No salgo de mi asombro. La impunidad con la que se enseñorean nuestros amos empieza a ser algo obsceno. En realidad llevan muchos años exhibiendo su poder aunque casi nadie quería verlo, pero ha llegado ya a un grado en el que es imposible ocultarlo. En fechas recientes ha tenido una vez más el contubernio mundialista del Foro Económico de Davos, en el que en la tenida de este año ha tenido la atracción de la coronación del nuevo emperador, el sin par presidente chino. Y todos los líderes europeos encabezados por la presidenta alemana y el presidente francés le han rendido la oportuna pleitesía y homenaje. Para no hacerle sombra ni siquiera ha acudido este año el recién elegido presidente norteamericano.
Quizás fuera preciso reflexionar sobre las personas que acuden a este Foro y otros saraos semejantes de los poderes fácticos globales. Habitualmente se dice que a ellos acuden los mandatarios de todo el mundo. Y lo que exige una explicación y reflexión es precisamente la palabra mandatario, que es realmente anfibológica, ya que por un lado se refiere a «los que mandan», pero también y sobre todo en el mundo jurídico, un mandatario es el que «ejecuta un mandato» por cuenta de otra persona. En este segundo sentido la institución jurídica requiere que exista un mandante, alguien que ordena lo que tiene que hacer al mandatario. Si queremos caer en una ingenuidad buenista podríamos pensar que el mandante es el pueblo. Pero esto más allá de palabrería demagógica es una pura falsedad. Los mandantes de los mandatarios mundiales son otros. ¿Pero quiénes son? Esta es una pregunta sin una respuesta clara. Los auténticos mandantes no tienen nombre conocido, se ocultan entre las sombras de su propio poder que les permite difuminarse. Los mandantes manejan los hilos en la oscuridad y dan la cara por ellos los mandatarios, que obviamente están encantados de ser mandados, porque este mandato, les da a su vez un poder enorme, aunque visible en una mayor o menor medida.
Pues bien, este segundo estrato del poder, es decir el poder visible, es el que nos es permitido más o menos atisbar. Y en esta esfera se está produciendo o se ha producido un relevo en los apoderados o mandatarios. Es en este plano donde ha tomado el testigo, podríamos decir el cetro, el nuevo emperador que viene de la China, que está respaldado por una gran corte de enormes poderes fácticos de orden global, tales como agentes económicos, multinacionales, Fondos de Inversión, agentes mediáticos, partidos políticos, fundaciones, y un largo etcétera.
Primero fue la dinastía Ming, luego la dinastía Ching, a la que pertenecía el último emperador al que se le dedicó una famosa película, y que fue derrocado para instaurar lo que podríamos llamar la dinastía Mao. Este nuevo imperio está destinado a convertirse en un poder global, universal, que trasciende los límites de la conocida muralla. Se ha instaurado una especie de monarquía universal electiva al modo en el que elegían reyes los visigodos, aunque quizá no falte mucho para que también sea hereditaria, como de hecho ya ocurre en Corea del Norte.
Resulta humillante que no nos dé vergüenza como europeos reírle las gracias a ese señor que sólo ha venido a decirnos en nuestra casa europea cuánto poder tiene y cuánto respeto le debemos. Nos preciamos de demócratas y demonizamos a los países que tienen regímenes dictatoriales, o tal vez eso era antes. ¿Algún noticiario del planeta ha abierto alguna vez sus portadas con los resultados de las elecciones en China? ¿alguien sabe cómo se elige el alcalde de Pekín? No hace ni dos días que China ha respaldado el reciente golpe de estado militar en Birmania (Myanmar) derrocando al gobierno recién elegido por unas elecciones. ¿Dónde están los adalides de la democracia mundial condenando la intromisión en un país extranjero? China ha bloqueado la condena del golpe por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin solución de continuidad hemos pasado del imperialismo yankee al imperialismo chino. Hay que aceptarlo como una realidad. Pero al mismo tiempo echo de menos que los que pasaron media vida con el “yankees go home” como bandera, no cambien el slogan por el que procedería ahora de “chinese go home” (lo siento no sé escribirlo en su propio idioma, pero creo que el inglés lo entienden bien). No, eso ni hablar, es xenofobia, y que quede claro que me estoy refiriendo siempre al estado chino, a su organización política y a quienes la sustentan, no a los ciudadanos chinos que viven y trabajan en mi país y que probablemente la mayoría son tan víctimas de la situación como los españoles. La realidad es que toda la progresía occidental venera todo lo que viene de la China. Al fin y al cabo, son comunistas como ellos. Y encima carecen de complejo alguno para exhibir su enorme poder económico, su escandalosa vida de lujo y derroche. La sociedad china actual tiene lo peor del comunismo, que es la degradación moral y devastación cultural del hombre, fruto de la terrorífica revolución cultural, y lo peor del capitalismo, como es el ansía por el consumismo más desaforado. Pues este es nuestro nuevo modelo, el “chinese way of life”, que es el que nos tienen preparado como ideal de vida. Seremos súbditos aculturizados de un imperio en el que sólo se nos permite ser consumidores pacíficos y sumisos. Sólo persiguen nuestra sumisión total.