En plena campaña de fomento de la alfalfa como alimento humano iniciada por los otrora políticos comunistas y hoy agentes del globalismo, un ministro ejerciente de florero, se despachó con un alegato contra el consumo de carne natural (aclaro, carne de la de comer, no aquella que junto al demonio y el mundo, completa el trío de los enemigos del alma). Como parece que su alegato fue inoportuno tuvo que salir su superior en jefe para contrarrestar el malestar causado en los productores de material para las albóndigas, y de este modo el augusto presidente se nos apareció en carne mortal y liberado por un rato de sus gafas ray-ban de aviador, nos espetó una frase lapidaria para historia: “un chuletón poco hecho es insuperable”.
Por un breve momento pensé que realmente hablaba de un filete de lomo o un entrecot, pero pronto caí en la cuenta de que en realidad nuestro ínclito presidente del gobierno hablaba, una vez más, de sí mismo. Para este narciso ególatra no hay nada mejor que él mismo. Y con un lapsus freudiano revelador de su ego infinito le salió del alma lo de elogiar al chuletón poco hecho.
Creo que debo explicarme, aunque no demasiado. Decir “Pedro Sánchez chuletón” es una tautología, un epíteto innecesario, que casi cristaliza en sinónimo, y como evidencia irrefutable de ello, me remitiré a sus andares de brazos bamboleantes mientras mira por encima del hombro al resto de los mortales. Y lo de poco hecho, en fin, creo que tampoco requiere mucha explicación. Como ya a estas alturas tampoco cabe duda de lo poco hecha que estuvo por él su tesis doctoral.
Y demuestra nuestro chuletón que está poco hecho para ocupar el cargo que ocupa, cada vez que lo sacas del barrio y se pasea por cualesquiera foros internacionales, donde suele hacer el ridículo de forma contumaz, aunque nunca con tanta crudeza como en los inenarrables veintinueve segundos en los que se cosió al brazo del Presidente useño para recorrer un pasillo, sin que éste le hiciera ni caso. Vamos que según hemos sabido, no llegó a saber quien era ese señor que le acompañaba, y que no conseguía quitarse de su vera. En esos escasos segundos se transmutó de chuletón en paletilla, o como mucho en filete empanado. Nada provoca tanta vergüenza ajena como observar a un chuleta de barrio en una fiesta de la alta sociedad. Y podría llegar a resultar enternecedor si no fuera porque vuelve a recuperar toda su chulería y prepotencia en cuanto regresa al barrio.
Nuestro chuletón particular está ahora demostrando su falta de hechuras por Estados Unidos. Donde a falta de otras virtudes la prensa alaba su palmito de galán tipo latin lover y lo califican como «hot president» ¿Qué diríamos si tuviéramos una presidenta y allí donde fuera sólo se alabara su belleza? Pues según parece, nuestro narciso y poco hecho presidente, está encantado con tanta admiración hacia su persona, y que le regalen los oídos diciéndole aquello de que es la versión española de Kennedy o un sosias de superman.
Pero sorprendentemente, en este viaje internacional, no lo recibe ninguna autoridad política del país visitado, ni el Presidente de los Estados Unidos, que es de su cuerda ideológica y con el que le une una duradera amistad eterna de veintinueve segundos. Ni siquiera le recibe el alcalde de Nueva York. Por el contrario, en su agenda sí están reuniones con Blackrock, Goldman Sachs, JP Morgan, con Soros Fund Management, con Netflix… es decir con sus verdaderos amos, los que mueven los hilos del globalismo y controlan financiera e ideológicamente al planeta.
A nuestro chuletón le pagamos el viaje todos los españoles, pero el dinero público debería servir para realizar un viaje en interés del estado, del pueblo o de la nación española. Pero no, la realidad es que esta tournée de nuestro divo poco hecho, pero con enorme guarnición, es para rendir pleitesía a aquellos para los que trabaja, y que le permiten seguir chuleándonos. Hasta su vicepresidenta segunda, la comunista, le ha afeado que vaya a hacerle el rendibú a los fondos buitre, esos que luego compran a granel las viviendas de España, hurtándole la propiedad a las buenas gentes de clase media.
Por supuesto, en su ronda americana, no puede menos que hacerle una visita a George Soros. Esa sí que es una relación de verdadero amor, y no hay más que recordar que fue este último la primera persona que recibió en la Moncloa, nada más tomar posesión el chuletón de su cargo de Presidente. Y tampoco convendría olvidar que el mega fondo Blackrock es actualmente el mayor accionista de El País, periódico que ha vuelto con auténtica devoción al entusiasmo gubernamental.
No quiero extenderme, pero creo que a partir de ahora, cuando pida un chuletón en un restaurante, y aunque la carne me gusta casi cruda, para evitarme evocaciones desagradables, le diré al camarero: “tráigamelo muy hecho, si es posible chamuscado, carbonizado, pulverizado “… , o mejor me pido un rabo de toro, que es más castizo.