MADRE PATRIA

    Hay libros que llegan en la vida en un momento providencial, que vienen a llenar un hueco que antes de leerlos ni siquiera sabías que existía. Algunos libros pasan por la vida sin pena ni gloria. Se leen y se olvidan con la misma rapidez, aunque puede que de manera inconsciente dejen algún poso. Otros libros sin embargo marcan una huella indeleble, una marca permanente en el pensamiento o en el alma.

    En mi vida no son tantos los libros que pueden presumir de haber dejado esa impronta. Dedico estas líneas a uno cuya lectura acabo de terminar, y que es uno de aquellos que nada más leer una docena de páginas sientes su importancia, uno de esos libros destinados a tenerlos siempre a mano en la mesilla de noche, para consultarlo de vez en cuando, posiblemente durante muchos años. Y además de su interés particular para mí, creo que también ha llegado en el momento preciso para mucha otra gente y que viene a revitalizar una corriente de pensamiento por la que llevo tiempo caminando y avanzando con decidido entusiasmo y convencimiento. 

        Este libro al que me refiero es la obra del politólogo argentino Marcelo Gullo Omodeo, titulada “Madre Patria (Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán)”. Lo encontré por casualidad y sin conocer su contenido en una de las visitas a una librería a la que acudí buscando otra obra que ahora mismo no recuerdo. Me llamó la atención el título y leí descuidadamente la solapa, como hago con otros tantos, para ver así a primera vista de qué pie cojea el autor, o dicho de otro modo, si puede ser de interés para mí o por el contrario es de aquellos que merecen acabar en la piscina como hacía el malhumorado Umbral. A primera vista me pareció interesante y con una cierta duda decidí comprarlo en una de las decisiones de las que menos me arrepiento.

Marcelo Gullo es Doctor en Ciencias Políticas argentino autor de numerosas obras tales como «La insubordinación fundante», «La lucha del pueblo argentino por la independencia del imperio inglés» y muchas otras. En 2021 publicó en España «Madre Patria» que en cinco meses ya ha alcanzado ocho ediciones de la obra.

       “Madre Patria” es una obra que podría ser incluida dentro de la vigorosa corriente actual del revisionismo histórico sobre la leyenda negra. Como es bien sabido la expresión de “leyenda negra” fue utilizada por primera vez hace más de cien años por Doña Emilia Pardo Bazán en una conferencia en París, quién sabe si después unos de los tórridos encuentros que en la capital francesa mantenía con Don Benito Pérez Galdós. La idea se desarrolló y tomó carta de naturaleza con Julián Juderías y su genial obra “La Leyenda Negra”. Posteriormente ha sido desarrollada y defendida por muchas otras personas con más o menos entusiasmo y acierto durante todo el siglo XX.  Pero en los últimos tiempos esta corriente revisionista de la historia oficial de España que supone la existencia de la leyenda negra, y simultáneamente el análisis riguroso de lo que constituyó y constituye todavía hoy en día, ha tomado una fuerza inusitada y casi diría imparable.

      Si la pérdida de Cuba y Filipinas determinó un pesimismo histórico que fraguó en la Generación del 98, ahora frente a un fenómeno similar como es la previsible desmembración de otras partes de España, ha surgido una reacción quizás menos pesimista, pero en todo caso muy realista, que tiende a mirar a la cara a la situación que nos acecha, y a plantearse el origen y las causas mediatas e inmediatas de estos procesos separatistas. La mejor intelectualidad de España está examinando esta cuestión y en su gran mayoría entienden que la raíz del problema separatista tiene su origen en la leyenda negra, que es la que ha minado nuestra fuerza como pueblo y la que ha destruido nuestra nación tanto moral como materialmente. En España nos hemos creído todo lo que nuestros enemigos han inventado de nosotros y hemos claudicado con una docilidad ovejuna a todo lo que nos han impuesto desde fuera. Sufrimos desde hace varios siglos algo así como el síndrome de la mujer maltratada por el marido, que a cada paliza reacciona asumiendo su culpa por sus errores y además venerando a su maltratador que con su poder no deja que se piense algo distinto de lo que a él le interesa.

       Afortunadamente empieza a haber muchos que consideramos que a lo mejor la única culpa real que debe asumir España es la de la debilidad, la de haber sido derrotada por otros que no son mejores sino más fuertes, la de vivir pensando nada más que complacer a nuestros difamadores históricos y la de la pereza de desmontar todas las mentiras y tópicos que se han divulgado por nuestros vecinos únicamente para aprovecharse de la situación. Hemos asumido de tal manera nuestra inferioridad que más que un complejo ya ha derivado en un auténtico síndrome de Wendy, en el que todo lo que hacemos, lo hacemos pensando en el qué dirán. Y solo vivimos para conseguir la aceptación de los demás países, con nuestra autoestima por los suelos y una continua autoconmiseración y autoflagelación, llevando la autocrítica a lo patológico. Mientras tanto, los países que han generado, creado y favorecido la leyenda negra para acabar con nuestra antigua supremacía se han hecho ricos y prosperado a costa de todo el planeta, devastándolo sin piedad y sin un átomo de remordimiento.

      En este proceso de restauración de nuestro orgullo excesivamente humillado hay un antes y un después de la impagable obra de Elvira Roca “Imperiofobia y leyenda negra”, en la que sistematizó y divulgó de manera amena todas las causas y las consecuencias de la leyenda negra, enmarcando su existencia para el caso de España dentro de una corriente que a su juicio es común a todos los imperios que ha habido en la historia, como es el caso de Roma, Rusia y Estados Unidos.

  «IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA» de Elvira Roca Barea, auténtico “best-seller” que lleva 25 ediciones desde 2016,  ha tenido tanta importancia desde el punto de vista de la divulgación  y de la comprensión de la historia de España y de Hispanoamérica, que desde aquí aunque sé que no soy nadie para solicitarlo, pido para dicha autora el premio Princesa de Asturias  o cualquiera otro que refleje la deuda que tenemos los españoles con ella, por abrirnos a muchos los ojos y ayudar a dar forma a algo difuso que sentíamos, pero no acertábamos a canalizar y sistematizar.

        Aparte de Elvira Roca, ha habido otras muchas obras muy notables en la misma dirección, en una bibliografía relativamente abundante, que ha llegado a crear en ciertas librerías un apartado especial sobre la leyenda negra, dentro de la sección de la historia de España.  Y aunque no sea una obra escrita, quiero también resaltar en esta corriente la película documental,  “España, la primera Globalización”, de  López Linares, que se estrenó en el recién concluido 2021, con un éxito notable. Fue para mí una gran sorpresa cuando el día que la vi en uno de los cines de la periferia de Madrid, al terminar la sesión el público de forma unánime, y por supuesto yo entre ellos, prorrumpió en aplausos.

     Y dentro de esta corriente, creo que tiene un interés especial “Madre Patria” por varios motivos. El primero de ellos es que está escrito por una persona de allá, del otro lado del Atlántico, por un americano y concretamente un argentino. Un argentino además que según reconoce carece de ascendientes españoles, y confiesa que toda su ascendencia es italiana. El recibir el mensaje que se envía en este libro procedente de un hispanoamericano es una enorme satisfacción. Lo más habitual en los últimos tiempos es la defenestración de todo lo hispano, el derribar estatuas y recibir insultos y descalificaciones, y esto es así tanto aquí como allí. Y no es que como español me guste que me regalen los oídos, porque tampoco creo que sea todo elogioso en este libro. De hecho hay unas críticas feroces a determinadas actitudes altaneras que se mantienen en esta parte del océano Atlántico, críticas que son muy justificadas y más que razonables. Pero se agradece que desde allí se realice una búsqueda de la objetividad histórica y de la comprensión real de lo que fue la conquista de América, de lo que fue el Imperio y de lo que pudo haber sido de no entrometerse potencias enemigas destruyendo esta enorme labor. Y así, se me antoja que tiene más mérito todo lo que dice Marcelo Gullo, porque viene dicho desde allí, por alguien que no es español, con la seguridad de que si lo mismo lo dice alguien de aquí,  se le tacha de chauvinista, franquista y se desprecia sin más como un fruto de un trasnochado nacionalismo español.

     La segunda importancia que le concedo a este libro es que no está planteado desde una perspectiva de ideología política entendiendo por tal la lucha que tanto aquí como allí hay entre las izquierdas y las derechas. Se parte de una refutación de los motivos que sustentan la  leyenda negra sin hacer de ello una bandera partidaria y destacando que esta posición ha sido defendida por gente de toda posición política. Y prueba de ello es que el prólogo está escrito por el socialista español Alfonso Guerra. Y en ella se citan numerosos pensadores de clara posición marxista que han defendido y todavía hoy lo hacen la necesidad de recuperar la unidad de toda Hispanoamérica. Hay una cierta tendencia a identificar la reivindicación del imperio español con el franquismo o posiciones conservadoras, lo que se demuestra que es un error. La civilización que se extendió por las tierras americanas es perfectamente reivindicable desde la derecha y desde la izquierda. Al menos por la izquierda tradicional, es decir aquella que se preocupaba por los problemas sociales y no era globalista y vendida a intereses espurios. De hecho, el discurso defendido en el libro, al menos en lo esencial, es asumido sin complejo alguno por intelectuales españoles de izquierda radical como lo es el politólogo Santiago Armesilla.

(https://hispanoamericaunida.com/2013/07/28/hispanofobia/ )

          La tercera cuestión es hacernos ver a los españoles de Europa que la leyenda negra no es algo que ha perjudicado a España, o solamente a España, sino que por el contrario es algo que ha perjudicado de manera igual de intensa a los países hispanoamericanos, siendo ellos también víctimas de tan infamante propaganda. Son víctimas porque generó en ellos unas divisiones territoriales destinadas a debilitarles, a crear naciones débiles y claudicantes frente al poder anglosajón. Y después de ello han sido víctimas porque les han borrado la memoria, la identidad, el orgullo de su civilización, borrando los referentes culturales e imponiendo una servidumbre cultural e intelectual frente a la modernidad anglosajona. Han sido ellos tan acomplejados como los propios españoles frente a lo que desde determinados focos de opinión nos han dicho a todos que es lo correcto. Así una cultura como la anglosajona o la protestante en general que fue incapaz de interactuar con los pueblos que se encontraban a su paso, que solo supieron desplazarlos, humillarlos y despreciarlos y finalmente masacrarlos, da lecciones de cómo se deben de hacer las cosas para ser modernos. Marcelo Gullo nos aclara que las verdaderas víctimas de la Leyenda Negra son todos los pueblos hispanoamericanos, incluyendo en ello a los españoles de Europa y a los españoles de América.

      Es de justicia tanto para los españoles actuales como para los hispanoamericanos actuales  reivindicar nuestro pasado común, reivindicar sin complejos la liberación que Hernán Cortes y doña Marina efectuaron de los pueblos oprimidos por los antropófagos aztecas que vivían atemorizados de ser devorados por ellos como pollos de corral. Parece ser que Moctezuma, como emperador no era muy aficionado a la carne humana, como el resto de su corte, y sólo comía el muslo derecho de los hombres y mujeres que le cazaban, seguramente que en los seres humanos como en los pollos el muslo debe ser la parte más escogida y sabrosa. Es preciso aclarar que, si trescientos hombres pudieron acabar con un ejército de más de doscientos mil aztecas, fue únicamente porque así lo quisieron el resto de los pueblos que allí  vivían esclavizados,  que vieron la oportunidad de liberarse de la terrible costumbre de ser cazado y servido para cenar. Esto explica que un pequeño destacamento llegue a conquistar un imperio poderosísimo, en el único caso en la historia en que un país conquista otro sin enviar un verdadero ejercito de invasión. En el Siglo XVI los soldados de España estaban destinados en Flandes o en Sicilia, o luchando contra el turco en el mar, pero no se enviaron tercios a América. Solo se pudo conseguir la conquista porque así lo quisieron la mayoría de los pueblos nativos que estaban oprimidos y se sirvieron de los españoles para su liberación, y decidieron cambiar un emperador antropófago por un emperador lejano que les construía hospitales, carreteras, escuelas y universidades y les decía que todos los hombres son iguales, todos hijos de un Dios invisible y amoroso, que no exige sacrificios humanos.

     Aparte de la conquista inicial, es de justicia reivindicar la obra civilizatoria y bienintencionada que se realizó, en ningún caso depredadora como se ha dicho desde la leyenda negra. Prueba de ello son  las Universidades que se crearon, o la red de hospitales (por cierto gratuitos, lo que no son ahora en muchos países) para todos los habitantes súbditos de su majestad, fueran nacidos en Europa o de etnia mapuche, charrúa, aymara, nahualt o cualquier otra. Es decir se reivindica con orgullo un pasado imperial en el que todos los hombres que allí vivían eran miembros de una misma comunidad. En ella había hombres pobres y ricos, pero había ricos indios y blancos, y había pobres blancos e indios.  El mestizaje era algo normal y prueba de ello es que desde los primeros momentos el Inca Garcilaso de la Vega presumía de sus dos ascendencias castellana e inca, o el mestizo Martín Cortes Malintzin, quien orgulloso de su doble ascendencia, formó parte del ejercito del emperador en la lucha contra los musulmanes en las Alpujarras.  Qué diferencia con lo que ocurría en el Norte de América, donde el héroe nacional es el repugnante y despiadado General Custer y el lema oficial de la conquista del Oeste fue “el único indio bueno es el indio muerto”.  

      Marcelo Gullo nos explica todo esto, que yo brevemente gloso, con gran claridad,  haciendo ver las diferencias existentes entre el imperio y el imperialismo. El primero es integrador y civilizador, es el modelo de Roma, que se trasladó a América. El segundo es depredador y devastador, solo interesa lo que favorece a la metrópoli, aunque destruya lo conquistado. Es el modelo anglosajón y protestante. Pero para la opinión dominante ellos son los buenos y nosotros los malos.

       Y ya, por último, pero en absoluto menos importante, destaco de la obra de Marcelo Gullo el que no solo analiza el pasado sino que además plantea objetivos para el futuro. El superar la leyenda negra tanto en América como en España debe realizarse con la finalidad de reconocer que la finalidad de aquella fue dividirnos, crear naciones pequeñas y débiles mucho más fáciles de controlar por el poder británico y luego estadounidense. Mientras los Estados Unidos de América, hacían eso precisamente, es decir unirse, acumulando territorios previamente despejados de molestos ocupantes, se fomentaba la división del Sur del continente en pequeños estados claudicantes y sometidos. Nuestros enemigos no podían consentir tener a sus puertas una enorme nación-continente unida y poderosa. Pues bien, ahora toca intentar revertir el proceso lograr la unidad de los países hispanoamericanos y por supuesto con España.

          La relación de España e Hispanoamérica es mucho mayor de lo que parece. En cuanto a los ciudadanos de todos estos países nos sentimos a menudo hermanados de manera sincera, con una cercanía efectiva y real. Yo como español me siento más cercano de un ecuatoriano, cubano, chileno  o venezolano, que de un finlandés, búlgaro, escocés o noruego. Para empezar no les entiendo sino con mucho esfuerzo.

   En alguna forma debemos comprender que lo normal es que toda Hispanoamérica hubiera permanecido unida desde el momento de la independencia de la corona de España. Y que una vez superados los prejuicios falsos que motivaron la independencia se restablecieran los lazos, con la parte europea de Hispanoamérica. Es sabido que los nativos lucharon mayoritariamente a favor del Rey de España y las minorías criollas ilustradas y anglófilas a favor de la independencia, en lo que fue una auténtica guerra civil entre españoles. Una más de las seis o siete guerras civiles que ha padecido España en los últimos trescientos años.

       Por todo ello creo que lo más inteligente que podemos hacer unos y otros es suprimir las barreras que otros nos han creado y ahondar en nuestra unidad como una comunidad real de afectos que desemboque en una entidad política de intereses comunes destinada a crear amistad y prosperidad para todos. En suma, a reconocer primero la existencia de una nación hispanoamericana y luego dotarle de una estructura de estado, que reconozca como sus nacionales a los de españoles de Europa y a los españoles de América por igual. Como fue en tiempos de la monarquía hispánica, aunque actualizado y amoldado a los tiempos presentes. Adicionalmente la parte europea de Hispanoamérica necesita un nuevo impulso y la empresa de embarcarse en un proyecto ilusionante que nos dé la cohesión que necesitamos para seguir adelante y superar los secesionismos inminentes. Y para ello necesitamos que nos ayuden los españoles de América y que recibamos aquí a todos aquellos que deseen venir con la mayor de la cordialidad de la que seamos capaces. Esa cordialidad que se tiene cuando se recibe a un compatriota.

      Este proceso no es ni mucho menos fácil, y lo primero es superar los respectivos nacionalismos de banderas de colorines  e interiorizar este proyecto superior, para el que reivindico una bandera común que no debería ser otra que aquella que nos unió en su día y es la bandera blanca con la Cruz de Borgoña de aspas rojas, que llegó  a Castilla  con Felipe el Hermoso  y que nos unió a los allende y aquende los mares. Pero en todo caso lo de menos son las banderas y lo verdaderamente importante es atrevernos a mirar nuestra historia común sin resentimientos, con humildad y con orgullo a la vez. Que así sea.

TU QUOQUE FILI MI?

     Hacía muchos años que no pisaba Asturias. Para mí es una tierra especialmente apreciada desde que era pequeño. Crecí con el mito de Don Pelayo y el inicio de la reconquista de España en las breñas de Covadonga, tal como lo relataba la Enciclopedia Álvarez que circulaba por mi casa. Era en mi imaginario Asturias el último  reducto de la cristiandad, algo así como la aldea gala de Asterix frente a Roma, pero cambiando Julio César por el moro Almanzor. Uno imagina que no hay nada más español que Asturias, y tanto es así que en su día se popularizó el eslogan de “España es Asturias y lo demás tierra conquistada”.

     Es muy difícil no disfrutar en Asturias, da igual la parte que se elija para visitar. Yo acerté a estar en los alrededores de Pravia, en una casona del Siglo XVI,  reconvertida en hotel rural, aunque creo que da casi igual donde se vaya, es todo de una hermosura exuberante, incluso bajo la lluvia, que para no romper el tópico no se tomó ni un minuto de tregua en todo el tiempo que por allí anduve. Y si me traigo en la retina la belleza de los bosques y prados, no menos me impactó la fiereza del mar embravecido al que un habitante de la meseta no está acostumbrado.

      El azar me llevó a una cita no prevista con la historia. Se me presentó de improviso apareciendo de entre las piedras de una pequeña ermita milenaria en una pedanía de Pravia, que cobija ni más ni menos que los restos mortales de un rey asturiano, el Rey Silo y su esposa la reina Adosinda, nieta ésta del mismísimo Don Pelayo. Cuando llegué a la Iglesia de San Juan en Santianes, me adentré precipitadamente para cobijarme de la incesante lluvia en el momento que comenzaba la misa dominical de un domingo cualquiera, como los miles de domingos en los que los feligreses han acudido a oír la palabra del Dios de los cristianos, allí, en los únicos reductos de la península no profanados por las hordas agarenas. En alguna guía leí que el altar de esa Iglesia de San Juan es el más antiguo que se conserva en activo en toda España.  La Iglesia se fundó hace mil trescientos años más o menos, o sea que, a cincuenta y dos domingos por año, se han debido decir en aquel recinto no menos de 67.000 misas en las mañanas de otros tantos domingos. Yo tuve el privilegio de asistir a una de ellas, quizás de las últimas, porque lo que no consiguieron los musulmanes lo está logrando   el descreimiento que impone la modernidad  y que ya ha llegado a las más altas jerarquías de la Iglesia. Sea como fuere, escuchando allí una misa postconciliar, no pude menos que trasladarme a ese Siglo VIII cuando fue la iglesia construida, y por unos minutos reconstruir en mi cabeza lo que debió suponer para los cristianos asediados  mantener la resistencia en aquellas tierras sintiendo toda la península ocupada, siendo conscientes de la pérdida de España

     Colaborador del Rey Silo fue el monje Beato de Liébana que además de ilustrar bellísimamente los comentarios sobre el Apocalipsis y debatir furiosamente con Elipando, fue el muñidor de la idea de establecer a Santiago como patrón de España. Y es bien sabido que Santiago Matamoros fue el alimento espiritual que precisaban los cristianos para avanzar hacia el sur, lo que ha llevado a considerar a Beato el verdadero ideólogo de la Reconquista.. Esto revela que los reyes asturianos no se desentendieron de su misión y la intelligentsia no fue derrotada, las elites tenían claro que aunque reducidos a territorios marginales, el proyecto era la Reconquista de los reinos perdidos a manos de los musulmanes. Hoy la historiografía progre tiende a negar este concepto de “reconquista” como misión concreta y organizada, argumentando que no hubo tal idea, sino una mera sucesión de hechos más o menos fortuitos que terminaron con la toma de Granada. Yo creo que no fue así, que realmente hubo una voluntad política constante que se transmitió de generación en generación durante ocho siglos. Puede parecer mucho, pero no es tanto si observamos por ejemplo la perseverancia del pueblo judío para conservar y transmitir la idea de  retornar dos mil años después a su tierra prometida.

   Pero para mi desazón en Asturias no es oro todo lo que reluce.  Hoy esa parte de España está, como muchas otras, contaminada del nacionalismo emergente que ha podrido otras regiones y amenaza con desmembrar la unidad que nos habíamos procurado. No se puede negar que la enfermedad del nacionalismo está allí menos desarrollada que en otras zonas como Cataluña o Galicia. Pero han dado un gran salto adelante en el particularismo con la aprobación como idioma co-oficial del asturiano. Realmente muchos lingüistas consideran que el asturiano no es un idioma, sino un “habla”, que no otra cosa significaba el término “bable”, con el que era conocido ese dialecto,  esa forma de hablar el español. Un habla es una forma espontánea de hablar y es solamente verbal, carece de escritura y de literatura, la transformación en idioma escrito es un acto deliberado de voluntad. Creando un idioma, se crea una identidad y con ella una ristra de intereses, mucho dinero público para crear academias, diccionarios, profesores, investigadores, y premios de poesía en asturiano. Luego viene el imponer la enseñanza a los chavales incluso aquellos cuyos padres jamás hablaron ese supuesto idioma, después será necesario hablar asturiano con el nivel “x” para trabajar en la administración, por lo que no podrán acceder más que los del terruño. Posteriormente se crean un par de agravios reales o inventados y se convierten en víctimas de un centralismo al que se le imputan todos los males. Un par de generaciones estudiando en la escuela nada más que el asturiano junto con una inventada y tendenciosa historia de Asturias, da como resultado una mayoría que asume que son una nación diferente y oprimida que no ha hecho más que padecer y resistir heroicamente el poder de los reyes castellanos. Y finalmente, dado que son tan diferentes, que hablan distinto y sus costumbres son tan diversas, la lógica impone que haya que reclamar la independencia. Ya hemos visto demasiadas veces este proceso en España y lo rentable que sale a quienes lo realizan.  Es cierto que en Asturias está en estado embrionario, pero la semilla del mal ha germinado y solo le queda crecer y desarrollarse.

       El idioma tiene una importancia capital para mantener la unidad de una nación o para desmembrarla. En la península itálica, la creación artificial por las élites políticas de un idioma a base de retales de otros o dialectos locales , forjaron la unidad de Italia, que sin ese idioma que hoy conocemos como italiano probablemente no existiría como nación. Algo parecido ocurre en las provincias vascongadas donde primero para crear su identidad, se inventaron un idioma, el euskera batua, juntando muchas variedades de las lenguas vascuences. Y una vez creado y generalizado, procede imponerse a territorios que jamás hablaron dicha lengua como es la Ribera del Ebro tanto alavesa como navarra. Algo parecido ocurre con el catalán, que en su forma normalizada  por el talibán lingüístico Pompeu Fabra, se utiliza con criterios imperialistas imponiéndolo a territorios que nunca lo hablaron y aplastando y borrando  los idiomas propios de esas provincias, como ocurre con el mallorquín y el valenciano. Los nacionalistas saben que lo esencial de su proyecto es la lengua  y por ello es a lo que más importancia se da en sus mezquinas pero eficaces políticas.

      Asturias ha dado un paso inicial, ha sembrado una semilla para la diferenciación. Pero no es la única región o comarca que lo está haciendo, ya se están cocinando otras lenguas, como  el “cántabru”, el “andalú” (existe una autodenominada Zoziedá pal Ehtudio’el Andalú, Z.E.A.),  el aragonés, el berciano, el llionés, el cabreirés y sabe Dios cuantos más. Es obvio que en todas las regiones hay particularismos en el habla,  yo si ir más lejos en mi Salamanca querida, tengo contabilizados numerosos localismos o palabras que sólo se utilizan por allí y que incluso despertaron la curiosidad de Unamuno. Pero de ahí a reclamar un idioma propio va un abismo. Y en todo caso es retroceder en el tiempo y perder territorio ganado.

      Con la desmembración del imperio romano el latín que se hablaba dio lugar a muchas lenguas en toda la Europa conquistada por Roma, y en el caso de la península ibérica surgió una lengua romance diferenciada casi en cada valle y en cada comarca. Pero de una manera natural y no impuesta se generalizó entre todas ellas una lengua franca, que era entendida y compartida por todos por su sencillez y facilidad de pronunciación, a lo que sin duda ayudó la adopción de las cinco vocales vascas. Fue por tanto la simbiosis de una lengua romance y el vasco, la que motivó el éxito del castellano, que se extendió por todo el valle del Ebro, y luego por el Duero, y por toda la península, y que andando el tiempo, ya convertida en idioma español cruzaría el Océano para ser igualmente la lengua común de millones de personas.

    En fin, tampoco soy lingüista, puede que haya imprecisiones que pueda detectar un especialista. Y no es para mí lo importante, sino que lo es la intención de determinadas voluntades políticas de construir o deconstruir identidades, según el caso, utilizando los idiomas y la complacencia de todos los tontos útiles que cargados de un romanticismo pueril les dejan hacer y les secundan sus propósitos. Y mucho de esto parece haber por el Principado a juzgar por las decisiones políticas que adoptan. Es cierto que no hay unanimidad sobre la oficialidad del asturiano, pero estas decisiones raramente se revierten. Por ello, ante la vorágine de separatismos que nos atacan, sólo me sale decir aquello de, Asturias, ¿tu quoque fili mi?