UNA DE MARCIANOS

 Soy de una generación que creció en su niñez y adolescencia con los extraterrestres. No es que viera nunca uno de ellos, pero sí que estaba profundamente interesado en todo el fenómeno OVNI. Era un acrítico creyente de su presencia entre nosotros, aunque careciera de cualquier prueba directa, lo cual siempre achacaba a la existencia de una enorme conspiración de silencio diseñada por la CIA y todos los gobiernos del mundo que querían ocultar cuidadosamente todas las pruebas, que sin duda debían de tener, sobre esta existencia de seres de otros planetas.

  Yo, como tantos de mi generación, seguía los programas radiofónicos y televisivos sobre los OVNIS, e incluso llegué a pasar noches enteras mirando al cielo en busca de avistamientos. Escuchaba una y otra vez con enorme interés las historias de lo sucedido en Roswell. Soy de los que estaba profundamente interesado en el planeta UMMO y los ummitas, que siendo seres más o menos humanos, aunque con un cierto aspecto estrafalario, caminaban entre nosotros en nuestra vida cotidiana. Leí con avidez un libro de un tal Siracusa que afirmaba estar en contacto continuo con seres de otros planetas. Y pasé tardes enteras de verano empapándome de las teorías de Erich Von Daniken sobre las interpretaciones de la Biblia y de otras tradiciones como una revelación de culturas extraterrestres que nosotros hasta ese momento ingenuamente imputábamos nuestro Dios o a dioses de otros panteones, y que explicaban las culturas precolombinas y las del antiguo Egipto, y a quienes les transmitieron por conductos separados la manía de construir pirámides para fines poco claros de navegaciones interplanetarias. Como resumen diría que en mi infancia y primera adolescencia era algo común la creencia casi ciega en la realidad extratrerrestre.

  El tiempo fue diluyendo todo aquello. Poco a poco fue para mí perdiendo importancia en mi vida, hasta el punto de caer casi en el olvido. Y ello a pesar de haber visto algún fenómeno extraño o de difícil explicación para mí. Uno de ellos fue la visión de un extraño objeto circular en el cielo, como un disco con luz propia, una tarde que viajaba de Madrid a Bilbao en tren, y que permanecía estático o navegaba lentamente al ritmo aparente la marcha. Puede que tuviera una explicación razonable, pero para mí fue sin duda un objeto volador no identificado. La segunda experiencia ha sido más reciente, apenas hace unos meses, cuando en pleno centro de Madrid, miré por azar a un último piso de un edificio que estaba al otro lado de una céntrica plaza en la que yo estaba, y a través de unos enormes ventanales, observé con claridad cómo se paseaba con naturalidad un ser de carácter no identificable para mí, algo así como un humanoide, de una altura de un metro o metro y medio, con unos largos brazos que casi le llegaban al suelo, iba erguido como no lo estaría un simio y que durante más de cinco minutos se estuvo exhibiendo con indiferencia hasta que alguien, ese sí claramente humano corrió unas cortinas que me impidió seguir con la visión. Evidentemente no es una prueba de nada, y las explicaciones de esa visión pueden ser muchas, desde un holograma a un robot, o incluso que sufriera una alucinación creada por mi mente, eso sí, sin ayuda al menos consciente de sustancia alguna.

 Al margen de estas experiencias personales, que hace cuarenta años me habrían fascinado, pero que hoy en día me resultan simplemente curiosas, observo a mi alrededor en los últimos tiempos una tendencia contraria a la que antes explicaba. Es decir que los poderes que antes eran acusados de ocultar siniestramente cualquier indicio sobre los extraterrestres, ahora parece que disfrutan fomentando la creencia en su existencia.    Así no hace demasiado que en el Congreso de Estados Unidos un ex oficial del Pentágono denunció bajo juramento que el gobierno estadounidense oculta evidencias sobre naves y restos biológicos de origen «no humano». El gobierno americano ni afirma ni niega. Pero al no desmentir categóricamente, de una manera más o menos implícita acepta la veracidad de esos testimonios . Poco tiempo después en México el gobierno de dicho país presentó dos extraterrestres momificados, que al parecer tenían desde hace mucho tiempo conservados y ocultados.

       Un miembro de la gentry americana, Christopher Mellon (nieto del fundador de la Gulf Oil) , que fue un altísimo cargo de la inteligencia de USA con Clinton y Bush, ha afirmado que su país tiene tecnología de origen no terrestre obtenida de programas espaciales de otras civilizaciones. Y al parecer defiende la aprobación de una ley para que los testigos de avistamientos puedan hablar libremente sin ser ridiculizados.  Y estas cosas dichas por un miembro de la inteligencia del país más poderoso del planeta no son gratuitas. 

     Hay más casos de noticias oficiales u oficiosas de gobiernos y poderes más o menos “serios”, que de pronto aceptan la existencia de seres extratrerrestres entre nosotros. Se ha pasado del negacionismo total y de la ridiculización de quien así pensara, a determinados actos que tienden a dar seriedad y credibilidad a los testimonios antes negados con rotundidad.

   A mí en realidad no me interesa demasiado el tema extraterrestre, encuentro pocas explicaciones a la vida terrestre, como para perderme en conjeturas sobre lo que hay o no hay en otros planetas u otras dimensiones. Pero sí me interesa o me intriga ese cambio de criterio, ese cambio de rumbo en las verdades oficiales que nos gobiernan y que con sutileza moldean nuestras mentalidades. Lo que era negación absoluta hoy es más bien una aceptación tácita y una admisión poco a poco de esa realidad. Y lo que me pregunto es qué hay realmente detrás de ese cambio.

   Puede haber varias hipótesis sobre este cambio de criterio. La especialista en conspiranoia Cristina Martín Jiménez, quiere ver en esto, una búsqueda de la inmortalidad que persiguen las élites y personas como Jeff Bezos que está al parecer obsesionado por este tema y que según ella esperan encontrar la eterna juventud con la ayuda esos seres que nos visitan a los mortales terráqueos. Quizás relacionado con esto hace poco una vicepresidente del gobierno de España, de escasas luces y enorme ambición, sugería que los superpoderosos tienen un plan para huir de la tierra e irse a vivir a otro planeta, dejando al nuestro abandonado a su suerte y en las garras de la maldades de los desastres provocados por el feroz capitalismo, que ahora les financia sus proyectos interplanetarios. Quizás en esta escapada busquen la ayuda de seres de otras galaxias.

    No me acaban de convencer estas teorías, que me parecen un poco disparatadas. Puede que le busque tres pies al gato y que la creencia en extraterrestres sea únicamente una búsqueda extraña de una transcendencia que ya no aporta la religión y que sólo sea un síntoma más de aquello de que, como dijo Chesterton quien deja de creer en Dios puede llegar a creer en cualquier cosa. Pero, como diría un castizo, a mí me da en la nariz, que los tiros van por otro lado. Me malicio que están creando el caldo de cultivo necesario para presentarnos cuando sea el momento, y cuando sea necesario, un nuevo instrumento de manejo de la sociedad. Si primero han usado un virus para manejar a su antojo a la humanidad, después vendrá un ataque extraterrestre, una invasión al modo de la Guerra de los Mundos que ya ideó el socialista fabiano H.G. Wells, hace más de un siglo.

      Uno que ya va siendo perro viejo, empieza a desconfiar de casi todo. Y es por ello que ya me veo nuevamente confinado en mi casa o tal vez trasladado a otra ciudad, o puede que teniendo que hacer cualquier actividad que no soy capaz ni de imaginar, para  defender a mi planeta de un ataque supuesto o figurado de unos malísimos marcianos, cuya realidad no podremos discutir, ya que de hacerlo seremos tachados de negacionistas y conspiranoicos.

       Con los medios de comunicación y control de la información que existe pueden convencernos de que la tierra es víctima de una invasión exterior y me apuesto que la mayoría de la humanidad lo aceptaría acríticamente, como lo ha hecho últimamente con otras falacias parecidas.  Y ante un ataque global y exterior de la tierra, todas las naciones y los pueblos suspirarán por un mando único y global para todo el planeta que ponga orden en la defensa general planetaria. Reconozco que esta idea que se me ha instalado en la cabeza es un poco descabellada. Espero estar equivocado. Pero después de la pandemia del año 2020, y lo que tuvimos que vivir y padecer, ya nada me parece imposible.