ANIVERSARIO

   Sigue avanzando el año 2021, con un ritmo que unos días me parece vertiginoso y otros premioso. Así son los días en la vida, unos largos y otros cortos, aunque todos sean iguales, No se me ocurre algo menos científico que la sensación de transcurso del tiempo. Quizá se asemeja un poco la desmemoria generalizada sobre el otro tiempo, el atmosférico. Realmente la palabra «tiempo» es un poco complicada en español, por esta rara polisemia. Tienen en común la facilidad que tienen para difuminarse en la memoria. Parece haber un consenso en que la diferencia esencial entre ambos es que uno es variable, caprichoso y a veces es bueno y otras malo, aunque esto último en un concepto totalmente relativo y discutible. Y el otro es invariable, fijo, siempre ordenado y siempre igual, de una puntualidad, casi diría puntillosidad, suiza.

     A pesar de ello, hay una sólida unanimidad entre los hombres que ya llevamos varias décadas desgastando las suelas por la superficie de la tierra, en la creencia de que a medida que avanza la vida, el tiempo va más deprisa, se acelera. La conocida expresión tempus fugit seguramente no la parió un adolescente en la flor de la vida. El primer síntoma de que se ha dejado atrás la primera etapa de la vida es cuando se percibe ese vértigo del tiempo huyendo despavorido. Y ya se tiene de modo irremediable la convicción de que se ha dejado de ser joven cuando se alcanza, primero la impresión y luego la certeza, de que ya no te va a dar tiempo a hacer todo lo que querrías hacer en la vida. Empiezan así las ansiedades, que suelen llamarse la crisis de los treinta, los cuarenta, los cincuenta …  y que yo con una precocidad asombrosa experimenté por primera vez al cumplir dieciocho años, de lo cual obviamente hace ya mucho. Luego he sufrido cada cambio de década como un aldabonazo, como los clarines que en la corrida anuncian que hay que pasar al tercio siguiente, hayas o no cumplido el objetivo del anterior, y que como al toro te anuncian un final ya inminente.

      Es un clásico en la literatura el lamento por el tiempo perdido, que por definición es todo, ya que todo el que se ha ido no volverá. Si pienso en cómo he malgastado yo mi tiempo, que no volverá, no regresará, más, cantaba Battiato. Envidio profundamente a quienes saben vivir ejerciendo el “carpe diem”, sin volver la vista atrás que sin remedio te convierte en estatua de sal. Da igual si lo que has dejado atrás es el paraíso o Sodoma y Gomorra, no hay nada más improductivo que el arrepentimiento y en particular el pesar por decisiones desacertadas que tal vez podrían haber cambiado el rumbo de la vida. Quien no sabe o no puede evitarlo tiene que hacer frente a ello, y optar por la resignación, el desaliento o por el contrario abandonar ese bucle melancólico y tomar la decisión de hacer aquello que sea todavía posible hacer. Y si aquello no es mucho, qué le vamos a hacer, siempre algo es mejor que nada. Y no, no estoy pretendiendo escribir un libro de autoayuda barato. No pretendo remedar a Paulo Coelho, sino que todo este circunloquio es, o pretende tener como meta, sólo realizar una leve reflexión acerca de este blog.

     Y si me permito esta digresión es porque me tengo que poner una pequeña medalla personal, y ello porque “Desde el Acantilado” está a punto de cumplir un año de existencia. Y aunque es una propuesta de una ambición mínima, corría el riesgo, muy propio de mi carácter, de dejarlo olvidado y preterido flotando en el líquido amniótico de  la blogosfera, mientras buscaba otras formas alternativas de perder el tiempo. Pero ha alcanzado un año de edad, veintitantas entradas, lo que hace una media de unas dos entradas al mes, menos da una piedra. En el escrito de presentación ya mostraba mi temor a que se quedara en un nasciturus, una criatura no nata, un embrión sin viabilidad. Y al menos ha alcanzado ya un año de vida pública, aunque realmente la criatura haya nacido tímida, a semejanza de su autor.

Citaba en aquel escrito de presentación del blog una frase del prólogo del Quijote, en el que dice que cada cosa engendra su semejante, y supongo que es así, que este blog ha reflejado los estados de ánimo que se suceden en la vida de quien lo escribe, y por tanto aparece unos días melancólico y triste, otros exaltado y cabreado. Pero aunque esté mediatizado por el prisma del color del día y del humor que toca esa jornada, siempre ha intentado perseguir su propósito confesado, que no es otro que intentar modestamente ser un testigo de la época que me ha tocado vivir, observar desde mi atalaya, tronera o acantilado, el mundo que me rodea, y que en el último año ha sido particularmente extraño y cruel. Ello puede explicar que en general el tono ha sido predominantemente pesimista, a lo que sin duda también contribuye que la edad va acendrando la visión negativa del presente y el futuro.

Y otra vez acudiendo a Cervantes me siento un poco como debió de sentirse él cuando ya superados los cincuenta comprobaba que ya a nadie le interesaba que hubiera perdido un brazo en la más alta ocasión que vieron los siglos luchando para el hijo del rayo, es decir Carlos V, y que veía que su lucha había sido estéril porque un nuevo orden se extendía por la cristiandad. Es decir que se empeñaba en habitar un mundo que había dejado de existir. Un viejo reaccionario y cascarrabias, este es el papel que siento que me va a tocar asumir de aquí en adelante, como le ocurrió a D. Miguel, lo que lejos de molestarme, me sirve de estímulo al comprobar que éste publicó su obra maestra cuando le faltaban un par de años para cumplir los sesenta. Y que a pesar de todo pudo conservar un estruendoso sentido del humor. Así que no todo está perdido.  

¡O tempora, o mores!.

      Hace unos días escuché esta alocución latina que he consignado en el título, (que conozco, no voy a negarlo, gracias a los cuentos de Asterix), en una obra de teatro de reciente estreno en Madrid: “Viejo amigo Cicerón” de Ernesto Caballero. Fue una curiosa coincidencia que unas horas antes de ello yo había escrito esa frase en el estado en el whatsapp,  lo que he percibido como una premonición que  me ha sugerido una especie de comunión mística entre algunos conciudadanos que no nos sentimos cómodos con el mundo actual y que acudimos a esta frase (O tempora, o mores!) para expresar nuestro desconcierto con la realidad que nos circunda.

   Aparece en la obra citada esa expresión (Oh tiempos, oh costumbres), recordando que fue empleada por Cicerón, en sus Catilinarias,  para referirse a la situación de Roma en tiempos de la célebre conjura de Catilina. Y realmente la expresión, que trasluce disgusto e incomprensión con los tiempos que nos han tocado vivir, es aplicable no sólo a la época de la República romana sino también a los tiempos actuales. Si en aquel momento Cicerón destapó la conjura de un caudillo populista y agitador de masas que aspiraba conseguir el poder total de Roma, como era Catilina, hoy en día nuestra frágil convivencia, está también atacada por fuertes enemigos que nos asedian y nos amenazan con imponer un poder omnímodo.

    La diferencia más relevante es que nuestro enemigo actual no es una persona concreta, sino que la conjura que nos amenaza es una conspiración total y general dirigida por brujos ocultos del poder, de una hidra que al no tener una única cabeza es casi imposible de derrotar. Pero no por ello es menos pertinente recuperar en estos momentos la figura de Marco Tulio Cicerón, como luchador por la libertad, y el ejemplo de un guerrero que utiliza como arma principal la palabra, poderosa arma que no fue bastante para conservar la vida frente al tirano. Debemos por ello agradecer a Ernesto Caballero que nos haya presentado un brillante texto teatral de reivindicación de Cicerón.

        Reconozco que fui a ver la obra por la recomendación expresa de quien me suele hacer óptimas recomendaciones sobre teatro y otras sugerencias interesantes, pero sin mirar de antemano quien era el autor. Al llegar al teatro mis expectativas aumentaron al ver que el texto era de Caballero, de quien ya había hablado en este blog en una entrada anterior. ( https://desdeelacantilado.com/2020/10/22/salida-urgente/ ) Y tras ver la obra confieso que no sufrí decepción alguna, sino todo lo contrario. La obra es literariamente, en mi humilde opinión, un prodigio de creación artística, que para en los tiempos que corren es casi un milagro, lo que me lleva a considerar que Ernesto Caballero es posiblemente el autor teatral vivo y en activo más importante del momento, y que merece un puesto de honor entre los grandes autores teatrales del teatro contemporáneo.

        

En el teatro actual parece que hay un ocultamiento de los autores, que antes eran los indiscutibles reclamos para una obra. Así ocurrió con Lope de Vega,  Lorca,  Benavente,  Jardiel, Mihura, Casona y un largo etcétera. Hoy en los carteles el nombre del autor se pone en pequeño, en forma casi vergonzante, como si más importante fuera el espectáculo, la función, o el actor que el texto. Esto me parece injusto y por ello, modestamente quiero reivindicar el nombre y el valor del autor de obras de teatro. 

      Cada escritor escribe para su tiempo, y aporta algo (o no) que sus contemporáneos quieren escuchar y sentir. Pasado un tiempo puede que ese sentimiento y discurso  no conserven la misma vigencia, y simplemente las obras caen en el olvido. Por ejemplo, el teatro de Buero Vallejo, fue muy interesante en su momento concreto para una sociedad en pleno franquismo, ávida de ver otras perspectivas de la vida distintas de las oficiales, pero hoy muchas de sus obras, sin negarles la indudable calidad literaria, han quedado ciertamente desfasadas. O todavía más claro en el caso del premio nobel Echegaray. Otras obras, sin embargo,  como “Los Intereses Creados” de Benavente o “Un enemigo del pueblo” de Ibsen, consiguen mantener el interés más allá de su momento concreto de creación. Es la diferencia entre espectáculos de consumo,  buenas obras de teatro y  las obras maestras, quedando limitadas éstas a las que consiguen trascender a su época y hacerse imperecederas.    

No me atrevo a decir en qué categoría debemos incluir “Viejo Amigo Cicerón”. Posiblemente, de momento, sólo es una buena obra de teatro, pero tiene todos los mimbres para convertirse en una obra de largo recorrido. Y ello es así porque tiene un discurso que penetra en la mente, que plantea problemas políticos, de conciencia, que revisiona y cuestiona ideas, las actualiza y las vuelve a plantear con toda su crudeza con el lenguaje de hoy, haciéndonos ser conscientes de que nuestra situación actual es claudicante frente a tentaciones totalitarias, y que nos exige no dar nada por supuesto, es decir, tener cada día que luchar por defender lo que tenemos, por poco e insuficiente que pueda parecernos.

     La obra, he leído por ahí, es un clásico sin togas, y estoy de acuerdo. Es decir nos muestra el mundo clásico visto desde una prisma actual, lo que lo hace más cercano a nuestra vida que los Marco Antonio, Julio César o Bruto de Shakespeare. Quiero con ello decir que tal vez el mismo mensaje nos llega con un lenguaje que hoy nos es cercano, y nos hace inteligibles los problemas, nos lo explica o nos lo plantea en términos que sabemos entender hoy sin demasiado esfuerzo. Pero todo ello con unos diálogos trepidantes e intensos que apenas te dejan saborear las deliciosas frases o reflexionar sobre ellas, en un ritmo teatral que maneja con maestría, por supuesto defendido por la magistral y contundente actuación de José María Pou.

    Se puede argumentar, que es una obra con “recado”, es decir que plantea las cuestiones para llegar a una conclusión que es querida por el autor, lo cual es cierto, pero eso no es una crítica a la obra, sino por el contrario un elogio. Estamos en un momento en el que no es aceptable la equidistancia y es exigible un compromiso con valores que son dignos de ser defendidos. También desde otras posiciones ideológicas tenemos derecho a percibir que alguien escribe para nosotros, que el teatro puede ser, como dijera Gabriel Celaya de la poesía, un arma cargada de futuro.

RESETEANDO, QUE ES GERUNDIO.

    En el llamado Foro de Davos, cada año nos muestran un adelanto, unas pinceladas de lo que será nuestro futuro, la forma de vida que adoptará nuestra nueva normalidad. Ya desde hace unos años ese proyecto globalizador le han llamado “agenda 2030”, que es el nombre con el  que los arquitectos del nuevo orden mundial han bautizado a su siniestro proyecto.

   Decía Jardiel que el mundo ha avanzado por medio de frases, que comenzó con el conocido “creced y multiplicaos” y se desarrolló con la de “vacaciones sin kodak, son vacaciones perdidas”. Pues bien  la frase con que se publicita la nueva normalidad, con la que nos quieren vender las bondades de su proyecto es la de “En 2030 no tendrás nada y serás feliz” . ¡Tal cual!, que diría el castizo. Eso es lo que nos espera.

La primera parte de la frase es una profecía siniestra: “no tendrás nada”. Lo que quiere decir, obviamente, es que la propiedad privada desaparecerá ya que todo será colectivizado. Fin al sueño burgués de la propiedad sobre las cosas para dar paso a la nueva forma de uso en el que no eres el dueño sino sólo el tenedor. Es la resurrección de la forma de propiedad feudal en la que a través de la figura de los censos enfitéuticos los agricultores usaban la tierra para cultivarla pero tenían que reconocer la propiedad a otra persona a quien estaban sometidos y a quien debían abonar cada año un canon y cada cierto tiempo un reconocimiento o vasallaje, el laudemio.

    Pero el slogan publicitario tiene una segunda parte, y es que gracias a estar desposeídos de todo alcanzaremos la felicidad. Y seremos felices porque en ese Walden-Dos idílico, remedo de la Arcadia, nuestros amos nos darán todo lo que deseemos.  A condición claro que desees lo que ellos quieren que desees y sobre todo a condición de que no protestes. Si discrepas, protestas o quieres cosas distintas a las que te dan, el amo te castigará y no te dará nada por malo. Esto no aparece en la publicidad, sino en la letra pequeña, tan pequeña que es imposible de leer. En el prospecto de la agenda 2030 sólo te prometen la felicidad, pero no han hecho constar las contraindicaciones, los desagradables efectos secundarios.

     No nos explican tampoco qué ocurrirá si por el contrario en el año 2030, yo quiero conservar la propiedad de mi casa, de mis libros e incluso de un Winchester para defenderme de las agresiones que me causa la agenda de marras, y aunque ello implique causarme infelicidad. De hecho, ni a mi ni a nadie nos han consultado sobre la cuestión. Hablan continuamente de la voluntad popular, pero el pueblo en su gran mayoría es totalmente ajeno a estos planes que le tienen preparados. Es una agenda, como lo llaman ellos, o un plan, que no emana del pueblo, que sería lo democráticamente aceptable, sino que se le impone por unas élites supuestamente bienintencionadas. Una nueva versión del despotismo ilustrado dieciochesco, que en realidad nunca ha desaparecido plenamente y que una vez se justifica a sí mismo con otra célebre frase, la de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.

     La Agenda 2030, diseñada por poderes ajenos y poco definibles, es asumida por los gobiernos democráticos sin rechistar. Incluso en España tenemos un ministerio especial para imponerla (implementarla, dicen en lenguaje «politiqués«) . El título completo del ministerio es “vicepresidencia segunda de asuntos sociales y agenda 2030” . Y es que, para poder ejecutar los planes, antes del año 2030, es preciso pisar el acelerador, y sobre todo es necesario borrar lo que consideran muchos hábitos nocivos del pasado. Hábitos nocivos como la propiedad, la familia, la iniciativa privada, las creencias religiosas y tantos otros. Para ello han sugerido que es necesario, a modo de lo que ocurre con los ordenadores que presentan problemas de resistencia a obedecer correctamente las órdenes que se les dan, un reinicio. Lo llaman enfáticamente “El Gran Inicio”  Y la pandemia, es la gran ocasión que se presenta, es el momento perfecto para efectuar el gran reseteo de nuestras vidas. Han comprobado directamente que ya estamos preparados para aceptar todo lo que nos impongan.

https://es.weforum.org/agenda/2020/06/ahora-es-el-momento-de-un-gran-reinicio

      La página oficial del World Economic Forum (foro de Davos) sugiere que la población se encuentra lo suficientemente sometida, debido al miedo provocado por la tragedia sanitaria, para acatar las órdenes del cónclave de mandatarios. Se puede leer en la indicada página, entre otras lindezas, lo siguiente:  «Un aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos introducir cambios radicales en nuestro estilo de vida con gran rapidez. Los ciudadanos han demostrado con creces que están dispuestos a hacer sacrificios por el bien de la atención sanitaria y otros trabajadores esenciales y grupos de población vulnerables, como los ancianos. Es evidente que existe una voluntad de construir una sociedad mejor y debemos aprovecharla para garantizar el Gran Reinicio que necesitamos con tanta urgencia«.

Tienen prisa, se acerca el momento, van poco a poco pero cada vez más rápidamente en su proceso. Quien no quiera verlo, que no lo vea, pero no digan que no avisamos. Dentro de poco será demasiado tarde, si es que no lo es ya.

¿EL ULTIMO EMPERADOR?

No salgo de mi asombro. La impunidad con la que se enseñorean nuestros amos empieza a ser algo obsceno. En realidad llevan muchos años exhibiendo su poder aunque casi nadie quería verlo, pero ha llegado ya a un grado en el que es imposible ocultarlo. En fechas recientes ha tenido una vez más el contubernio mundialista del Foro Económico de Davos, en el que en la tenida de este año ha tenido la atracción de la coronación del nuevo emperador, el sin par presidente chino. Y todos los líderes europeos encabezados por la presidenta alemana y el presidente francés le han rendido la oportuna pleitesía y homenaje. Para no hacerle sombra ni siquiera ha acudido este año el recién elegido presidente norteamericano.

  Quizás fuera preciso reflexionar sobre las personas que acuden a este Foro y otros saraos semejantes de los poderes fácticos globales. Habitualmente se dice que a ellos acuden los mandatarios de todo el mundo. Y lo que exige una explicación y reflexión es precisamente la palabra mandatario, que es realmente anfibológica, ya que por un lado se refiere a «los que mandan», pero también y sobre todo en el mundo jurídico, un mandatario es el que «ejecuta un mandato» por cuenta de otra persona. En este segundo sentido la institución jurídica requiere que exista un mandante, alguien que ordena lo que tiene que hacer al mandatario. Si queremos caer en una ingenuidad buenista podríamos pensar que el mandante es el pueblo. Pero esto más allá de palabrería demagógica es una pura falsedad. Los mandantes de los mandatarios mundiales son otros. ¿Pero quiénes son? Esta es una pregunta sin una respuesta clara. Los auténticos mandantes no tienen nombre conocido, se ocultan entre las sombras de su propio poder que les permite difuminarse.  Los mandantes manejan los hilos en la oscuridad y dan la cara por ellos los mandatarios, que obviamente están encantados de ser mandados, porque este mandato, les da a su vez un poder enorme, aunque visible en una mayor o menor medida.

 Pues bien, este segundo estrato del poder, es decir el poder visible, es el que nos es permitido más o menos atisbar. Y en esta esfera se está produciendo o se ha producido un relevo en los apoderados o mandatarios. Es en este plano donde ha tomado el testigo, podríamos decir el cetro, el nuevo emperador que viene de la China, que está respaldado por una gran corte de enormes poderes fácticos de orden global, tales como agentes económicos, multinacionales, Fondos de Inversión, agentes mediáticos, partidos políticos, fundaciones, y un largo etcétera.

    Primero fue la dinastía Ming, luego la dinastía Ching, a la que pertenecía el último emperador al que se le dedicó una famosa película, y que fue derrocado para instaurar lo que podríamos llamar la dinastía Mao. Este nuevo imperio está destinado a convertirse en un poder global, universal, que trasciende los límites de la conocida muralla. Se ha instaurado una especie de monarquía universal electiva al modo en el que elegían reyes los visigodos, aunque quizá no falte mucho para que también sea hereditaria, como de hecho ya ocurre en Corea del Norte.

    Resulta humillante que no nos dé vergüenza como europeos reírle las gracias a ese señor que sólo ha venido a decirnos en nuestra casa europea cuánto poder tiene y cuánto respeto le debemos. Nos preciamos de demócratas y demonizamos a los países que tienen regímenes dictatoriales, o tal vez eso era antes. ¿Algún noticiario del planeta ha abierto alguna vez sus portadas con los resultados de las elecciones en China? ¿alguien sabe cómo se elige el alcalde de Pekín? No hace ni dos días que China ha respaldado el reciente golpe de estado militar en Birmania (Myanmar) derrocando al gobierno recién elegido por unas elecciones. ¿Dónde están los adalides de la democracia mundial condenando la intromisión en un país extranjero? China ha bloqueado la condena del golpe por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin solución de continuidad hemos pasado del imperialismo yankee al imperialismo chino. Hay que aceptarlo como una realidad. Pero al mismo tiempo echo de menos que los que pasaron media vida con el “yankees go home” como bandera, no cambien el slogan por el que procedería ahora de “chinese go home” (lo siento no sé escribirlo en su propio idioma, pero creo que el inglés lo entienden bien). No, eso ni hablar, es xenofobia, y que quede claro que me estoy refiriendo siempre al estado chino, a su organización política y a quienes la sustentan, no a los ciudadanos chinos que viven y trabajan en mi país y que probablemente la mayoría son tan víctimas de la situación como los españoles. La realidad es que toda la progresía occidental venera todo lo que viene de la China. Al fin y al cabo, son comunistas como ellos. Y encima carecen de complejo alguno para exhibir su enorme poder económico, su escandalosa vida de lujo y derroche. La sociedad china actual tiene lo peor del comunismo, que es la degradación moral y devastación cultural del hombre, fruto de la terrorífica revolución cultural, y lo peor del capitalismo, como es el ansía por el consumismo más desaforado.  Pues este es nuestro nuevo modelo, el “chinese way of life”, que es el que nos tienen preparado como ideal de vida. Seremos súbditos aculturizados de un imperio en el que sólo se nos permite ser consumidores pacíficos y sumisos. Sólo persiguen nuestra sumisión total.