DANDO UNA VUELTA POR AQUÍ.

Después de algún tiempo ausente vuelvo a darme una vuelta por el Acantilado. No he podido venir mucho en los últimos tiempos, porque a este lugar se accede por el camino del sosiego, la tranquilidad y el tiempo. Y últimamente estos caminos han estado llenos de zarzas y de maleza. Pertrechado con un machete me abro paso y por fin regreso a este añorado refugio, siquiera por un rato.

Sigo con el propósito de  observar desde el Acantilado la realidad que me circunda, pero creo que cada vez me resulta más difícil. La desinformación y la mentira se extienden sobre el mundo como un virus imparable. Cada vez es más complicado saber qué es lo verdadero y qué es lo falso. Probablemente sea que en realidad no hay ya verdad y mentira, sino que estos son unos conceptos cada vez más relativos.  Es desesperante vivir en el reino de la posverdad, en que la realidad objetiva, incluso la que se observa directamente con nuestros ojos, pasa a ser escamoteada y sutilmente cambiada por otra adaptada a las necesidades que interesan a quien la maneja. Es pura magia en su sentido más estricto el que hace que la realidad  llegue a nosotros moldeada de tal forma que siempre se presenta de manera que sustenta unos intereses concretos. Como si los hechos fueran de plastilina se modelan por los aprendices de brujo que controlan los medios para servir de apoyatura a nuestra posición previamente admitida e inconmovible. Convenzámonos, nunca hemos sido menos libres que ahora. Estamos esclavizados, no con cadenas como los galeotos amarrados al duro banco de una galera turquesa, sino esclavizados por medio hilos invisibles que manejan a sus antojo las emociones, las sensaciones  y las pulsiones. El hombre contemporáneo obedece a su amo como nunca antes en la historia. Actúa como hipnotizado, sin rechistar y con complacencia total. Y la mayor de las veces sin tener conciencia de que se tiene un amo al que se sirve.

        Cuando algo de la realidad ataca nuestras creencias y valores, no intentamos repensar esos valores o cuestionarlos, sino simplemente cuestionar la realidad o adaptarla a nuestra necesidad para seguir cómodamente instalados en nuestro confortable hábitat mental. De este modo, una vez que consigues que un individuo se vea a sí mismo como progresista,  va a rechazar sin ni siquiera cuestionarlo todo aquello que las consignas esparcidas por los medios de comunicación y redes sociales se considere contrario al progreso. Lo verá todo tal y como se le ha solicitado por el poder que lo vea, y defenderá con ardor esa visión, sin plantearse si es cierta o no. Ataca mi mundo, luego es falso. Conviene a mi realidad, luego es verdadero. A esto se ha reducido la verdad y la mentira, a un burdo juego de intereses, al concepto de verdad que ha nacido después de morir el concepto tradicional y que aprendimos en la familia y la escuela. Es decir a la posverdad.  Y da lo mismo que en pocos meses defiendas cosas contradictorias. Se puede defender una cosa y la contraria con la misma ferocidad y sin sonrojo alguno. Una de las características del hombre moderno es su profunda desmemoria, y eso lo saben bien los políticos que actualmente triunfan. De este modo será siempre verdad la que él defienda. ¡Faltaría más, que un progresista no esté siempre del lado de la verdad! Me recuerda esto a Max Estrella, que afirmaba sin vacilación «Donde yo vivo, siempre es un palacio«, siendo indiferente que la evidencia muestre que vive en una casa de vecinos de la calle Bastardillos esquina San Cosme.

El amo del mundo está manejando a su antojo los resortes del poder mundial, los va perfeccionando y afinando. Creo que su obra maestra es la gestión universal de la pandemia del Coronavirus. Con ella está obteniendo cum laude en el doctorado en manipulación de la realidad global y universal (urbi et orbe), con el perfecto manejo de la posverdad y de la creación y utilización a conveniencia de los llamados eufemísticamente “hechos alternativos”, (antes simplemente mentiras).

Un comentario sobre “DANDO UNA VUELTA POR AQUÍ.

  1. Porque y digo yo
    No será que es mentira que la verdad no existe?
    O tal vez la verdad es parte de la existencia de la mentira?
    En matemáticas esto se denomina teoría del error
    Algo así al axioma del horror

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