagula

UNA DE MARCIANOS

 Soy de una generación que creció en su niñez y adolescencia con los extraterrestres. No es que viera nunca uno de ellos, pero sí que estaba profundamente interesado en todo el fenómeno OVNI. Era un acrítico creyente de su presencia entre nosotros, aunque careciera de cualquier prueba directa, lo cual siempre achacaba a la existencia de una enorme conspiración de silencio diseñada por la CIA y todos los gobiernos del mundo que querían ocultar cuidadosamente todas las pruebas, que sin duda debían de tener, sobre esta existencia de seres de otros planetas.

  Yo, como tantos de mi generación, seguía los programas radiofónicos y televisivos sobre los OVNIS, e incluso llegué a pasar noches enteras mirando al cielo en busca de avistamientos. Escuchaba una y otra vez con enorme interés las historias de lo sucedido en Roswell. Soy de los que estaba profundamente interesado en el planeta UMMO y los ummitas, que siendo seres más o menos humanos, aunque con un cierto aspecto estrafalario, caminaban entre nosotros en nuestra vida cotidiana. Leí con avidez un libro de un tal Siracusa que afirmaba estar en contacto continuo con seres de otros planetas. Y pasé tardes enteras de verano empapándome de las teorías de Erich Von Daniken sobre las interpretaciones de la Biblia y de otras tradiciones como una revelación de culturas extraterrestres que nosotros hasta ese momento ingenuamente imputábamos nuestro Dios o a dioses de otros panteones, y que explicaban las culturas precolombinas y las del antiguo Egipto, y a quienes les transmitieron por conductos separados la manía de construir pirámides para fines poco claros de navegaciones interplanetarias. Como resumen diría que en mi infancia y primera adolescencia era algo común la creencia casi ciega en la realidad extratrerrestre.

  El tiempo fue diluyendo todo aquello. Poco a poco fue para mí perdiendo importancia en mi vida, hasta el punto de caer casi en el olvido. Y ello a pesar de haber visto algún fenómeno extraño o de difícil explicación para mí. Uno de ellos fue la visión de un extraño objeto circular en el cielo, como un disco con luz propia, una tarde que viajaba de Madrid a Bilbao en tren, y que permanecía estático o navegaba lentamente al ritmo aparente la marcha. Puede que tuviera una explicación razonable, pero para mí fue sin duda un objeto volador no identificado. La segunda experiencia ha sido más reciente, apenas hace unos meses, cuando en pleno centro de Madrid, miré por azar a un último piso de un edificio que estaba al otro lado de una céntrica plaza en la que yo estaba, y a través de unos enormes ventanales, observé con claridad cómo se paseaba con naturalidad un ser de carácter no identificable para mí, algo así como un humanoide, de una altura de un metro o metro y medio, con unos largos brazos que casi le llegaban al suelo, iba erguido como no lo estaría un simio y que durante más de cinco minutos se estuvo exhibiendo con indiferencia hasta que alguien, ese sí claramente humano corrió unas cortinas que me impidió seguir con la visión. Evidentemente no es una prueba de nada, y las explicaciones de esa visión pueden ser muchas, desde un holograma a un robot, o incluso que sufriera una alucinación creada por mi mente, eso sí, sin ayuda al menos consciente de sustancia alguna.

 Al margen de estas experiencias personales, que hace cuarenta años me habrían fascinado, pero que hoy en día me resultan simplemente curiosas, observo a mi alrededor en los últimos tiempos una tendencia contraria a la que antes explicaba. Es decir que los poderes que antes eran acusados de ocultar siniestramente cualquier indicio sobre los extraterrestres, ahora parece que disfrutan fomentando la creencia en su existencia.    Así no hace demasiado que en el Congreso de Estados Unidos un ex oficial del Pentágono denunció bajo juramento que el gobierno estadounidense oculta evidencias sobre naves y restos biológicos de origen «no humano». El gobierno americano ni afirma ni niega. Pero al no desmentir categóricamente, de una manera más o menos implícita acepta la veracidad de esos testimonios . Poco tiempo después en México el gobierno de dicho país presentó dos extraterrestres momificados, que al parecer tenían desde hace mucho tiempo conservados y ocultados.

       Un miembro de la gentry americana, Christopher Mellon (nieto del fundador de la Gulf Oil) , que fue un altísimo cargo de la inteligencia de USA con Clinton y Bush, ha afirmado que su país tiene tecnología de origen no terrestre obtenida de programas espaciales de otras civilizaciones. Y al parecer defiende la aprobación de una ley para que los testigos de avistamientos puedan hablar libremente sin ser ridiculizados.  Y estas cosas dichas por un miembro de la inteligencia del país más poderoso del planeta no son gratuitas. 

     Hay más casos de noticias oficiales u oficiosas de gobiernos y poderes más o menos “serios”, que de pronto aceptan la existencia de seres extratrerrestres entre nosotros. Se ha pasado del negacionismo total y de la ridiculización de quien así pensara, a determinados actos que tienden a dar seriedad y credibilidad a los testimonios antes negados con rotundidad.

   A mí en realidad no me interesa demasiado el tema extraterrestre, encuentro pocas explicaciones a la vida terrestre, como para perderme en conjeturas sobre lo que hay o no hay en otros planetas u otras dimensiones. Pero sí me interesa o me intriga ese cambio de criterio, ese cambio de rumbo en las verdades oficiales que nos gobiernan y que con sutileza moldean nuestras mentalidades. Lo que era negación absoluta hoy es más bien una aceptación tácita y una admisión poco a poco de esa realidad. Y lo que me pregunto es qué hay realmente detrás de ese cambio.

   Puede haber varias hipótesis sobre este cambio de criterio. La especialista en conspiranoia Cristina Martín Jiménez, quiere ver en esto, una búsqueda de la inmortalidad que persiguen las élites y personas como Jeff Bezos que está al parecer obsesionado por este tema y que según ella esperan encontrar la eterna juventud con la ayuda esos seres que nos visitan a los mortales terráqueos. Quizás relacionado con esto hace poco una vicepresidente del gobierno de España, de escasas luces y enorme ambición, sugería que los superpoderosos tienen un plan para huir de la tierra e irse a vivir a otro planeta, dejando al nuestro abandonado a su suerte y en las garras de la maldades de los desastres provocados por el feroz capitalismo, que ahora les financia sus proyectos interplanetarios. Quizás en esta escapada busquen la ayuda de seres de otras galaxias.

    No me acaban de convencer estas teorías, que me parecen un poco disparatadas. Puede que le busque tres pies al gato y que la creencia en extraterrestres sea únicamente una búsqueda extraña de una transcendencia que ya no aporta la religión y que sólo sea un síntoma más de aquello de que, como dijo Chesterton quien deja de creer en Dios puede llegar a creer en cualquier cosa. Pero, como diría un castizo, a mí me da en la nariz, que los tiros van por otro lado. Me malicio que están creando el caldo de cultivo necesario para presentarnos cuando sea el momento, y cuando sea necesario, un nuevo instrumento de manejo de la sociedad. Si primero han usado un virus para manejar a su antojo a la humanidad, después vendrá un ataque extraterrestre, una invasión al modo de la Guerra de los Mundos que ya ideó el socialista fabiano H.G. Wells, hace más de un siglo.

      Uno que ya va siendo perro viejo, empieza a desconfiar de casi todo. Y es por ello que ya me veo nuevamente confinado en mi casa o tal vez trasladado a otra ciudad, o puede que teniendo que hacer cualquier actividad que no soy capaz ni de imaginar, para  defender a mi planeta de un ataque supuesto o figurado de unos malísimos marcianos, cuya realidad no podremos discutir, ya que de hacerlo seremos tachados de negacionistas y conspiranoicos.

       Con los medios de comunicación y control de la información que existe pueden convencernos de que la tierra es víctima de una invasión exterior y me apuesto que la mayoría de la humanidad lo aceptaría acríticamente, como lo ha hecho últimamente con otras falacias parecidas.  Y ante un ataque global y exterior de la tierra, todas las naciones y los pueblos suspirarán por un mando único y global para todo el planeta que ponga orden en la defensa general planetaria. Reconozco que esta idea que se me ha instalado en la cabeza es un poco descabellada. Espero estar equivocado. Pero después de la pandemia del año 2020, y lo que tuvimos que vivir y padecer, ya nada me parece imposible.

 

NO SALGO DE MI ASOMBRO.

No salgo de mi asombro. Leo y releo la última encíclica que ha depuesto nuestro Santo Padre. No salgo de mi asombro. Leo y releo la encíclica, o la exhortación apostólica, o lo que quiera que sea el documento denominado “Laudate Deum”, (en cristiano moderno «Alabado sea el Señor») publicado en el día de San Francisco de Asís del annus domini MMXXIII.

        No salgo de mi asombro. Ahora resulta que el Obispo de Roma, sabe de datos científicos y nos los pregona como un dogma de fe. De esa fe que le falta o que al menos oculta, no vaya a pensar alguien que sigue creyendo en cosas tan desfasadas como la Divina Providencia.

         No salgo de mi asombro. O sí, para sentir vergüenza ajena. Me da verdadero rubor leer la sarta de lugares comunes de la dictadura climática expuestos por un amateur de la ciencia, que ni siquiera los expone excesivamente bien. Cuando oigo hablar de ciencia a un Papa, no puedo menos que recordar las censuras de sus antecesores a Galileo por defender determinadas teorías que el tiempo acabo confirmando. Y que llevó a la Iglesia a pedir perdón por la condena injusta que le impuso. Pero parece que no ha aprendido de los errores y sigue tropezando en la misma piedra.   No sería extraño que las teorías y datos sobre el calentamiento del planeta que expone urbi et orbi el sumo pontífice, acaben siendo refutados por otros más precisos, lo que es frecuente en la ciencia. Si esto ocurriera la infalibilidad papal va a quedar por los suelos y su apostólica autoridad va a quedar más o menos como Cagancho en Almagro, es decir fatal.

     Yo creía que el jesuita argentino era un cura venido a más y resulta que es un científico venido a menos, que desbarra como cualquier opinador y tertuliano, llevando al Magisterio de la Iglesia, tan respetado hasta lo presente por mí, a la altura y seriedad del horóscopo de la revista “Pronto”.

      No salgo de mi asombro. No puedo menos que asombrarme de que un cura hable de todo menos de su religión. Que pierda su tiempo en convertir una encíclica en un panfleto de divulgación seudocientífica.  En la exhortación papal, de los 73 puntos que contiene no se menciona la palabra Dios, hasta el punto 60. A Jesús se le menciona solamente 3 veces.   A Nuestra Señora, la Virgen María, el Espíritu Santo, los Arcángeles o los santos (salvo al mismo que le da nombre, que lo cita en el comienzo), ni se les menciona. El término Climático aparece 19 veces y otras tanto crisis climática o clima. Y hasta 14 veces hay referencias a las COP (Conferencias climáticas). 

     No salgo de mi asombro.  El largo escrito es, en mi modesta opinión de pecador, infumable. Acoge como ciertos todos los tópicos al uso de los calentólogos más fanáticos, defendiendo el calentamiento antrópico con ardor y llegando a insultar a quienes lo discutimos, siendo cualquier crítica según su criterio “opiniones despectivas y poco racionales”. Es el origen, sin duda alguna, de la aparición de un nuevo pecado, y al parecer de los gordos, que no es otro que el negacionismo climático. Mañana mismo me confieso.

     No encuentro nada que pueda salvar las opiniones papales. Es un paradigma del naturalismo que su antecesor León XIII condenó como enemigo acérrimo de la Iglesia en su encíclica “Humanun Genus”, donde advertía de que los enemigos de Orden Cristiano estaban ya por aquel entonces imponiendo “ a su arbitrio,  otro orden nuevo con fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo”. Ese naturalismo que habría de imponer una nueva moral atea, y que parte de que la naturaleza humana y la razón natural del hombre han de ser en todo maestras y soberanas absolutas. ”Establecido este principio, los naturalistas, o descuidan los deberes para con Dios, o tienen de éstos un falso concepto impreciso y desviado. Niegan toda revelación divina. No admiten dogma religioso alguno. No aceptan verdad alguna que no pueda ser alcanzada por la razón humana”. León XIII, parecía describir con ciento cincuenta años de antelación a su sucesor actual en la Cátedra de Pedro. Francisco está impregnado de ese naturalismo que considera que la razón debe salvar la naturaleza y el planeta tierra,  que solo corrigiendo la conducta humana con una nueva ética de la razón se puede cambiar el rumbo de su destrucción. En este proceso Dios no aparece por ningún lado. Ha sido borrado del mapa.

      De lo que más me ha asombrado de la exhortación papal,  es cuando Francisco justifica el vandalismo de los grupos activistas climáticos que están cercanos al terrorismo. Así habla de “las acciones de grupos que son criticados como “radicalizados”. Pero en realidad ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana “presión”.  De ello deduce que la Iglesia que dirige Francisco, ya no considera venerables a los que mueren por defender a la fe. Los nuevos mártires son los grupos que se encadenan y pintarrajean cuadros del Museo del Prado. Desalojen ya sin tardar de las iglesias las estatuas de San Isidro, de Santiago y de San Roque, que los anaqueles de los retablos deben ser ocupados por Al Gore, Leonardo di Caprio y por supuesto Greta.  Queda ya muy poco para subir a los altares a Greta Thunberg. A lo mejor no esperan ni a que se muera. Para qué esperar si ya no creemos en la vida eterna

      Con todo, lo más grave de tan execrable escrito no son sus opiniones científicas y de difusión de una nueva moralina medioambiental que sin duda viene a suplir el desfasado y excesivo puritanismo sexual que tanto gustó a la Iglesia en el pasado. Lo más grave es la conclusión a la que llega de que para conseguir detener el cambio climático, (pero también otros fines que coinciden sospechosamente con los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030), es imprescindible que alguien ponga orden y consiga acallar a todos los disidentes, pecadores, negacionistas y demás ralea. Y para ello no basta con una nueva censura eclesiástica, ni siquiera la recuperación de la Inquisición. Para ello, según Francisco, es preciso que exista sobre la tierra un poder único y total que con mano de hierro haga entrar en razón a los que todavía dudamos de dichos dogmas. Así, aboga por la implantación de (y copio literalmente) “organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, ….. La cuestión es que deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda “asegurar” el cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables “.   La nueva misión de la Iglesia en la tierra es ungir un poder temporal global que nos pastoree con mano firme y que tenga autoridad real para imponer su voluntad. Su propósito y objetivo no es luchar por el Reino de Cristo, sino la implantación de una Dictadura global y terráquea de corte naturalista y laica. ¿Será que nuestro Papa ya no sirve a Cristo Rey, sino a la bestia sentada en el trono mundial?  ¿No recuerda esto demasiado al Apocalipsis?

       No salgo de mi asombro. No puedo estar más triste. Yo creía que un sacerdote que considera que en la tierra hay injusticia, nos debería exhortar a rezar y pedir a Dios por la salvación del mundo y de nuestras almas. Yo como católico no puedo sentir más desamparo y desazón.  En qué recodo del camino se quedaron la fe, la esperanza, la caridad, el amor, la oración, la devoción y la realización espiritual del hombre. A este señor no le interesa nada de eso, no le interesa salvar almas, solo salvar el planeta y que haga más fresquito.

RESISTIRÉ… (pero sin el Dúo Dinámico)

 

 En una  reciente entrevista televisiva, el escritor y polemista Arturo Pérez Reverte afirmó que el mundo que conocemos y en el que estamos viviendo se está acabando. Asimismo afirmó que no tiene solución, pero que lo que sí tenemos es la opción de elegir la manera de acabar, o bien terminar pataleando y resistiéndonos, o bien aceptar el fin con naturalidad. Consideraba que la opción correcta era la segunda y al efecto proponía educar para que nuestros niños y también los mayores asuman y acepten un ocaso sereno y digno.

   Realmente se refería a que nuestro mundo está acosado por el empuje de las fuerzas mundiales emergentes, tales como el Islam, las migraciones africanas y la enorme fuerza de China y otros frentes exteriores que nos acosan y nos acabarán destruyendo. Frente a ellos, en su opinión, no tenemos nada que hacer los países occidentales, profundamente debilitados y delicuescentes. Y en esto puede que tenga razón.

    No se refería este escritor sin embargo a otros ataques a nuestra forma de vida, que no vienen de potencias extranjeras, sino de fuerzas disolventes que tenemos en nuestro interior. Ignoraba, no sé si consciente o inconscientemente, a las ideologías que como una plaga se extienden por nuestra sociedad, alentadas no por otros países sino por fuerzas políticas instrumentadas por grandes magnates y poderes financieros. No tiene un nombre preciso este enemigo, ni una cabeza visible, aunque sí muchos tentáculos menores que nos aguijonean.

      Lo cierto es que la persistencia de estas fuerzas internas que dominan a los países y sociedades occidentales son una de las claves de  nuestra debilidad exterior frente a esas otras potencias. La  forma de vida y valores que propugna  la ideología dominante en España y en toda Europa, nos hacen más débiles cada día.   Y no de una manera indirecta sino de una forma esencial, ya que lo que se defiende desde esos postulados es la existencia de un ser humano sumiso, pasivo y bastante atrabiliario, que cree vivir en un parque de atracciones donde nada puede hacerle infeliz. Un tipo humano sometido a una especie de ensoñación en la que juega a salvar el planeta si deja de generar humo, en la que cree que por vivir en unos países que se entretuvieron en pintar cuadros y componer sinfonías, en los que se construyeron palacios y catedrales, no puede ser atacado por la realidad. 

    Esta posición no es otra cosa que una suerte de pensamiento mágico conforme al cual por mantener actitudes éticas según nuestro criterio vamos a triunfar, y que se alimenta de una superstición basada en que necesariamente ganaremos porque somos los buenos, los más guays del planeta, los que tenemos mejores sentimientos, y las intenciones más elevadas. Eso sí, siempre que respetemos y veneremos a todos los santones e ídolos del panteón de la progresía. Pero a pesar de la confortabilidad en la que nos mantiene sumidos, esta burbuja en la que vivimos encerrados, no nos protege de la insensibilidad y barbarie de quienes no comparten nuestra visión del mundo. De nada nos va a valer la técnica del avestruz.

 Con nuestra superioridad moral impostada estamos inermes ante la dependencia económica y energética de terceros, ante invasiones migratorias, ante ataques informáticos, y tampoco estamos protegidos de los misiles y de los ejércitos que se mueven por el tablero de risk mundial. En suma, estamos indefensos, pero además estamos confiados en nuestra invulnerabilidad e ignorantes de todo lo que se nos puede venir encima.

     Y aquí es donde vuelvo a la opinión inicial del autor de “Alatriste”. Lo que nos propone es que frente a esas invasiones y ataques nos quedemos aceptando serenamente nuestro destino y sin oponer resistencia. Si se tratara de una violación, este escritor lo que recomendaría a la violada es aquello de “relájate y disfruta”. No vale la pena oponer resistencia ante la inevitabilidad del mal. Pero yo no puedo estar más en desacuerdo.

       Esta posición de relajación ante lo supuestamente inevitable es una actitud cobarde, claudicante y complaciente con los poderes a los que supuestamente critica. En mi opinión la única opción éticamente admisible es oponerse con todas las fuerzas posibles a la dominación por nuestros enemigos. Luchar y resistir hasta donde sea posible. Entiéndase por tales enemigos a China, a Estados Unidos, a los países Islámicos, y a todo aquel que se quiera plantear que tiene derecho a dominarnos y a imponernos otra forma de vida para satisfacer sus intereses. Y en realidad quiero dejar claro que a mí me da lo mismo cómo esos países quieran vivir y las costumbres que quieran mantener. Es su problema y creo que hay que respetarles, siempre y hasta el momento en que pretendan inmiscuirse en mis asuntos. Si me opongo a ellos es por que quieren acabar con mi cultura y mi forma de vida. Y por ello también me opongo con igual virulencia a aquellos otros que desde dentro tienen idéntica finalidad.

     En mi opinión la única forma de defenderse es obtener el respeto de esas potencias y para ello lo que hay que hacer de manera inmediata es liberarnos de las ideologías disolventes de nuestra cultura y modo de vida. Escaparnos de estos planes de laboratorio que han diseñado a las generaciones de jóvenes más pusilánimes y atolondrados, que creen que todo se arreglará si somos respetuosos con la diversidad sexual, si suprimimos las ventosidades de las vacas, eliminamos los plásticos y vamos todos en patinete eléctrico. No digo que estén mal estas cosas, digo que no pueden ser un fin en sí mismo.

   Estoy convencido de que lo verdaderamente importante es tener fuerza para defendernos, fuerza interior, es decir convicciones de que queremos mantener una forma de vida, y fuerza exterior, es decir ejércitos y armas y valor para emplearlas para hacer valer nuestra soberanía real. Recuperar la energía perdida y que nos hizo ser una civilización de la que podríamos sentirnos orgullosos. Si seguimos instalados en la debilidad física y mental ocurrirá previsiblemente que seremos arrasados, no podremos seguramente ya vivir en la forma que queremos.

Pero lo que sí parece seguro es que también serán arrasadas todas las melindrosidades de los meapilas del calentamiento global, de los apologetas del veganismo, de las falsedades de las ideologías de género, de los animalistas talibanes y tantas cosas por el estilo. Es una curiosa paradoja, la deriva de la cultura de los países occidentales nos hace más odiosos a los ojos de nuestros enemigos y nos hace vulnerables frente a ellos, y puede que esa debilidad sea la causa de la destrucción de la ideología que nos debilita y nos haga recuperar nuestra esencia, liberándonos de las artificiosidades y devaneos de la ideología woke. A lo mejor con una bofetada de la realidad algún día despertamos de esta ensoñación.

TU UTOPÍA ES MI PESADILLA

       En los últimos días el gobierno que preside el trapacero presidente del que me niego a mencionar el nombre ni el apellido que comparte con muchos españoles, alguno de ellos muy querido por mí, tiene como principal misión de su acción política la defensa y ejecución de la llamada  “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.

           La palabra “agenda” es en realidad el participio futuro del verbo agere y podría traducirse del latín como las “cosas que han de ser llevadas a cabo”. Conforme a ello la agenda 2030, es el plan concreto que determinados poderes, bajo el amparo de la ONU,  han diseñado para llevarse a cabo desde que comenzó hasta el año 2030. Para ello se han marcado 17 objetivos, que llaman Objetivos de Desarrollo Sostenible, que comprenden un concienzudo plan de transformación de la sociedad a nivel global y que es asumido de manera transversal por casi todos los poderes fácticos mundiales que obedecen a la Bestia. Desde los poderes financieros como Bancos, multinacionales, Ong, Organismos supranacionales, hasta los partidos políticos de todo, o mejor dicho casi todo, el espectro político, trabajan para esta agenda. En España desde la derecha de siempre, a la izquierda de toda la vida, pasando por el centro  y las nuevas izquierdas, tienen en su programa en mayor o menor medida el desarrollo de la agenda 2030. Muy pocos se atreven a disentir y a rechazar este fanático y sectario plan, que se presenta en suma para sus miríadas de adeptos como la forma de hacer realidad una utopía, un plan de salvación para la humanidad.

     Si se cumplen los objetivos en el año 2030 será el comienzo de una nueva Arcadia, plena de felicidad, saliendo de las tinieblas a las que nos dicen nos han llevado el oscurantismo de la caduca civilización cristiana. No se paran a pensar que si existe una situación insostenible (en su terminología) ésta sería el fruto más bien de sus propios errores, es decir la consecuencia de la desviación iluminista producida en el mundo tradicional, la consecuencia de los siglos de la razón y las luces, de las revolución industrial, del capitalismo y del comunismo, hijos todos de la revolución francesa y la contratradición.

Nuestro presente es en realidad una distopía a la que nos han llevado los mismos que ahora nos quieren sacar de ella, vendiéndonos una utopía nueva, la Agenda 2030, la cual publicitan a todas horas y en todos los medios de comunicación. Son bastante insistentes y constantes en su machacón discurso. Pero debo confesar que recientemente me he visto sorprendido con una novedad que es una publicidad en negativo, en la cual en vez de contarnos lo maravilloso de su proyecto, nos amenazan con lo horroroso que sería el mundo sin la Agenda 2030 . Y así una campaña publicitaria patrocinada por el “Gobierno de España” (Ministerio de Asuntos sociales y Agenda 2030), obviamente con nuestro dinero, nos ha obsequiado con un anuncio en televisión que comienza con el eslogan ‘Basta de distopías. Volvamos a imaginar un futuro mejor‘. (https://www.youtube.com/watch?v=oqv_P-QU7sA)

         En el anuncio una voz en off, nos narra sobre unas imágenes futuristas en la más pura estética Blade Runner o Mad Max, el siguiente texto:  “Siempre que pensamos en el mundo del futuro, imaginamos un mundo peor ¿verdad? Un mundo tóxico, una atmósfera irrespirable, brutal e inhabitable, una sociedad desigual, injusta, represiva y cruel, una tecnología descarnada, un futuro oscuro para las próximas generaciones, pero nada está escrito todo depende de nosotros, todo depende de nosotras, y lo que somos capaces de imaginar es lo que somos capaces de hacer».

   Tengo que decir que comparto el horror por su distopía. Todo lo que dicen en el anuncio que va a ocurrir me parece horrible, y además comparto la idea de que efectivamente va a ocurrir. Pero me temo que lo que no comparto es que esta situación de caos y terror es lo que ocurrirá si no prospera la agenda 2030 y la ideología woke  que la sustenta, sino que por el contrario todo ello es lo que ocurrirá si esta maléfica agenda llega a imponerse.  Nada más cierto que lo que profetiza el anuncio de marras cuando dice  que “lo que somos capaces de imaginar es lo que somos capaces de hacer”.  Nadie en su sano juicio imagina un mundo así como un mundo querido, solo será el mundo así si alguien lo impone para sus fines. Pero en el fondo revelan que como ellos imaginan ese mundo brutal van a ser capaces de generarlo. Así de simple.

      Sí, mucho me temo que la efectiva realidad de la utopía “woke”, será un mundo tal y como lo describen en su distopía. El resultado de la aplicación de sus planes de diseño social, que llaman su agenda, será en definitiva para mí y para los que defendemos los valores tradicionales la creación de un mundo tóxico, con una atmósfera irrespirable, brutal e inhabitable. Por supuesto la sociedad será totalmente desigual, en la que por un lado estarán las élites archipoderosas  que acaparan todos los recursos y el control de la sociedad de forma represiva, cruel e inmisericorde  y por el otro lado estará la chusma, que serán (seremos), aquellos a los que el foro de Davos pronostica que no tendrán nada pero vivirán felices, considerando que ser feliz es vivir atontado y entretenido con miles de diversiones absurdas proporcionadas por las plataformas audiovisuales que moldean su mente y controlan sus posibles impulsos de rebelión. Ser feliz es ser esclavo de la triple sumisión que ofrece el sistema “sexo, drogas, rock&roll”.

     Recordemos que muchas de las distopías que ha generado la literatura presentan una sociedad dividida en la que hay unas personas integradas en el sistema y que lo viven de forma acrítica y aparentemente feliz casi siempre idiotizadas o por propaganda, control mental o por sustancias como el soma del “Mundo Feliz” de Huxley. Pero junto a ellos aparece siempre un mundo distinto de inadaptados, perseguidos, rebeldes que habitan un submundo subterráneo de suburbios, con ropa desgastada, vehículos oxidados, tugurios llenos de humo y existencias de pura supervivencia, huyendo del control y vigilancia del poder establecido y persiguiendo la libertad en los arrabales del sistema.

      Como si fueran vendedores de lunas de miel, los agentes 2030 nos ofrecen  ilusiones, felicidad y amor  en un mundo perfecto, con el aire limpio, un clima siempre amable, de gente respetuosa, educada y cordial. Pero nos ocultan la realidad y es que  su verdadero propósito es que ese mundo bonito, limpio y ordenado será sólo para unos pocos elegidos que disfrutarán plenamente del festín y tal vez también  para los sumisos con su proyecto a quienes invitan a lamer por el suelo las migajas que sobran del banquete. Y sobre todo nos ocultan que les reservan las tinieblas a los inadaptados, a los que no comulgan con su confesión, que irremisiblemente estarán condenados a vivir en un mundo tóxico, brutal e inhabitable, según dicen las palabras del anuncio antes citado.

     En suma, su distopía es que habrá un futuro oscuro para las próximas generaciones y como ya dije comparto esta afirmación. Será con toda seguridad un futuro oscuro para muchos si les dejamos seguir adelante con su obra casi diríamos alquímica modelando una nueva forma de civilización que sustituya la anterior, en la que hemos nacido y vivido gran parte de nuestra vida, una cultura nueva sin ninguna espiritualidad, sin intelectualidad, sentimentaloide,  sin otros valores más que la sensiblería salida de la factoría Disney, sin propiedad privada, sin historia reconocible, sin libertad de pensamiento, con censura de todo aquello que no les siga el juego, sin libertad de movimiento para conservar de manera extrema la naturaleza, sin familia como núcleo social de transmisión de valores, sin educación, ni aprendizaje de nada que no sean técnicas de sumisión y de proletarización y tantas otras cosas parecidas.

      El lado amable de su utopía es siniestro por vacío, huero, decadente y esclavizante. Por la deshumanización de las personas, convertidas en autómatas complacientes, en siervos encantados y felices de serlo. La cara oscura de su utopía es terrorífica por su implacable imposición del terror hacia los disidentes, que es el destino previsto para los que no bajen los ojos ante la mirada de la Bestia y desafíen su poder.

    Y es que en mi opinión no hay nada más peligroso para la humanidad que las utopías. Las utopías llevadas a la política han matado millones de personas en el pasado siglo. Pol Pot, perseguía una utopía y Mao Tse Tung y Adolf Hitler…Los ingenieros de la realidad sueñan con crear un Walden-Dos y acaban creando un gulag. El sueño de la razón produce monstruos. Hoy en día es muy generalizada entre los políticos que se autodenominan como progresistas, invocar a la utopía para justificar y orientar su labor política. Y yo cada día tengo más claro que su utopía es mi pesadilla.

EL GRAN APAGÓN

  Hace algún tiempo que no me paseo por el Acantilado. Siento que muchos de los pensamientos e ideas que cada día se pasean por mi cabeza pasan de largo sin dejar el reposo necesario para recogerlas en estas líneas que navegan por la blogosfera. El mundo se acelera de manera vertiginosa y apenas deja espacio para cazar al vuelo alguna de las sensaciones o inquietudes y transformarlas en palabras. Por todo ello tengo la sensación de que cuando quiero escribir sobre algo ya es historia y otro acontecimiento lo sepulta y le hace perder interés.

    Si en general el mundo se mueve muy deprisa, lo de este país en el que vivo  es algo cercano a la locura. Tenemos en el poder unos fanáticos transformadores de la realidad que parecen apurar los días que se han autoconcedido para cambiarlo todo. Pudiera pensarse que saben que ostentan el poder de manera interina y posiblemente ilegítima. Se saben una minoría, y lo son, pero por una extraña conjunción de fuerzas ostentan el poder. Actúan como fanáticos presos de un furor irrefrenable en una carrera de demolición de lo existente y en la creación de la nueva realidad. Nada se les escapa en cuanto a la regulación minuciosa de este nuevo orden que encaja como un guante en la desquiciada agenda 2030.

  Y cuando digo que nada se escapa a su regulación es literalmente así. En su breve estancia en el poder y con su exigua representación en el parlamento, han regulado sobre casi todo y siempre de manera parcial y sectaria. Sin tener en cuenta en nada la opinión de la otra mitad de la población. No me atrevo a hacer un catálogo de sus contrafueros y lindezas legislativas en esta carrera de llegar cuanto antes a la meta que nos espera en la tierra prometida del paraíso progre.

Precisamente estos días andan nuestros dirigentes reunidos en una de las grandes tenidas globalizadoras, que tienen lugar entre Roma y Glasgow, haciendo unos ejercicios espirituales de afirmación de la nueva religión climática, sin que falten el dolor de los pecados cometidos contra el planeta y un decidido propósito de la enmienda para salvar a la humanidad. Si no fuera porque de ello resultan consecuencias nefastas para nuestra vida cotidiana, podría ser enternecedor ver nuevamente mendigando una foto con el septuagenario yanqui, a ese señor a quien un ilustre miembro de la Real Academia acaba de calificar como personaje maquiavélico, malo, chulo, ambicioso, arrogante y cínico. Y todo ello aderezado, tal vez por ser «Jalogüín, con la visita estelar de la reencarnación en una muchacha sueca de la niña del exorcista.

    Por eso creo que ya no queda otra cosa que hacer, al igual que cuando llega un tsunami, que buscar un lugar elevado donde refugiarse, un acantilado lo suficientemente alto donde se pueda sobrevivir el tiempo que tarde en amainar la furia de los elementos. Y no queda otra que sobrevivir y esperar a que, sea dentro de dos años o dentro de veinte, se pueda recuperar el imperio de la cordura y la libertad. Eso sí, haciendo buen acopio de víveres y mantas para aguantar la que nos tienen preparada desde las cumbres del poder mundial y sin olvidarnos de las linternas y antorchas para mejor sobrellevar el gran apagón. A lo mejor acabamos suplicando por un calentamiento verdadero del planeta para no morir congelados.

       La desesperanza es enorme. Con la promesa de levantar un mundo mejor, la barbarie arrasa todos los restos de la civilización que nos habíamos procurado. Estamos en manos de unos iluminados fanáticos, miembros de la secta universal que obedece sin titubeos al Señor Oscuro de Tolkien, al Guardabosques de Jünger y que nos lleva de la mano y sin vacilar a Un Mundo Feliz, a Walden Dos, a Matrix, al que ya nos van introduciendo poco a poco a través del metaverso. Para ello es preciso forzar un gran apagón de la realidad, de la vida, de la verdad, de la memoria y de la luz, para recrearnos en una nueva dimensión donde seremos como un nuevo hombre ya expulsado para siempre del paraíso terrenal pero siendo feliz para la eternidad en un paraíso virtual.

    Reconozco que con frecuencia me siento como un ciclotímico social y paso de la negatividad más extrema  a una euforizante confianza en el futuro. Al menos conservo en los momentos más neutros el convencimiento y la determinación de que algo debe hacerse, aunque sea poco, aunque sea solamente esparcir unas palabras al viento de este triste y destartalado blog que tengo prohijado para desahogos personales y reflexiones particulares.

      Sé que muchas personas que en principio consideran que tengo razón, al menos en algunas cosas, se van dejando arrastrar por la ola, adaptando a la realidad que se moldea poco a poco a nuestro alrededor, y acomodándose al nuevo hábitat, más que nada por la pereza de enfrentarse cada día a todo y convertirse en un estigmatizado socialmente y un casposo reaccionario. Yo lucho contra eso dentro de mí cada día, es decir lucho por no aceptar acríticamente el Nuevo Orden. Por ello estas palabras son de reafirmación, de dejar dicho, aunque no sirva para mucho, que de momento no entra en mis planes claudicar.

UN CHULETÓN POCO HECHO.

 En plena campaña de fomento de la alfalfa como alimento humano iniciada por los otrora políticos comunistas y hoy agentes del globalismo, un ministro ejerciente de florero, se despachó con un alegato contra el consumo de carne natural (aclaro, carne de la de comer, no aquella que junto al demonio y el mundo, completa el trío de los enemigos del alma). Como parece que su alegato fue inoportuno tuvo que salir su superior en jefe para contrarrestar el malestar causado en los productores de material para las albóndigas, y de este modo el augusto presidente se nos apareció en carne mortal y liberado por un rato de sus gafas ray-ban de aviador, nos espetó una frase lapidaria para historia: “un chuletón poco hecho es insuperable”.

      Por un breve momento pensé que realmente hablaba de un filete de lomo o un entrecot, pero pronto caí en la cuenta de que en realidad nuestro ínclito presidente del gobierno hablaba, una vez más, de sí mismo. Para este narciso ególatra no hay nada mejor que él mismo. Y con un lapsus freudiano revelador de su ego infinito le salió del alma lo de elogiar al chuletón poco hecho.

      Creo que debo explicarme, aunque no demasiado.  Decir “Pedro Sánchez chuletón” es una tautología, un epíteto innecesario, que casi cristaliza en sinónimo, y como evidencia irrefutable de ello, me remitiré a sus andares de brazos bamboleantes mientras mira por encima del hombro al resto de los mortales. Y lo de poco hecho, en fin, creo que tampoco requiere mucha explicación. Como ya a estas alturas tampoco cabe duda de lo poco hecha que estuvo por él su tesis doctoral.

    Y demuestra nuestro chuletón que está poco hecho para ocupar el cargo que ocupa,  cada vez que lo sacas del barrio y se pasea por cualesquiera foros internacionales, donde suele hacer el ridículo de forma contumaz, aunque nunca con tanta crudeza como en los inenarrables veintinueve segundos en los que se cosió al brazo del Presidente useño para recorrer un pasillo, sin que éste le hiciera ni caso. Vamos que según hemos sabido, no llegó a saber quien era ese señor que le acompañaba, y que no conseguía quitarse de su vera. En esos escasos segundos se transmutó de chuletón en paletilla, o como mucho en filete empanado. Nada provoca tanta vergüenza ajena como observar a un chuleta de barrio en una fiesta de la alta sociedad. Y podría llegar a resultar enternecedor si no fuera porque vuelve a recuperar toda su chulería y prepotencia en cuanto regresa al barrio.

     Nuestro chuletón particular está ahora demostrando su falta de hechuras por Estados Unidos. Donde a falta de otras virtudes la prensa alaba su palmito de galán tipo latin lover y lo califican como «hot president» ¿Qué diríamos si tuviéramos una presidenta y allí donde fuera sólo se alabara su belleza? Pues según parece, nuestro narciso y poco hecho presidente, está encantado con tanta admiración hacia su persona, y que le regalen los oídos diciéndole aquello de que es la versión española de Kennedy o un sosias de superman.

Pero sorprendentemente, en este viaje internacional, no lo recibe ninguna autoridad política del país visitado, ni el Presidente de los Estados Unidos, que es de su cuerda ideológica y con el que le une una duradera amistad eterna de veintinueve segundos. Ni siquiera le recibe el alcalde de Nueva York. Por el contrario, en su agenda sí están reuniones con Blackrock,  Goldman Sachs, JP Morgan,  con Soros Fund Management, con Netflix… es decir con sus verdaderos amos, los que mueven los hilos del globalismo y controlan financiera e ideológicamente al planeta.

       A nuestro chuletón le pagamos el viaje todos los españoles, pero el dinero público debería servir para realizar un viaje en interés del estado, del pueblo o de la nación española. Pero no, la realidad es que esta tournée de nuestro divo poco hecho, pero con enorme guarnición, es para rendir pleitesía a  aquellos para los que trabaja, y que le permiten seguir chuleándonos. Hasta su vicepresidenta segunda, la comunista, le ha afeado que vaya a hacerle el rendibú a los fondos buitre, esos que luego compran a granel las viviendas de España, hurtándole la propiedad a las buenas gentes de clase media.

       Por supuesto, en su ronda americana, no puede menos que hacerle una visita a George Soros. Esa sí que es una relación de verdadero amor,  y no hay más que recordar que fue este último la primera persona que recibió en la Moncloa, nada más tomar posesión el chuletón de su cargo de Presidente. Y tampoco convendría olvidar que el mega fondo Blackrock es actualmente el mayor accionista de El País, periódico que ha vuelto con auténtica devoción al entusiasmo gubernamental.

       No quiero extenderme, pero creo que a partir de ahora, cuando pida un chuletón en un restaurante, y aunque la carne me gusta casi cruda, para evitarme evocaciones desagradables, le diré al camarero: “tráigamelo muy hecho, si es posible chamuscado, carbonizado, pulverizado “… , o mejor me pido un rabo de toro, que es más castizo.

¿EL ULTIMO EMPERADOR?

No salgo de mi asombro. La impunidad con la que se enseñorean nuestros amos empieza a ser algo obsceno. En realidad llevan muchos años exhibiendo su poder aunque casi nadie quería verlo, pero ha llegado ya a un grado en el que es imposible ocultarlo. En fechas recientes ha tenido una vez más el contubernio mundialista del Foro Económico de Davos, en el que en la tenida de este año ha tenido la atracción de la coronación del nuevo emperador, el sin par presidente chino. Y todos los líderes europeos encabezados por la presidenta alemana y el presidente francés le han rendido la oportuna pleitesía y homenaje. Para no hacerle sombra ni siquiera ha acudido este año el recién elegido presidente norteamericano.

  Quizás fuera preciso reflexionar sobre las personas que acuden a este Foro y otros saraos semejantes de los poderes fácticos globales. Habitualmente se dice que a ellos acuden los mandatarios de todo el mundo. Y lo que exige una explicación y reflexión es precisamente la palabra mandatario, que es realmente anfibológica, ya que por un lado se refiere a «los que mandan», pero también y sobre todo en el mundo jurídico, un mandatario es el que «ejecuta un mandato» por cuenta de otra persona. En este segundo sentido la institución jurídica requiere que exista un mandante, alguien que ordena lo que tiene que hacer al mandatario. Si queremos caer en una ingenuidad buenista podríamos pensar que el mandante es el pueblo. Pero esto más allá de palabrería demagógica es una pura falsedad. Los mandantes de los mandatarios mundiales son otros. ¿Pero quiénes son? Esta es una pregunta sin una respuesta clara. Los auténticos mandantes no tienen nombre conocido, se ocultan entre las sombras de su propio poder que les permite difuminarse.  Los mandantes manejan los hilos en la oscuridad y dan la cara por ellos los mandatarios, que obviamente están encantados de ser mandados, porque este mandato, les da a su vez un poder enorme, aunque visible en una mayor o menor medida.

 Pues bien, este segundo estrato del poder, es decir el poder visible, es el que nos es permitido más o menos atisbar. Y en esta esfera se está produciendo o se ha producido un relevo en los apoderados o mandatarios. Es en este plano donde ha tomado el testigo, podríamos decir el cetro, el nuevo emperador que viene de la China, que está respaldado por una gran corte de enormes poderes fácticos de orden global, tales como agentes económicos, multinacionales, Fondos de Inversión, agentes mediáticos, partidos políticos, fundaciones, y un largo etcétera.

    Primero fue la dinastía Ming, luego la dinastía Ching, a la que pertenecía el último emperador al que se le dedicó una famosa película, y que fue derrocado para instaurar lo que podríamos llamar la dinastía Mao. Este nuevo imperio está destinado a convertirse en un poder global, universal, que trasciende los límites de la conocida muralla. Se ha instaurado una especie de monarquía universal electiva al modo en el que elegían reyes los visigodos, aunque quizá no falte mucho para que también sea hereditaria, como de hecho ya ocurre en Corea del Norte.

    Resulta humillante que no nos dé vergüenza como europeos reírle las gracias a ese señor que sólo ha venido a decirnos en nuestra casa europea cuánto poder tiene y cuánto respeto le debemos. Nos preciamos de demócratas y demonizamos a los países que tienen regímenes dictatoriales, o tal vez eso era antes. ¿Algún noticiario del planeta ha abierto alguna vez sus portadas con los resultados de las elecciones en China? ¿alguien sabe cómo se elige el alcalde de Pekín? No hace ni dos días que China ha respaldado el reciente golpe de estado militar en Birmania (Myanmar) derrocando al gobierno recién elegido por unas elecciones. ¿Dónde están los adalides de la democracia mundial condenando la intromisión en un país extranjero? China ha bloqueado la condena del golpe por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin solución de continuidad hemos pasado del imperialismo yankee al imperialismo chino. Hay que aceptarlo como una realidad. Pero al mismo tiempo echo de menos que los que pasaron media vida con el “yankees go home” como bandera, no cambien el slogan por el que procedería ahora de “chinese go home” (lo siento no sé escribirlo en su propio idioma, pero creo que el inglés lo entienden bien). No, eso ni hablar, es xenofobia, y que quede claro que me estoy refiriendo siempre al estado chino, a su organización política y a quienes la sustentan, no a los ciudadanos chinos que viven y trabajan en mi país y que probablemente la mayoría son tan víctimas de la situación como los españoles. La realidad es que toda la progresía occidental venera todo lo que viene de la China. Al fin y al cabo, son comunistas como ellos. Y encima carecen de complejo alguno para exhibir su enorme poder económico, su escandalosa vida de lujo y derroche. La sociedad china actual tiene lo peor del comunismo, que es la degradación moral y devastación cultural del hombre, fruto de la terrorífica revolución cultural, y lo peor del capitalismo, como es el ansía por el consumismo más desaforado.  Pues este es nuestro nuevo modelo, el “chinese way of life”, que es el que nos tienen preparado como ideal de vida. Seremos súbditos aculturizados de un imperio en el que sólo se nos permite ser consumidores pacíficos y sumisos. Sólo persiguen nuestra sumisión total.

ADIOS PRESIDENTE (I)

     ¡Quién me lo iba a decir!. Que yo acabara despidiendo con nostalgia a un presidente de los Estados Unidos de América. Nunca me interesó demasiado la política useña. Y por ello cuando Donald Trump fue elegido como Presidente, lo percibí según me lo quisieron presentar, y fui uno más a quien su elección le pareció un estrafalario y casposo ejemplo de una América descerebrada e inculta, que imponía a un presidente zafio como reflejo de la propia incultura general de la masa. Así nos lo presentaron todos los medios de comunicación españoles, algo así como si los americanos hubieran elegido por presidente a un espantapájaros, y lo hubieran hecho para humillar a la superprogre Hillary, ejemplo de la modernidad y la “bienpensancia” concienciada. El tiempo poco a poco me ha ido sacando de ese error, hasta llegar a sentir nostalgia ante su inminente adiós.

        Hilaria era la buena, la amiga del pueblo americano y por extensión de todo el planeta civilizado «comme il faut«. La elegida por todo el capital internacional que actualmente domina la realidad, que la traía en carroza mediática destinada a ser la reina de la fiesta mundialista. Nos la imponía esa corriente poderosa que impone todo lo que debe ser, y que en un anglicismo más se ha denominado como “mainstream”. Pero no contaron con un pequeño detalle, la tozudez del pueblo americano, la gente corriente, el pueblo llano, que de vez en cuando no se deja dominar y que algunas veces prefiere vivir su vida aburrida, dedicarse a trabajar, a cuidar su familia, a comer carbohidratos, a salir a cazar o a hacer lo que le da la gana y se olvida de ver la televisión y todas las redes sociales por las que los tentáculos del poder nos controla. Por supuesto alguien que se atreve a ser libre y a pensar por su cuenta solo puede ser considerado como chusma cavernícola para el pensamiento dominante.

     Resultó que el pueblo prefirió al peculiar Donald. En contra de todas las previsiones y encuestas eligió a un tipo especial, hecho a sí mismo, que no comulgaba con toda la tontería ideológica de los pseudointelectuales oficiales que contonean su bellos cuerpos y raquíticas mentes en las pantallas de Hollywood. Un hombre de presencia rara y modales toscos que se enfrentaba al “stablismenth” de las grandes fortunas concienciadas de los  Bloomberg, Bezos, Gates, Zuckerberg, Soros y otras personas más poderosas y más ocultas. Éstos tomaron buena nota y les quedó muy claro que eso no podía volver a pasar.

      Y así, resultó elegido un Presidente que, a diferencia de otros, se dedicó a atender a su pueblo, que fue un gobernante preocupado por las necesidades reales de sus ciudadanos, más que un agente del poder globalista.  Resultó que fue el primer presidente de los Estados Unidos que no declaró la guerra a ningún país durante su mandato. A pesar de todo ello nunca le darán el premio Nobel de la Paz que sí le dieron a su antecesor, el bendecido Obama, que ordenó bombardeos en Afganistán, Yemen, Irak, Pakistán, Somalia y Libia, algunos de ellos con daños colaterales sobre la población civil. 

      Evidentemente con la presidencia de Trump el furor de la jauría mediática global se encendió sin límite, hasta el punto de que se le han dedicado todos los epítetos imaginables durante cuatro años. De tal manera que para el ciudadano medio español y europeo el presidente Trump ha sido poco menos que la encarnación de todas las maldades posibles. Y no digo gente poco informada porque en realidad la gente que piensa así es gente que recibe mucha información, pero lamentablemente una información sesgada, manipulada y falseada, es decir pura desinformación, que por otro lado es la única que proporcionan todos los medios de comunicación españoles, sin distinción de color político. Ha habido alguna rara excepción en este consenso global, como lo ha sido el profesor Jorge Verstrynge,  a quien su militancia de izquierda radical no le impidió ver con honestidad los valores presidente, más allá de las puras apariencias.

     Resulta inexplicable para los europeos que al menos la mitad de los ciudadanos americanos lo defendieran. Y tampoco tenemos explicación para el hecho de que todos los productos culturales sin excepción que llegan de ese país, sean escritos, musicales o audiovisuales, lo critiquen sin piedad. Hay una desconexión evidente entre la vida real y la realidad publicada. Las películas o las series de televisión se han convertido en auténticos panfletos. Serían muchos los ejemplos, pero por todos ellos me viene a la memoria una serie “made in usa” de abogados llamada algo así como “The Good Fight” en el que cada capítulo gira en torno a la obsesión de las personas de bien por derrocar a Trump, incluso mediante el fraude electoral al que se justifica descaradamente en el episodio 7 de la temporada 3ª, cuya visualización recomiendo como ejemplo de lo que sostengo en este escrito.

     Y parece que finalmente sí, que para evitar que el pueblo volviera a equivocarse, ha sido necesario acudir a un lamentable y descarado pucherazo electoral. Por supuesto está prohibido afirmarlo, a pesar de las evidencias notorias de graves irregularidades. Se impone la ley del silencio. Nadie debe hablar de ello. Incluso You Tube ha anunciado que eliminará cualquier video en el que se defienda la tesis del fraude electoral. Es lamentable tener que acudir a imponer esta auténtica censura para consagrar la elección de un gris y triste nuevo presidente, decrépito en lo físico, pero sobre todo en lo moral y que arrastra un vergonzoso curriculum de acusaciones de acosos sexuales, que por supuesto el movimiento “me too”  consiente y perdona. Tal vez solo las tolere de momento, porque todo parece indicar que el nuevo elegido no es  más que un títere al que se arrojará a los perros una vez utilizado, para dar paso a la verdadera designada por el poder, la vicepresidenta Harris, que reúne todo lo que lo que conviene para ser el nuevo presidente de los Estados Unidos: de una minoría racial, feminista radical, californiana y socialista. ¿Alguien da más?.

    De nada le ha servido a Trump desgañitarse desde las elecciones en gritar que él es el vencedor. Nadie le ha hecho caso, salvo una parte importante de su pueblo que sigue confiando en él . En la prensa española nadie ha informado con seriedad de los graves problemas que se produjeron en las elecciones presidenciales, que hacen que su resultado sea algo más que sospechoso. Silencio total. Nadie quería escuchar la verdad, no sea que se acabe rompiendo el juguete.

     Y así llegamos a la traca final de su mandato, que ha constituido el rarísimo asalto al Capitolio por una turba de frikis, donde creo que las fuerzas progres han ganado la batalla de la comunicación, gracias a la torpeza de un presidente en horas bajas y derrotado. Son demasiados enemigos y demasiado fuertes y al final le han doblegado. Pero sobre este asalto final al Capitolio daré mi opinión en otro escrito posterior.