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CUARTO ANIVERSARIO.

Hoy, que es 7 de abril de 2024, se cumplen cuatro años desde que nació este blog, en pleno confinamiento. Debería estar para celebraciones, por cumplir años y 69 publicaciones, pero no es así. Y no es por la terrible situación en la que se encuentra el mundo, no es eso. Es que hoy, precisamente hoy, se ha producido un hecho trágico en mi vida. Un acontecimiento que marcará el resto de mis días y que señalará un antes y un después en mi existencia. Sabía que tenía que llegar algún día, pero no pensé que fuera tan pronto. Tengo 59 años, que son muchos, pero ni siquiera he entrado en la sesentena. Y además creí que tenía un aspecto más o menos presentable para mi edad, ya que, y no es por presumir, siempre me calculan menos edad. Pero esto ya no tiene importancia, porque el hecho ocurrido hoy es ya irremediable, y no tiene vuelta atrás. Y el culpable ha sido un mozalbete de atuendo deportivo, y con un innegable origen de la España del otro lado del Atlántico, al que no puedo reprochar en absoluto que no tenga educación, sino tal vez un poco en exceso y no me importaría que hubiera tenido una peor crianza para haber estado calladito a mi presencia. Porque sí, este joven que me ha marcado para el resto de mi existencia ha tenido la cortesía, que en nada le agradezco, ante el hecho de que yo viajaba de pie  en un autobús y él estaba sentado, ha tenido como digo la malhadada idea de ofrecerme su asiento. Nunca me había ocurrido hasta hoy, pero es como la pérdida de la virginidad, que ya no hay vuelta atrás. Lo rechacé amablemente. E incluso le di las gracias, pero no debería haberlo hecho porque aún sin saberlo, ese mozo sin edad todavía para ser llamado a quintas, me ha hundido de golpe en la tercera edad. Ya nada volverá a ser lo mismo.

     Apenas me estaba recuperando de tan desagradable incidente, ocasionado por un exceso de buena educación, cuando he recibido otro mazazo en mi autoestima juvenil. No soy muy amigo de las pruebas médicas.  Quizás sea por un exceso de prevención hacia las agujas y la poca afición que tengo a la superioridad moral de las enfermeras que te pinchan y que parecen todas ellas agentes de la Gestapo vestidas de blanco y entrenadas especialmente para humillar a los varones que como yo no son aficionados a ser banderilleados a cambio de un poco de mi sangre. Como digo, ante mi estado de prevención y quizás pusilanimidad ante los pinchazos suelo evitar el mirar como profundiza sin piedad la aguja en mi brazo, y eso exacerba la superioridad de género de la enfermera, que disfrutando como no lo haría ni Cruella de Vil, me espeta aquello de:

         -¡Qué cobardes son todos los hombres!.

     Y lo hace disfrutando de su  minuto de gloria sabiendo que me tiene preso en el potro de tortura y aprovechándose de que no puedo defenderme. Desde luego evito contestar lo que estoy pensando y no es otra cosa que con toda seguridad estará soltera y que ningún varón estaría voluntariamente a su lado para no tener que soportar su sonrisilla de sadismo mezclada con superioridad moral. Realmente insufrible.

  Pues sería por esta aversión personal, que llevaba más de un año retrasando la decisión de hacerme unos análisis, pero el otro día, preso de remordimiento decidí hacer caso a mi médico de cabecera y dejé de hacer caso a Don Luis de Góngora y Argote, poeta, que no médico, pero  cuyo consejo suelo seguir con veneración, en ese vademécum de sabiduría que resumió en  dos versos memorables que dicen aquello de :

                               “Buena orina y buen color

                                 y tres higas al doctor”.

 Pues bien, en contra de mi voluntad, decidí hacerme unos malhadados análisis. Y sí, el resultado era el previsible, lleno de asteriscos malditos por todos los lados. Y ahora estoy en un sin vivir, lleno de temor a enfrentarme al veredicto del médico que me aguarda en unos pocos días para leerme la cartilla. Y es que yo he presumido ante todos los que tienen una edad parecida a la mía de no tomar ninguna medicina para ninguna dolencia, cuando la mayoría toman varias pastillas al día para las cosas más pintorescas. Y por ello estoy, como digo, aterrorizado ante la posibilidad de que el médico, que es mujer en mi caso pero algo menos sádica que las enfermeras que la rodean, me espete las terribles palabras de que a partir de hoy mi libertad cotidiana se va a ver cercenada con la obligación de tragar unas pildoritas de variados colores y con dosis controladas en horarios regulares. Que para el resto de mis días tendré que viajar con un blíster con los días de la semana remarcados y varias cápsulas perfectamente enjauladas en sus cuadraditos.  No hay nada peor que recibir la sentencia médica condensada en una receta, que no en vano el propio Góngora en una magistral metáfora describió así:

           “ Balas de papel escritas

            sacan médicos a luz,

             que son balas de arcabuz

            para vidas infinitas”.

 Qué puedo añadir a todo lo descrito. Qué me queda de disfrutar en esta vida si ya me ceden los asientos en los autobuses y estaré para el resto de mi vida esclavizado por fármacos. Ya sé que un día tenía que llegar, pero no pensé que tan pronto, me pilla desprevenido y poco preparado para asumir mi nueva realidad. Y con este panorama me enfrento a la vista de unos pocos meses a mi sesenta cumpleaños. No encuentro ningún consuelo para mi triste destino. Ni siquiera el hecho de que esto es algo que le ocurre a todo el mundo. Ante una inmersión tan súbita y repentina en la tercera edad, no puedo sino dedicarme a cultivar mi autocompasión.

    Comprenderéis que ante esta situación no puedo compadecerme de otros males ajenos, como los que padece mi querida Patria, tan humillada y ofendida. Comprenderéis que deje para otro día y para otra entrada de este blog, la repugnancia que me produce la corrupción maldita y descarada del partido que nos gobierna y que por hoy no le dedique ni una línea a la corrupta presidenta consorte. Que otro día critique el belicismo de los líderes europeos que están empeñados en meternos en una guerra con Rusia. Que deje para otro día la espeluznante ley de Venezuela para encarcelar a quien se considere liberal o conservador. Son cosas importantes, no lo niego, pero hoy sólo me quedan fuerzas para, como si fuera un fox terrier, lamerme mis propias heridas. Y una forma de hacerlo es escribir estas líneas que seguramente sólo tienen por oculto e inconfesado propósito provocar una ola de reacción en los lectores, al menos los que me conocen, asegurándome que conservo un aspecto jovial y juvenil para mi edad. Aunque si por otro lado se callan prudentemente, puede ser peor el remedio que la enfermedad y ya de una vez por todas tenga que verme como lo que parece que ya soy, un anciano venerable, que sólo estoy, para comidas sin grasas, sin hidratos de carbono, sin azúcar, sin alcohol, sin sal, sin gracia ninguna, para paseítos al sol y bien sentadito en mi plaza reservada en los transportes públicos, y para pasar la vida viendo como trabajan los albañiles en las obras, o sea como dice el dicho castellano, para sopitas y buen vino.

QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA…

  Qué bonitos son los tangos de Gardel. Desde este lado del Atlántico gozamos y disfrutamos con todo lo bueno y bello que compartimos las dos riberas del Océano, que, gracias a compartir idioma, podemos saborear. Y uno de los tangos más hermosos es aquel que se titula “Volver”, y que conocemos todos los de allende y aquende los mares. Es un precioso canto a la nostalgia, que nos hace encoger el corazón cuando decimos aquello de que es un soplo la vida, y aquello otro de que “veinte años no es nada”. Cuanta verdad….

  Y por otro lado cuanto tiempo es para la vida de una persona cuatro lustros. Veinte años es a veces todo lo que se nos es permitido vivir, y a veces ni eso. En veinte años podemos ver crecer nuestros hijos, enterrar alguna de nuestras queridas mascotas, y cambiar varias veces de casa o de trabajo. Cuando uno llega a una edad como la mía, a veces descubres que llevas todo ese tiempo sin ver a determinadas personas y a veces cuando se produce el reencuentro, comprendemos a Gardel y piensas, que es imposible que haya transcurrido tantos meses, días y horas, y que serías capaz de reanudar la última conversación que dejaste a medias. Algo así como el “decíamos ayer” de Fray Luis.

   No siempre es así, en algunas ocasiones percibes que el olvido quiere sepultar y cubrir de silencio aquello que pasó hace ya tiempo y que casi todo el mundo quiere olvidar. Puede ser una medida terapéutica para seguir viviendo. Ocurre con los traumas y también con las mentiras contadas, unos y otras se difuminan con el tiempo. En estos casos se prefiere dejar actuar al olvido, que es el más potente disolvente de la conciencia. Y si el dolor es bueno aislarlo en algún rincón de la memoria, con las mentiras no es así. Es conveniente recordarle al mentiroso su trampa. Afeársela cada día. Cuando el dolor y la mentira se me presentan juntos luchan en mí la necesidad de olvidar el primero con la de recordar a todo lo posible la segunda. Hay que curar las heridas del alma, pero no se puede permitir que se sepulte la verdad, no se puede consentir que ganen los malos.

      Estamos en el mes de marzo de 2024.  A punto de cumplir veinte años del acontecimiento que cambió de una manera definitiva la historia reciente de España el día 11 de marzo de 2004. A punto de cumplir veinte años de la masacre que se cometió en mi casa, en mi ciudad, en las periferias de mi vida. Y de la que ya nadie quiere saber nada. Y yo me rebelo frente a ese rodillo de  mentiras y silencio que han sepultado a tantas personas y a tantas verdades.

    Me duele todavía la muerte de mis vecinos. Pero me duele todavía más el no saber qué es lo que realmente ocurrió. Ignorar quién lo hizo, y por qué y para qué. Sólo sé que ese día todo cambió en el devenir de mi país. Ese día terminó un periodo y comenzó otro en el que los que hasta ese momento ganaban, comenzaron a perder y los que perdían comenzaron a avanzar. En lo personal me marcó profundamente, fue como si me quitaran de un puñetazo en la cara una ingenua confianza en los resortes que gobernaban mi mundo. Desde ese día, perdí la confianza en lo que se da en llamar el sistema o las instituciones, perdí la confianza en las Fuerzas de Seguridad que manipularon todo lo manipulable, perdí la confianza en los Servicios Secretos que no supieron o no quisieron defendernos, en los medios de comunicación que se sometieron sin vergüenza alguna al poder, y sobre todo en la Justicia española, que fue capaz de montar una pantomima de juicio sin precedentes conocidos. Y también perdí la confianza en la mayoría de mis conciudadanos que asumieron con sumisión pastueña todas las trolas que le contaron. Todos ellos al alimón montaron un cambalache de mentiras, pruebas falsas, testigos falsos, burdos montajes, que nos han impedido saber ni siquiera de manera aproximada qué es lo que realmente ocurrió.

   No puedo volver a repasar todos y cada uno de los que en su momento se llamaron “agujeros negros”, entre otras cosas porque veinte años borran de la memoria los detalles y dejan sólo una visión de conjunto de lo que fue una de los mayores espectáculos de ilusionismo que se puedan conocer, entendiendo por tales, aquellos que hacen ver y creer que ves lo que no existe y que engañan a los sentidos.

     En la investigación policial y subsiguiente juicio todo fue falso. Falsa fue la mochila que apareció milagrosamente sin explotar en una comisaría aquella noche. Se le llamó mochila, pero era una vulgar bolsa de deporte comprada en un bazar de chinos que apareció sin explotar en la comisaría de Vallecas con metralla (cuando en los trenes no hubo metralla) , con un falso dispositivo de un teléfono móvil y con explosivo goma-dos. Esa falsa bolsa tenía un peso aproximado de entre doce y quince kilos de explosivo, más la metralla. Y se supone que en total hubo como mínimo once mochilas como aquella que no explotó, ya que hubo diez explosiones en varios trenes. Dado el peso de las mismas y que estallaron en lugares diferentes debieron ser colocadas cada una una por un terrorista, es decir debería haber como mínimo once terroristas. Sin embargo en la sentencia judicial sólo se identifican a ocho, uno que se le juzgó vivo, y que todavía está en la cárcel (Jamal Zougam),  y otros siete que supuestamente murieron inmolados en Leganés.  

Y lo que siempre me he preguntado ¿Dónde están los otros tres terroristas que supuestamente faltan?. ¿Por qué ni la policía, ni los jueces, ni los políticos han tenido nunca el más mínimo interés por localizarlos o identificarlos?.  Todo el mundo da por concluido el proceso, pero la sentencia del Tribunal Supremo es clara. No están juzgados, y ni siquiera identificados, tres supuestos terroristas. Pero a nadie parece importar esto. Seguramente porque estos tres ausentes serían tan falsos como los realmente condenados. Y lo importante era hacer un trampantojo policial y judicial que sirviera para pasar página. Hoy ya todo da igual, porque precisamente al cumplirse veinte años prescribe su supuesta responsabilidad penal de esos fugados.  Veinte años de mirar para otro lado todos, policías, jueces, fiscales, periodistas y políticos. Veinte años de ominoso y cómplice silencio.

     Lo cierto es que el tiempo ha difuminado en mi memoria los detalles concretos, pero sí que hay algunos que se quedaron impresos para siempre. No puedo olvidar la imagen que la sentencia judicial da por cierta y es que los once supuestos terroristas con sus once pesadas bolsas, todos ellos salieron desde Alcalá de Henares de madrugada montados, -insisto todos ellos-, en una Renault Kangoo de apenas cinco plazas. Me recuerda la portada del comic de  Mortadelo y Filemón titulado “Contra el gang del Chicharrón” ( y quien no lo recuerde que lo busque en google). Ante lo descabellado de la imagen se decidió que tenía que haber un segundo vehículo, y oh casualidad, el 13 de junio (día de San Antonio, patrón de las cosas perdidas) la policía encontró de manera súbita un supuesto segundo coche utilizado por los malos, un Skoda Fabia, que apareció tres meses después de los atentados. Pero era tan burdo el montaje que hasta la Justicia tuvo que reconocer que era una prueba falsa.

     Pero al juez de turno no pareció importarle mucho que la policía “fabricara” una prueba. Las demás, seguían siendo válidas e incuestionables. Y  a pesar de declarar falsa una prueba, no se investigó qué agente de la policía la fabricó y para qué. Y al mismo tiempo a quienes dudábamos del resto de las presentadas a juicio, se nos argumentaba que cómo podíamos dudar de la policía, que era impensable que se falsificaran pruebas, y ello a pesar de que está probado que sí que fueron falsificadas algunas.

      Y si de los tristes hechos del 11 de marzo apenas sabemos nada, de lo ocurrido unos días después en Leganés todavía menos. O sí, de esto tenemos muchos la certeza absoluta de que fue un total montaje en el que nada es verdad. Y cuando digo nada, es nada. O sí, fue cierta la muerte de un policía, el Geo Torronteras, si bien   en unas circunstancias que no están nada claras y menos todavía que su cadáver fuera unos días después profanado, robado del cementerio donde descansaba, añadiendo una nueva incógnita y más preguntas sin responder. Seguramente para hacer desaparecer alguna evidencia molesta que pudiera desmontar la estrafalaria tragicomedia montada en Leganés.

     Se podría seguir con una colección de incongruencias, manipulaciones y falsificaciones, que avaló la justicia y la policía y por supuesto la prensa comprada por el poder, que es prácticamente toda, salvo algunas honrosas excepciones. Seguí con mucho interés todas las publicaciones, y también el juicio que fue televisado y pude ver en directo muchas veces. El tiempo transcurrido desdibuja los detalles de las manipulaciones, pero sí que me queda la sensación de una enorme estafa y de que lo que se contó era todo, salvo los muertos y el dolor de sus familiares, más falso que un duro de madera.

    Las únicas certezas de lo ocurrido hace veinte años es los 192 muertos en los trenes de aquella fría mañana de marzo. Y también los efectos que para mi país aquel día infausto produjo. Un vuelco electoral (no se debe perder de vista que el atentado tuvo lugar tres días antes de unas elecciones generales), que llevaron al poder a los más siniestros gobernantes que han trabajado de manera consciente para destruir a España. Que han dado alas a los independentistas, que de estar desaparecidos han llegado a estar muy cerca de sus objetivos, han debilitado profundamente a España frente a los enemigos regionales como Marruecos, en su posición en la Unión Europea, donde desde entonces no hemos sido más que meras comparsas y palmeros de Francia y Alemania, y nos han echado en brazos de todos los poderes globalistas sin ningún freno.

     Y por ello muchos tenemos la certeza de que detrás de aquella terrible masacre, no estaban unos moritos desharrapados, unos choricillos que de trapichear con droga se tornaron fanáticos yihadistas, tampoco unos etarras que esos momentos estaban prácticamente derrotados. No, no es creíble que pudieran éstos organizar un atentado con una precisión militar en el cual estallaron simultáneamente diez trenes en lugares distintos. Eso fue una operación que sólo puede ser hecha por profesionales, sin que sepamos quienes fueron aquellos y para quienes trabajaban.

Los enemigos de España son muchos, nuestros vecinos del Norte y del Sur, son firmes candidatos, y sacaron grandes ventajas, pero no los únicos. Sabemos que los beneficiados aquí fueron los que alcanzaron el poder aquellos días como consecuencia directa del atentado. Y eso nos puede invitar a seguir el rastro tirando del hilo, viendo quienes son sus amos, descubriendo a quien obedecen, y quienes estaban interesados en que alcanzaran el poder en España. Todo ello nos puede acercar hasta el verdadero autor.

Según Aristóteles se conoce algo cuando se conoce su porqué, es decir, la primera causa. Según esto, no sabemos nada. Tal vez alguna vez lo sepamos. Tal vez veinte años no sean suficientes para conocer la verdad. Quizás tengan que transcurrir otros veinte. No perdemos la esperanza ya que, como cantó Gardel, veinte años no es nada.

Y aunque el olvido, que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón ….

24 de enero, Madrid.

     Pues sí, es lo que parece. El autor de este Blog, que siempre se presenta con su pseudónimo de Carloman, revela su verdadero nombre para anunciar la presentación de su primer libro de poesía publicado.

    No es el primer libro que escribo, pero hasta ahora toda la producción literaria estaba sepultada en los archivos en la Mancha, que es como se hallaba el Quijote antes de que Cide Hamete Benengeli, lo diera a conocer por medio del manco de Lepanto.

   Y así, con mis muchos años, ahora salgo yo con un libro de poesía, que es quizás lo más anticíclico que ordena la corriente de los tiempos, la torrentera de hechos con que cada día nos desborda la prosaica realidad. Pero tal vez por eso sea la poesía ahora más necesaria que nunca, porque en un mundo en el que manda lo utilitario es una provocación la contemplación inútil de la realidad..

  Sobre todo doy las gracias a la editorial Loto Azul/ Olé Libros, que ha confiado en mí, cuando ya casi había dado por perdida cualquier expectativa de publicación, y me conformaba con ser un escritor con un único lector, que no es otro que yo mismo. Si existe el término soliloquio para quien habla con uno mismo, debería haber una palabra para definir al escritor que sólo escribe para sí. Y quizás la haya, pero yo la desconozco

 Ya que he «salido del armario» poético en el que permanecí encerrado durante muchos años, voy a terminar esta entrada con una poesía de mi libro inédito anterior titulado «Algunos versos que me encontraron«, y en el que daba por hecho que nunca publicaría nada para no exponerme a la crítica ajena, que no es fácil de admitir, sobre todo cuando no es positiva.


ME IRÉ EN SILENCIO

Regresa el tiempo, pertinaz y continuo.
Palabras, cosas, sensaciones amueblan los días.
Ya no pregunto, ni miro, ni entiendo,
lo que alcanzan mis ojos es el mundo
con sus contornos de penumbra
y los difusos sonidos que a veces comprendo.
Pronto ya no estaré,
y solo seré una leve ausencia
que las horas cicatrizan en la herida de la realidad.
El aire que ocupo, será en el que florezca el granado.
Seré un incorpóreo recuerdo,
una sombra dudosa entre la bruma,
y luego ni eso.
No soporto la vergüenza de ser memoria ajena,
de caminar mi nombre sin mí en paisajes extraños,
esquivo el juicio severo de la muchedumbre
que solo desprecia sin amor.
Por eso me iré en silencio, como viví.



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QUERIDOS REYES MAGOS…

  Estamos en la festividad de la Epifanía del Señor, o sea el día de Reyes. Una de las festividades más hermosas que conservamos los que según un ministrillo estirado, deslenguado y mal peinado, todavía formamos en España la “comunidad cristiana”.

   La epifanía significa una revelación de algo superior que se manifiesta de manera súbita o se exterioriza. La Epifanía del Señor es por tanto la manifestación ante los hombres de la divinidad del nacido en Belén. Y esta manifestación provocó que los pastores, es decir la gente del común, gente normal como nosotros, le adorara.  Pero no lo adoraron solamente los pastores,  esa manifestación o exteriorización de la Divinidad se extendió sobre todos los rincones de la tierra y no pasó desapercibida para los grandes santos y sabios, que decidieron ponerse en camino hacia ese foco de espiritualidad. Los Reyes Magos tuvieron la revelación y la comprensión de que había una manifestación en la tierra de la divinidad, una encarnación del Verbo, fenómeno verdaderamente sorprendente y tan poco frecuente que les hizo encaminarse desde todos los confines del mundo para adorar a un Niño.

     Los tres Reyes, que no son simples reyezuelos, sino además magos, es decir doctores de la magna ciencia, de la más alta sabiduría y por tanto máximos representantes de la autoridad espiritual de todas las Tradiciones que existían sobre la Tierra, reconocieron las señales, la epifanía, supieron que algo muy importante estaba ocurriendo en el otro lado del planeta y acudieron a postrar su majestad ante un principio superior, en un ejercicio de verdadera humildad  .

    No soy un teólogo, sólo un católico de medio pelo que gusta de saborear las delicias de la belleza que me proporciona mi religión y mi mundo. Y en él tienen un lugar muy especial Sus Majestades, a quienes respeto y venero, pero sobre todo porque más allá de las consecuencias comerciales que la festividad ha generado, de la ilusión de los niños y de otras banalidades sentimentales, aunque entrañables, los Reyes Magos me producen una inquietud intelectual al atisbar la fortaleza y profundidad de lo que significan.

   La Adoración de los Magos es una manifestación de la unidad trascendente de las tradiciones, el reconocimiento de que la cuando hay una Revelación es asumida y comprendida por el resto de las autoridades espirituales. La Tradición Católica, nos dice que llegan tres Reyes de los confines del Mundo, ante un hecho sorprendente que les ha revelado una estrella que les conduce hasta Judea y que para su sorpresa es un niño recién nacido. Los evangelios relatan el hecho de una manera muy escueta, solamente lo relata el Evangelio de Mateo entre los canónicos y el Protoevangelio de Santiago, entre los apócrifos.   La iconografía y la historia de su origen es más bien un producto de la tradición cristiana que les fue poniendo sus nombres actuales de Gaspar, Melchor y Baltasar, sus barbas y les fue rodeando de pajes y camellos en su viaje guiados por la estrella hacia Belén. En cuanto al origen o procedencia geográfica aunque se les llama de “Oriente” la tradición les hace llegar de todos los confines del mundo conocido,  que recientemente  Ratzinger identificó con la India, África y Tarsis o Tartessos, es decir la península Ibérica.

     René Guenon va más allá y considera que son los tres Reyes del Reino mítico de Agartha, que acudieron a Belén para dar reconocimiento y legitimidad a Cristo desde la Tradición Primordial, la fuente de todas las tradiciones espirituales desde la más remota antigüedad. Los tres enviados le ofrecen oro, es decir le reconocen como Rey, Incienso, le reconocen como Sacerdote y Mirra, reputándole como Profeta. Lo más relevante es que este reconocimiento es realizado respecto de un niño recién nacido, que no ha podido exteriorizar ninguna actuación externa intelectual o espiritual de ningún tipo, lo que revela que es el Mesías, el hijo de Dios encarnado y no un simple enviado o mensajero, es decir un profeta más. Y es por ello que es en sí mismo un misterio en qué consistió esa Epifanía, esa manifestación que se irradió desde un Niño recién nacido, y que fue comprendida por quien tenía que entenderla. El que tenga oídos para oír, que oiga.  

     Es por ello que la festividad de los Reyes Magos es de lo más hermoso que nos presenta  la Navidad, tan degradada y contaminada por el iluminismo deísta que  la ha transformado en una fiesta pesudopagana de exaltación de la luz, verdaderamente cercana al luciferismo. Y por ello a nuestros entrañables  Reyes les han creado como rival a un grotesco personaje, un espantajo rojiblanco (perdón por los atléticos, que no van por ahí los tiros) prohijado por la Coca-Cola. Sí, me refiero a ese payasete barbudo y bonachón que pretende colarnos la civilización anglocalvinista, con toda su parafernalia de renos, elfos y trineos voladores.  La diferencia con los Reyes Magos es abismal, aunque los dos compitan supuestamente por ser dadivosos con los niños en la Navidad. Los Reyes como hemos visto, aunque de manera muy rápida y superficial, son un símbolo espiritual y derivado de éste se les hace responsables de llevar regalos a todos los niños tal y como hicieron con el niño Jesús.

   Lo del barbudo es al revés. Una imagen comercial creada ad hoc para fomentar el consumo y el materialismo más burdo y menos espiritual que pueda pensarse. Sólo  a posteriori se le ha tratado de crear una historia y una leyenda que le haga un poco más presentable y algo más reverenciado que otros personajes de la televisión, como la mula Francis, Mr. Proper o muñeco de Michelin. Y así han tratado de identificarlo con el Santo Nicolás, un obispo turco, que no debió ver un reno ni un trineo en su vida. Después con las efusiones emanadas de la New Age y el neo paganismo, se le ha tratado de hacer una especie de símbolo solsticial. Lo cual no es otra cosa que una falsedad para tratar de una pátina de sensibilidad espiritual al consumismo más desaforado.

SOLVE ET COAGULA.

    Cuando comencé este Blog, hace ya más de tres años, me propuse ser un observador de lo que pasa en el mundo e intentar contarlo a mi forma y a mi modo, según lo sintiera en cada momento.  Hoy me siento obligado a reflexionar sobre lo que ocurre en mi casa, en mi tierra, o como está de moda decir, en mi territorio.  España muere lentamente desde hace tiempo, y ante la complacencia de unos que trabajan activamente para su desintegración y la pasividad de otros que miran hacia otro lado ante cada ataque y ofensa. O incluso como mucho protestan levemente, siempre de manera moderada y educada, no sea que los enemigos de España se enfaden. Así nos va. Así nos ha ido hasta ahora a los que defendemos determinadas posiciones de unidad y consistencia de un proyecto común, construido hace siglos y hoy agonizante.

      El proceso de la desintegración de la España actual comenzó con la tan alabada Constitución de 1978, que jugó con ambigüedades sobre nacionalidades y regiones y que, para contentar a unos pocos, creó esos engendros llamados comunidades autónomas, que por supuesto no contentaron a los separatistas y que han creado unas nuevas estructuras de administración caras y disgregantes. También han tenido efectos positivos, no cabe duda, pero no han servido para el fin esencial para el que fueron diseñadas, que no era otro que el de encajar dentro de España a determinadas regiones díscolas e insolidarias con las demás.

    Bien se ha visto que a estas regiones, sobre todo Vascongadas y Cataluña, pero también Navarra y Galicia en menor medida, el sistema autonómico sólo les ha servido para tener unas estructuras propias de poder desde las cuales han trabajado consciente y deliberadamente para conseguir la separación del Reino de España y para crear unos nuevos estados separados basados en unas inexistentes naciones, que a fuerza de fomentarlas van a llegar a existir. Este proyecto se ha visto claramente, pero nunca se le ha puesto freno desde el resto de España, sino que por el contrario se ha facilitado, dando cada vez más recursos económicos a estas regiones desleales.

    Realmente en este proceso los verdaderos culpables no son los partidos nacionalistas, separatistas o independentistas, que no han hecho sino aquello que les es propio a su naturaleza. Los verdaderos culpables de este proceso imparable desde que murió Franco han sido el resto de los partidos de ámbito nacional, que en los casos más veniales han consentido este imparable proceso a cambio de unas migajas de poder. Y en el caso menos entendible y perdonable, como el del llamado Partido Socialista Obrero Español, ha trabajado de manera deliberada en este proceso de desintegración.

     Algo que nunca he acabado de entender es la identificación que en este país se ha hecho de nacionalismo y progresismo, o que es lo mismo independentismos e izquierda. Es como si para ser de izquierdas y progresista fuera imprescindible odiar a España como nación. Quizás se trate de que la mera idea de España sea un concepto conservador, y que su existencia evoca ideas o proyectos que son repudiados por el progresismo. Y si esto es así, como lo creo, me lleva a pensar que realmente España es un concepto molesto para muchos y que la izquierda sólo puede sentirse bien si la destroza como nación y con ella las ideas parece encarnar.

       Es una cuestión a reflexionar. Quizás nos empeñemos en pensar que somos una nación como cualquier otra que la respetan todos sus ciudadanos, cualquiera que sea su ideología, es decir como Francia, Portugal o Italia, por no irnos más lejos. Pero en España, para los partidarios de las ideas llamadas progresistas no es así. En su fuero interno y creo que no de una manera totalmente consciente, identifican progreso con la desmembración de España, hasta el punto que llegan a apoyar a casposas oligarquías locales de caciques ostensiblemente derechosos (según su visión) cuyo único mérito es querer destruir a la nación española. Aunque sean de derechas, defiendan oligarquías, caciquismos, privilegios y desigualdades, el ser independentistas les hace respetables. Así ocurre en Cataluña. En el País Vasco es todavía peor, ya que la izquierda se siente feliz en compañía de partidos que defienden un racismo biológico y violento, y que coquetearon con el nazismo auténtico.

     Para comprender esta contradicción sólo hay que asumir el hecho de que lo progresista es destruir España.  ¿Pero, por qué es progresista destruir España? La respuesta sólo puede ser que España, como unidad, implica valores que se denuestan, representa ideas peligrosas para el dogma del progreso. Para la izquierda destruir esta nación es un objetivo a conseguir para lograr sus objetivos. Pero esto, como hemos visto no ocurre con otras naciones, sólo ocurre en España. Luego lo progresista no es destruir las naciones en general, (de hecho, los disgregadores son nacionalistas de su terruño), sino que es destruir la nación española.

     Esto nos debe hacer pensar qué es lo que es tan molesto y fastidioso en España para la izquierda. Algunos lo simplifican indicando que ven en la nación española residuos o manifestaciones del franquismo. Yo creo que esto es sólo una excusa de la izquierda para ocultar la verdadera razón de su odio congénito a España. Es cierto que durante el franquismo se reivindicó la grandeza pasada de esta nación, pero eso no convierte al Cid o a Hernán Cortés en franquistas. Si la izquierda quisiera podría reivindicar también ese pasado, pero no quiere. Y si no quiere es porque lo que le molesta no es el franquismo, sino la historia en sí, el pasado que generó el nacimiento de la nación española. Y tienen miedo que esa fuerza poderosa que fraguó nuestra nación, pueda volver a rebrotar.

     La verdadera esencia de España es la lucha contra el Islam durante ocho siglos, que forjaron una idiosincrasia especial que cristalizó en la misión  de llevar la civilización cristiana a tierras entonces desconocidas y que generaron un proyecto civilizador, con sus luces  y sombras, pero sin demasiados precedentes en la historia conocida. Este proyecto fue constantemente asediado por algunos otros países europeos que con encono lo acosaron y derribaron, hasta que fue finalmente destruido, totalmente derrotado.

        Los vencedores del imperio español impusieron un modo de colonización deshumanizado y materialista, frente al modelo más humano e integrador que se defendía desde la corona española. Luego vino la leyenda negra con la que nos acusaron de hacer todo lo que acabaron realmente haciendo los fautores de la misma. Y todo ello defendido, y sustentado ideológicamente por las ideas iluministas de la Ilustración, con sus diferentes tentáculos, por ejemplo, la masonería anglosajona conspirando para la independencia de los países hispanoamericanos y trabajando para su interesada disgregación entre ellos. Para estas ideologías España representaba en aquel momento todo lo que querían combatir, nos tachaban de retrógrados, frailunos y enemigos de la libertad, frente a los que imponían la igualdad y fraternidad, aunque fuera a golpe de guillotina. Para el triunfo del proyecto iluminista y materialista en el mundo,  antagónico al defendido por España, fue esencial derrotar al único poder que no seguía sus consignas.

     La izquierda actual es heredera de aquellos que combatieron a España durante siglos. Y por ello asume todas las consignas que vienen de aquellos tiempos. España es el enemigo a destruir por representar su mera existencia la oposición más frontal que ha existido a ese proyecto histórico que hoy se autodenomina progresismo, y que ha desembocado en el actual globalismo, y que es la continuación directa de los que derrotaron al proyecto español en América.

      De manera que la izquierda española es un caballo de Troya que tenemos dentro de nuestros muros y que trabaja para la total demolición de nuestra nación. Se trata de no dejar nada de ella, de hacerla pedacitos hasta que sea totalmente irreconocible. Si primero fueron la Nueva España y Nueva Granada, después Cuba y Filipinas, ahora toca Cataluña y Vascongadas, luego será Galicia y Canarias, y así hasta que no quede absolutamente nada.

    Quizás tenga que ser así, y oponerse a ello es solo un gesto de melancolía, de intentar mantener en pie lo que está muerto. La izquierda tiene un proyecto claro que es destruir aquello que odia y considera su enemigo. La derecha obviamente se resiste, pero como mera reacción, como un ejercicio de costumbre y de nostalgia, como un conservadurismo sin demasiada sustancia. Y por ello es más fácil que triunfen los primeros, y ello será así mientras no exista un proyecto que haga viable a España como destino, como proyecto o como misión. Por ello es esencial centrarse en lo que significa España, como portadora de una misión, cumplidora de un destino. 

     Si somos capaces algunos españoles de comprender lo que quiso hacer España y recuperar ese proyecto de civilización alternativa a la despiadada modernidad globalizadora de origen anglosajón, si convencemos a nuestros hermanos de América que nunca debimos separarnos y que debemos caminar juntos, si conseguimos una ilusión de futuro para nuestros hijos, España renacería de sus pedazos como un ave fénix. Quizás para ello deba desgajarse del todo para comenzar una nueva unidad que no descanse en el pasado sino en el futuro, en un proyecto común.  Algo así como el principio alquímico de “solve et coagula

UNA DE MARCIANOS

 Soy de una generación que creció en su niñez y adolescencia con los extraterrestres. No es que viera nunca uno de ellos, pero sí que estaba profundamente interesado en todo el fenómeno OVNI. Era un acrítico creyente de su presencia entre nosotros, aunque careciera de cualquier prueba directa, lo cual siempre achacaba a la existencia de una enorme conspiración de silencio diseñada por la CIA y todos los gobiernos del mundo que querían ocultar cuidadosamente todas las pruebas, que sin duda debían de tener, sobre esta existencia de seres de otros planetas.

  Yo, como tantos de mi generación, seguía los programas radiofónicos y televisivos sobre los OVNIS, e incluso llegué a pasar noches enteras mirando al cielo en busca de avistamientos. Escuchaba una y otra vez con enorme interés las historias de lo sucedido en Roswell. Soy de los que estaba profundamente interesado en el planeta UMMO y los ummitas, que siendo seres más o menos humanos, aunque con un cierto aspecto estrafalario, caminaban entre nosotros en nuestra vida cotidiana. Leí con avidez un libro de un tal Siracusa que afirmaba estar en contacto continuo con seres de otros planetas. Y pasé tardes enteras de verano empapándome de las teorías de Erich Von Daniken sobre las interpretaciones de la Biblia y de otras tradiciones como una revelación de culturas extraterrestres que nosotros hasta ese momento ingenuamente imputábamos nuestro Dios o a dioses de otros panteones, y que explicaban las culturas precolombinas y las del antiguo Egipto, y a quienes les transmitieron por conductos separados la manía de construir pirámides para fines poco claros de navegaciones interplanetarias. Como resumen diría que en mi infancia y primera adolescencia era algo común la creencia casi ciega en la realidad extratrerrestre.

  El tiempo fue diluyendo todo aquello. Poco a poco fue para mí perdiendo importancia en mi vida, hasta el punto de caer casi en el olvido. Y ello a pesar de haber visto algún fenómeno extraño o de difícil explicación para mí. Uno de ellos fue la visión de un extraño objeto circular en el cielo, como un disco con luz propia, una tarde que viajaba de Madrid a Bilbao en tren, y que permanecía estático o navegaba lentamente al ritmo aparente la marcha. Puede que tuviera una explicación razonable, pero para mí fue sin duda un objeto volador no identificado. La segunda experiencia ha sido más reciente, apenas hace unos meses, cuando en pleno centro de Madrid, miré por azar a un último piso de un edificio que estaba al otro lado de una céntrica plaza en la que yo estaba, y a través de unos enormes ventanales, observé con claridad cómo se paseaba con naturalidad un ser de carácter no identificable para mí, algo así como un humanoide, de una altura de un metro o metro y medio, con unos largos brazos que casi le llegaban al suelo, iba erguido como no lo estaría un simio y que durante más de cinco minutos se estuvo exhibiendo con indiferencia hasta que alguien, ese sí claramente humano corrió unas cortinas que me impidió seguir con la visión. Evidentemente no es una prueba de nada, y las explicaciones de esa visión pueden ser muchas, desde un holograma a un robot, o incluso que sufriera una alucinación creada por mi mente, eso sí, sin ayuda al menos consciente de sustancia alguna.

 Al margen de estas experiencias personales, que hace cuarenta años me habrían fascinado, pero que hoy en día me resultan simplemente curiosas, observo a mi alrededor en los últimos tiempos una tendencia contraria a la que antes explicaba. Es decir que los poderes que antes eran acusados de ocultar siniestramente cualquier indicio sobre los extraterrestres, ahora parece que disfrutan fomentando la creencia en su existencia.    Así no hace demasiado que en el Congreso de Estados Unidos un ex oficial del Pentágono denunció bajo juramento que el gobierno estadounidense oculta evidencias sobre naves y restos biológicos de origen «no humano». El gobierno americano ni afirma ni niega. Pero al no desmentir categóricamente, de una manera más o menos implícita acepta la veracidad de esos testimonios . Poco tiempo después en México el gobierno de dicho país presentó dos extraterrestres momificados, que al parecer tenían desde hace mucho tiempo conservados y ocultados.

       Un miembro de la gentry americana, Christopher Mellon (nieto del fundador de la Gulf Oil) , que fue un altísimo cargo de la inteligencia de USA con Clinton y Bush, ha afirmado que su país tiene tecnología de origen no terrestre obtenida de programas espaciales de otras civilizaciones. Y al parecer defiende la aprobación de una ley para que los testigos de avistamientos puedan hablar libremente sin ser ridiculizados.  Y estas cosas dichas por un miembro de la inteligencia del país más poderoso del planeta no son gratuitas. 

     Hay más casos de noticias oficiales u oficiosas de gobiernos y poderes más o menos “serios”, que de pronto aceptan la existencia de seres extratrerrestres entre nosotros. Se ha pasado del negacionismo total y de la ridiculización de quien así pensara, a determinados actos que tienden a dar seriedad y credibilidad a los testimonios antes negados con rotundidad.

   A mí en realidad no me interesa demasiado el tema extraterrestre, encuentro pocas explicaciones a la vida terrestre, como para perderme en conjeturas sobre lo que hay o no hay en otros planetas u otras dimensiones. Pero sí me interesa o me intriga ese cambio de criterio, ese cambio de rumbo en las verdades oficiales que nos gobiernan y que con sutileza moldean nuestras mentalidades. Lo que era negación absoluta hoy es más bien una aceptación tácita y una admisión poco a poco de esa realidad. Y lo que me pregunto es qué hay realmente detrás de ese cambio.

   Puede haber varias hipótesis sobre este cambio de criterio. La especialista en conspiranoia Cristina Martín Jiménez, quiere ver en esto, una búsqueda de la inmortalidad que persiguen las élites y personas como Jeff Bezos que está al parecer obsesionado por este tema y que según ella esperan encontrar la eterna juventud con la ayuda esos seres que nos visitan a los mortales terráqueos. Quizás relacionado con esto hace poco una vicepresidente del gobierno de España, de escasas luces y enorme ambición, sugería que los superpoderosos tienen un plan para huir de la tierra e irse a vivir a otro planeta, dejando al nuestro abandonado a su suerte y en las garras de la maldades de los desastres provocados por el feroz capitalismo, que ahora les financia sus proyectos interplanetarios. Quizás en esta escapada busquen la ayuda de seres de otras galaxias.

    No me acaban de convencer estas teorías, que me parecen un poco disparatadas. Puede que le busque tres pies al gato y que la creencia en extraterrestres sea únicamente una búsqueda extraña de una transcendencia que ya no aporta la religión y que sólo sea un síntoma más de aquello de que, como dijo Chesterton quien deja de creer en Dios puede llegar a creer en cualquier cosa. Pero, como diría un castizo, a mí me da en la nariz, que los tiros van por otro lado. Me malicio que están creando el caldo de cultivo necesario para presentarnos cuando sea el momento, y cuando sea necesario, un nuevo instrumento de manejo de la sociedad. Si primero han usado un virus para manejar a su antojo a la humanidad, después vendrá un ataque extraterrestre, una invasión al modo de la Guerra de los Mundos que ya ideó el socialista fabiano H.G. Wells, hace más de un siglo.

      Uno que ya va siendo perro viejo, empieza a desconfiar de casi todo. Y es por ello que ya me veo nuevamente confinado en mi casa o tal vez trasladado a otra ciudad, o puede que teniendo que hacer cualquier actividad que no soy capaz ni de imaginar, para  defender a mi planeta de un ataque supuesto o figurado de unos malísimos marcianos, cuya realidad no podremos discutir, ya que de hacerlo seremos tachados de negacionistas y conspiranoicos.

       Con los medios de comunicación y control de la información que existe pueden convencernos de que la tierra es víctima de una invasión exterior y me apuesto que la mayoría de la humanidad lo aceptaría acríticamente, como lo ha hecho últimamente con otras falacias parecidas.  Y ante un ataque global y exterior de la tierra, todas las naciones y los pueblos suspirarán por un mando único y global para todo el planeta que ponga orden en la defensa general planetaria. Reconozco que esta idea que se me ha instalado en la cabeza es un poco descabellada. Espero estar equivocado. Pero después de la pandemia del año 2020, y lo que tuvimos que vivir y padecer, ya nada me parece imposible.

 

NO SALGO DE MI ASOMBRO.

No salgo de mi asombro. Leo y releo la última encíclica que ha depuesto nuestro Santo Padre. No salgo de mi asombro. Leo y releo la encíclica, o la exhortación apostólica, o lo que quiera que sea el documento denominado “Laudate Deum”, (en cristiano moderno «Alabado sea el Señor») publicado en el día de San Francisco de Asís del annus domini MMXXIII.

        No salgo de mi asombro. Ahora resulta que el Obispo de Roma, sabe de datos científicos y nos los pregona como un dogma de fe. De esa fe que le falta o que al menos oculta, no vaya a pensar alguien que sigue creyendo en cosas tan desfasadas como la Divina Providencia.

         No salgo de mi asombro. O sí, para sentir vergüenza ajena. Me da verdadero rubor leer la sarta de lugares comunes de la dictadura climática expuestos por un amateur de la ciencia, que ni siquiera los expone excesivamente bien. Cuando oigo hablar de ciencia a un Papa, no puedo menos que recordar las censuras de sus antecesores a Galileo por defender determinadas teorías que el tiempo acabo confirmando. Y que llevó a la Iglesia a pedir perdón por la condena injusta que le impuso. Pero parece que no ha aprendido de los errores y sigue tropezando en la misma piedra.   No sería extraño que las teorías y datos sobre el calentamiento del planeta que expone urbi et orbi el sumo pontífice, acaben siendo refutados por otros más precisos, lo que es frecuente en la ciencia. Si esto ocurriera la infalibilidad papal va a quedar por los suelos y su apostólica autoridad va a quedar más o menos como Cagancho en Almagro, es decir fatal.

     Yo creía que el jesuita argentino era un cura venido a más y resulta que es un científico venido a menos, que desbarra como cualquier opinador y tertuliano, llevando al Magisterio de la Iglesia, tan respetado hasta lo presente por mí, a la altura y seriedad del horóscopo de la revista “Pronto”.

      No salgo de mi asombro. No puedo menos que asombrarme de que un cura hable de todo menos de su religión. Que pierda su tiempo en convertir una encíclica en un panfleto de divulgación seudocientífica.  En la exhortación papal, de los 73 puntos que contiene no se menciona la palabra Dios, hasta el punto 60. A Jesús se le menciona solamente 3 veces.   A Nuestra Señora, la Virgen María, el Espíritu Santo, los Arcángeles o los santos (salvo al mismo que le da nombre, que lo cita en el comienzo), ni se les menciona. El término Climático aparece 19 veces y otras tanto crisis climática o clima. Y hasta 14 veces hay referencias a las COP (Conferencias climáticas). 

     No salgo de mi asombro.  El largo escrito es, en mi modesta opinión de pecador, infumable. Acoge como ciertos todos los tópicos al uso de los calentólogos más fanáticos, defendiendo el calentamiento antrópico con ardor y llegando a insultar a quienes lo discutimos, siendo cualquier crítica según su criterio “opiniones despectivas y poco racionales”. Es el origen, sin duda alguna, de la aparición de un nuevo pecado, y al parecer de los gordos, que no es otro que el negacionismo climático. Mañana mismo me confieso.

     No encuentro nada que pueda salvar las opiniones papales. Es un paradigma del naturalismo que su antecesor León XIII condenó como enemigo acérrimo de la Iglesia en su encíclica “Humanun Genus”, donde advertía de que los enemigos de Orden Cristiano estaban ya por aquel entonces imponiendo “ a su arbitrio,  otro orden nuevo con fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo”. Ese naturalismo que habría de imponer una nueva moral atea, y que parte de que la naturaleza humana y la razón natural del hombre han de ser en todo maestras y soberanas absolutas. ”Establecido este principio, los naturalistas, o descuidan los deberes para con Dios, o tienen de éstos un falso concepto impreciso y desviado. Niegan toda revelación divina. No admiten dogma religioso alguno. No aceptan verdad alguna que no pueda ser alcanzada por la razón humana”. León XIII, parecía describir con ciento cincuenta años de antelación a su sucesor actual en la Cátedra de Pedro. Francisco está impregnado de ese naturalismo que considera que la razón debe salvar la naturaleza y el planeta tierra,  que solo corrigiendo la conducta humana con una nueva ética de la razón se puede cambiar el rumbo de su destrucción. En este proceso Dios no aparece por ningún lado. Ha sido borrado del mapa.

      De lo que más me ha asombrado de la exhortación papal,  es cuando Francisco justifica el vandalismo de los grupos activistas climáticos que están cercanos al terrorismo. Así habla de “las acciones de grupos que son criticados como “radicalizados”. Pero en realidad ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana “presión”.  De ello deduce que la Iglesia que dirige Francisco, ya no considera venerables a los que mueren por defender a la fe. Los nuevos mártires son los grupos que se encadenan y pintarrajean cuadros del Museo del Prado. Desalojen ya sin tardar de las iglesias las estatuas de San Isidro, de Santiago y de San Roque, que los anaqueles de los retablos deben ser ocupados por Al Gore, Leonardo di Caprio y por supuesto Greta.  Queda ya muy poco para subir a los altares a Greta Thunberg. A lo mejor no esperan ni a que se muera. Para qué esperar si ya no creemos en la vida eterna

      Con todo, lo más grave de tan execrable escrito no son sus opiniones científicas y de difusión de una nueva moralina medioambiental que sin duda viene a suplir el desfasado y excesivo puritanismo sexual que tanto gustó a la Iglesia en el pasado. Lo más grave es la conclusión a la que llega de que para conseguir detener el cambio climático, (pero también otros fines que coinciden sospechosamente con los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030), es imprescindible que alguien ponga orden y consiga acallar a todos los disidentes, pecadores, negacionistas y demás ralea. Y para ello no basta con una nueva censura eclesiástica, ni siquiera la recuperación de la Inquisición. Para ello, según Francisco, es preciso que exista sobre la tierra un poder único y total que con mano de hierro haga entrar en razón a los que todavía dudamos de dichos dogmas. Así, aboga por la implantación de (y copio literalmente) “organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, ….. La cuestión es que deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda “asegurar” el cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables “.   La nueva misión de la Iglesia en la tierra es ungir un poder temporal global que nos pastoree con mano firme y que tenga autoridad real para imponer su voluntad. Su propósito y objetivo no es luchar por el Reino de Cristo, sino la implantación de una Dictadura global y terráquea de corte naturalista y laica. ¿Será que nuestro Papa ya no sirve a Cristo Rey, sino a la bestia sentada en el trono mundial?  ¿No recuerda esto demasiado al Apocalipsis?

       No salgo de mi asombro. No puedo estar más triste. Yo creía que un sacerdote que considera que en la tierra hay injusticia, nos debería exhortar a rezar y pedir a Dios por la salvación del mundo y de nuestras almas. Yo como católico no puedo sentir más desamparo y desazón.  En qué recodo del camino se quedaron la fe, la esperanza, la caridad, el amor, la oración, la devoción y la realización espiritual del hombre. A este señor no le interesa nada de eso, no le interesa salvar almas, solo salvar el planeta y que haga más fresquito.

Merci Philippe

        No soy muy dado a felicitar a los vecinos del Norte, es decir a los franceses. Y esa falta de simpatía creo que es debida a que llevan centurias completas despreciando y mirando por encima del hombro a todo lo que huela a español. Además, muchas de las ideologías e ideas más destructivas nos llegan desde allí, como el racionalismo, la Ilustración y el existencialismo. Y por si fuera poco nos regalaron a los Borbones.

      Desde hace trescientos años en España tenemos a una parte de nuestra población acomplejada frente a la supuesta superioridad moral, estética y material de los vecinos, en esa detestable élite que constituyeron los afrancesados y que tan negativa ha sido para nuestro desarrollo como nación.  Lo peor es que esta devoción casi siempre ha sido correspondida con desprecio. Dicen que, de Alejandro Dumas, es el autor de aquella frase de que África empieza en los Pirineos. Y que Stendhal la redondeó con aquella otra de “Si el español fuese musulmán sería un africano completo.” Frase redonda que recoge de una tacada un desprecio por los españoles, los africanos y los musulmanes, que sólo una mentalidad que se cree superior puede parir. Y ello sin entrar en el hecho de que a otros ilustres franceses como Voltaire y a los enciclopedistas en general les debamos una importante contribución a la leyenda negra antiespañola.

     Es por ello que recibo con extrañeza cuando llega algo verdaderamente positivo desde de la otra parte de los Pirineos. Y esto es lo que ha ocurrido con la decisión de una empresa francesa de establecer en España una réplica del parque temático de carácter histórico ya existente en Francia. Me refiero a la apertura hace unos pocos años en los arrabales de Toledo del parque “Puy du Fou”. El responsable último de esta decisión es el escritor, político y empresario francés Philippe De Villiers, quien ha decidido invertir un auténtico dineral en transformar un secarral castellano en un maravilloso cuento de hadas.

    En una reciente visita a Toledo con ocasión de una inauguración de uno de los espectáculos del parque, el Sr. De Villiers dijo a las autoridades que le recibieron que “este parque es un acto de gratitud y amor de Francia hacia España”. Y francamente, después de presenciar lo que allí se ve, creo que tiene razón. Y es por ello que yo como español, y aunque modestamente sólo me represento a mí mismo, le doy las gracias con profundo agradecimiento por el regalo.

       Pero no le doy las gracias por tener el arrojo y valentía de invertir en España creando riqueza en una zona no especialmente boyante, forjando actividad económica y muchos puestos de trabajo. O no sólo por eso. El parque es desde luego una inversión económica y empresarial que siempre es bienvenida, y que ya de por sí sería objeto de reconocimiento, aunque por supuesto les proporcionará a los inversores sus legítimos rendimientos.

      El agradecimiento más profundo deriva del tratamiento que el parque hace de la historia de España, a la que se trata con auténtico respeto, amor y consideración, lo que en la época actual de continuos agravios negrolegendarios es una maravillosa excepción. Reconozco que acudí con un cierto escepticismo sobre la visión de la historia que me podría encontrar allí, en unos tiempos de tiranía de la corrección política, de complejos de inferioridad frente a la civilización anglosajona y de sumisión a los dogmas woke. Pero mi sorpresa fue total, al no encontrar nada de esto, sino por el contrario una visión respetuosa, justa y absolutamente correcta de nuestra historia.

     Los momentos del acontecer histórico de España que se eligen como motivo para los impresionantes espectáculos que ofrecen son siempre aquellos que ayudaron a construir nuestra nación y de los que conforman nuestra auténtica memoria colectiva, y que tienden a fomentar un orgullo natural en cualquier pueblo que se quiera y estime a sí mismo. Desde hace ya mucho tiempo el rememorar al Cid, a Isabel y Fernando, o a Lepanto está casi proscrito y quien lo hace es tildado rápidamente de franquista. Por ello es de agradecer que se presente la historia de España sin complejos y que se presente con naturalidad, sin remordimientos, ni interpretaciones sesgadas y disolventes, hitos de nuestra historia como Numancia, la pérdida de España, Covadonga, Las Navas de Tolosa, el descubrimiento de América o la guerra de la Independencia (¡contra los franceses!).

    Quizás lo que más me ha sorprendido es constatar la ausencia total de los tópicos que interesadamente se han divulgado sobre los españoles y su historia. Es de agradecer que no encontré ni una sola mención a la Inquisición ni a Torquemada. No aparece por ningún lado el Padre Las Casas. Ni los autos de Fe. Ni la idealización de la cultura hispano-musulmana. Pero tampoco aparecen esas recreaciones de los románticos transpirenaicos, a las que estamos tan acostumbrados y que ya asumimos como propias, que nos suelen pintar como una cultura pintoresca, apasionada y exótica, que no puede superar un atraso secular por sus congénitos ramalazos de crueldad. No hay rastro de Merimée, de Washington Irving, ni de Schiller. Pero no es sólo eso, tampoco hay concesiones a la ideología woke, a los tópicos de la modernidad sobre la ideología de género, cambio climático, ni otros tantos.

   Por el contrario, se reivindican sin complejos las raíces cristianas de nuestra civilización, de la cultura española y por extensión de la europea. Destacando la belleza, la épica y la nobleza de nuestros antepasados, más que la cobardía y mezquindad que obviamente también aparecen en nuestra historia, como en la de los demás países, y que cada nación suele ocultar, para sólo recordar lo más memorable. Todas las naciones maquillan su historia, la ensalzan y la exageran en lo positivo y disimulan lo negativo, con la única excepción de España, donde los españoles parece que nos avergonzamos de nuestros antepasados. Pero no creo que sea lógico avergonzarse de la Reconquista, de la expansión por América, de Santa Teresa o de Cervantes. De otras cosas sí, es mejor olvidarse, como de las abdicaciones de Bayona o de la Primera y la Segunda República. Y desde luego también conviene conocerlas para evitar errores parecidos y para proscribir a los fautores de las páginas lamentables de nuestra historia.

      Pero si el contenido y el enfoque desde el que se nos muestra es impecable y se merece desde mi punto de vista un “nihil obstat”, no menos interesante es el continente, la presentación es impresionante. Se trata de montajes y espectáculos con una grandiosidad y un despliegue de medios y de talento que te deja a menudo boquiabierto y sorprendido por la belleza y majestuosidad de las diferentes exposiciones, con la traca final del apasionante «Sueño de Toledo». Debo reconocer que, en alguno de ellos, llegué a emocionarme hasta el punto de no poder reprimir unas lágrimas, como en el que recrea, de una manera más mítica que rigurosamente histórica la conversión de Recaredo, que sitúan en el desaparecido Monasterio de Sorbaces, que previsiblemente estuvo en el vecino pueblo de Guadamur donde apareció el bellísimo tesoro visigótico de Guarrazar.

    Es por todo ello que adentrarse en las propuestas que nos presentan en Puy de Fou es como recibir un soplo de aire fresco en la cara. Es como respirar auténtico oxígeno cuando uno está inmerso en un asfixiante y nauseabundo lodazal cotidiano de los medios de comunicación, de las series de televisión y de toda clase de consignas que esparcen de manera viral, es decir como auténticos virus, las redes sociales. Sin ninguna reserva mental y de la manera más sincera le doy las gracias al Señor De Villiers, lo que implica con igual honestidad darle las gracias a Francia por su generoso y espléndido regalo. Así que, si me permite por un momento el tuteo, merci Philippe.

I.A. (REFLEXIONES SOBRE EL ETERNO RETORNO)

       En los últimos tiempos ha sido creciente la aparición en nuestras vidas de la Inteligencia Artificial. La “IA” como la mencionamos en un hipocorístico familiar, como si la conociéramos de toda la vida. Yo no sabría decir cuando oí por primera vez hablar de ella. Tal vez con una aplicación de búsqueda de viajes y alojamientos que desarrollaba una “startup”, que argüía entre sus ventajas que aplicaba métodos de IA en su proceso de selección. Quizás fuera mucho antes, pero no reparé en ella como un concepto distinto de cualquier proceso informático ordinario.

     La presencia de la IA es cada día más importante en todos los aspectos de la vida. Recientemente se publicó que unas fotografías ganadoras de un certamen artístico, no las había hecho ningún ser humano, sino que se habían realizado por la Inteligencia Artificial.  No “por medio” de la IA, como suele decirse, ya que no ésta es un medio de creación, sino una fuerza eficiente, originaria, que utiliza sus propios y desconocidos medios para obtener el resultado. Luego fue la aparición del chatGPT, que es una plataforma donde una máquina nos contesta al parecer con criterios de inteligencia análogos a los humanos. No sé, carezco de conocimientos suficientes para saber la bondad o maldad de la existencia de máquinas que gozan de inteligencia propia, y sobre todo en unos tiempos que en paralelo los seres humanos hacen cada día gala de una mayor estupidez, No sé dónde va a terminar el proceso, pero sospecho que en ningún lugar saludable para los hombres. Si después de deshacernos del trabajo físico, ahora externalizamos el pensamiento y el proceso intelectual, el resultado será inevitablemente un embrutecimiento generalizado. No es casualidad en este proceso que según National Geographic el coeficiente de inteligencia humano está descendiendo por primera vez desde que comenzó a estudiarse a partir de 1930.

      Reconozco que la idea de la inteligencia artificial me crea una sensación de vértigo y desasosiego. En una revista jurídica leí que ya hay quien se plantea reconocer personalidad jurídica y por tanto derechos a los entes dotados de inteligencia artificial de la llamada “dura”. No quiero imaginarme el día en el que esos entes también tengan derecho de voto. Será posiblemente después de que lo obtengan los animales, quienes ya gozan de un estatus jurídico que se acerca al humano a pasos agigantados.  

      En este debate se me ocurre opinar que mientras la IA se mantenga como un instrumento para facilitar la actividad del hombre puede tener una finalidad loable. No lo veo tan claro cuando ya aspira a sustituir al ser humano y mi rechazo es total cuando pienso en que puedan llegar a tener un proceso de aprendizaje en el que lleguen a tener conciencia de su propia existencia.

       Me siento instalado viviendo en una película de ciencia ficción y sintiendo que cobran realidad propuestas cinematográficas que nos parecían irreales. Ya Spielberg planteó la cuestión en su película «A.I.», estrenada en el año 2001. Quizás fuera un guiño a la muy anterior extraña película de Kubrik “2001 Una Odisea en Espacio”, y su enigmático monolito y sobre todo la muerte lenta de la máquina que comprende que está muriendo al ser desenchufada. También me acuerdo de los replicantes de Blade Runner, que no son otra cosa que robots de apariencia humana, y cómo el personaje que encarnaba Rutger Hauer, entiende que tiene derecho a vivir con sus creadores contra los que se han rebelado y cómo se muestra tan humano relatando sus vivencias sobre naves en llamas más allá de Orión y Rayos C en  las puertas de Tanhauser, recuerdos que con su muerte van a desaparecer como lágrimas en la lluvia.

       En general, la mayoría de las personas no van tan lejos en sus juicio sobre la IA. Le parece un instrumento útil a corto plazo y no quieren plantearse las últimas consecuencias. Se quedan con la simpática Alexia complaciendo nuestros deseos más pueriles.  La mayoría de la gente, en un ejercicio de ingenuidad, se niega a admitir y a pensar que las máquinas, los robots, aunque tengan forma humana como los “replicantes”, puedan dar el salto de tener conciencia de su propia existencia. Se quiere creer que eso no va a pasar, no porque no pueda ocurrir, lo que en realidad nadie lo sabe, sino porque confían en que aparecerán unos límites que con criterios éticos vamos a plantear los humanos creadores. se confía que la ciencia y la ética humana pondrá límites en un momento dado.  Pero, ¿de verdad esos límites se van a respetar? Posiblemente de igual forma que nosotros, los humanos, a través de nuestros antepasados Adán y Eva, respetamos los límites que a nosotros nos impuso nuestro Creador.

    La Inteligencia Artificial, en realidad a mí me produce más que un temor futuro, que también, un gran desasosiego retrospectivo. Me hace dudar de mi condición de hombre como un ser creado por Dios, lo que siempre me ha parecido más verosímil que las descabelladas ideas evolucionistas, que no dan una explicación razonable sobre quién creo a los monos y por qué unos cuantos de éstos se transmutaron en seres humanos, mientras que otros permanecieron en estado simiesco. Aunque debo reconocer que las teorías creacionistas tampoco es que me resulten totalmente satisfactorias, y es por ello por lo que prefiero guardar un prudente silencio, hijo de la ignorancia, sobre este punto. En resumen, que siempre he considerado un enigma lo qué es la creación, el entorno tridimensional en lo espacial y lineal en lo temporal en el que nos movemos y por supuesto, qué es el hombre como un ser con conciencia de sí mismo.

      Y es aquí donde la IA, viene a introducir ideas extrañas en mi cabeza, que me desasosiegan. Y ello porque no puedo menos que observar un paralelismo entre la creación del hombre y la actividad de este hombre creando una nueva realidad digital, el llamado metaverso, o como quiera denominarse ese nuevo universo de creación humana. El proceso que observamos de creación de un nuevo universo dentro del  nuestro y la aparición en el mismo de unos entes que poco a poco van adquiriendo potencialidades. Primero fueron pura memoria, datos y organización de datos, luego lógica, y después razonamiento deductivo. Pronto adquirirán voluntad propia, libre albedrío y después sentimientos. El instinto de supervivencia les dotará de la codicia y el egoísmo; la envidia vendrá al observar la forma en que sobreviven los otros. La diferencia con un ser humano será inapreciable.

  Y este proceso es el que me hace pensar que el hombre a su vez pudiera ser una creación de otros seres, al menos de uno de ellos al que llamamos Dios, y que se entretuvo siete días en programar un mundo y colocó en él a unas criaturas o Golems que en principio sólo debían corretear por la tierra, pero que tenían capacidad de aprender y aprendieron a reproducirse ellos solos y sobre todo, como dije antes, transgredieron la norma esencial de no comer de la manzana del árbol de la ciencia. Lo hicieron y nos llegamos a convertir en seres como nuestros creadores, es decir como pequeños dioses que andando el tiempo serían capaces de crear otro universo y otro ser a su imagen y semejanza, que a falta de todavía un nombre concreto identificamos como Inteligencia Artificial.

   Estas ideas, una vez pensadas son como semillas plantadas en la mente, que crecen con vida propia y es difícil apartarlas definitivamente. Incluso aunque no sean verdad, cierto grado de verosimilitud hace que se tambaleen muchas firmes creencias, y que incluso se vean con un nuevo enfoque y se reinterpreten las historias e ideas que nos llegan a través de nuestra Tradición. Desde que se me ocurrió esta posibilidad ya no puedo sino pensar en el Génesis como un proceso de programación informático en el que un Superprogramador diseñó un mundo tan perfecto que acabó teniendo vida propia, en principio con la complacencia del creador, (“… y vió que era bueno”) , pero que poco a poco comienza a tener desajustes. Primero los entes creados le salen díscolos y no respetan las normas y tienen que ser expulsados a otra pantalla, ya no tan perfecta como el inocente programa inicial, en la que las cosas se van de madre y los seres se individualizan y toman sus propias decisiones que le llevan a hacer desaparecer a sus semejantes y a codiciar el bien ajeno. También parece que hubo nuevos desajustes en lo creado, cuando parte de los creadores, algunos de los programadores (ángeles vigilantes o Grigori de los que nos habla el proscrito libro de Enoc), se encapricharon de las entidades de sexo femenino que habían creado y copularon con ellas y engendraron una raza de gigantes, los Nephilim, que perturbaron toda la creación y que provocó que se tuviera que resetear todo lo creado para hacer desaparecer a esos seres híbridos, por medio del llamado Diluvio Universal  y  restaurar la idea original a partir de una copia  de seguridad (el Arca de Noé). Antes había intentado una reprogramación de la vida del hombre introduciendo una limitación temporal máxima de 120 años de duración (¿obsolescencia programada? ) pero no fue suficiente y se tuvo que tomar una decisión más drástica del primer gran reseteo del universo creado.  Se podría seguir con esta extraña exégesis bíblica, pero renuncio a ello, por que aunque me resulta sugerente, en el fondo sólo me genera una enorme sensación de desamparo y vacío.

   Tal vez sea esto así por una necesidad cíclica de volver al inicio, como un Dragón Uróboros que se muerde la cola por la eternidad creando y destruyendo mundos de manera sucesiva, unos a otros en una condena inexorable del eterno retorno y puede que como preludio de nuestra propia desaparición como seres creados.

Si todo lo que esbozo en este escrito fuera así, y ahora estuviéramos observando como se desarrolla ante nuestra vista el proceso luciferino y prometeico de creación de un nuevo universo contra la orden de nuestro Creador, seguiría sin resolver otra cuestión para la que tampoco tengo respuesta. Y es responder a la inevitable pregunta de quién ha creado a mi creador, y a su vez quién creó a éste. Quizás a esto se refería Borges cuando en su poema “Ajedrez” decía aquello de “Dios mueve al jugador, y éste la pieza, ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza…?

PANDEMIA O PANDEMÓNIUM

En los últimos días ha salido la noticia publicada en muchos medios de que la Organización Mundial de la Salud ha anunciado que se aproxima una nueva pandemia sobre la Tierra y que será más mortífera que la anterior. Realmente casi todos los medios lo han publicado, aunque a pesar de ello, ha pasado bastante desapercibido para el común de los ciudadanos. Tal vez esto sea porque estamos hartos de que estén continuamente intentando atemorizarnos o tal vez sea porque el anuncio es poco consistente, ya que para sorpresa de todos, no se nos dice en qué va a consistir esta nueva enfermedad. O  sea, que la OMS, dice que nos amenaza una pandemia peligrosísima que va a diezmar a la humanidad, pero no nos aclara si la producirá un nuevo virus procedente en este caso de la zarigüeyas o si la causará una mutación mortífera de la caspa que cristaliza sobre el cuero cabelludo hasta llegar a hincarse como cuchillos sobre el cerebro.

     Pero ahí no queda la cosa. Tan egregio organismo, fuertemente financiado por la Fundación de Bill y Melinda (no confundir con la “Mirinda”, ni tampoco con una célebre canción de Camilo Sesto), nos ha advertido que la única forma de estar preparados para prevenir esa nueva pandemia que nos anuncia, es cumplir a rajatabla y de manera devota los ODS. Sí, sí, me refiero a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que conforman la famosísima Agenda 2030. Con un par, que diría el castizo. El Doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus que dirige ese organismo, pese a las acusaciones de su pertenencia a una organización terrorista etíope, después a anunciarnos el advenimiento de la nueva pandemia desconocida nos sermoneó con las siguientes palabras: “el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) deberían tener prioridad en las agendas de los gobiernos de cara al futuro” o  «La pandemia nos ha desviado del rumbo, pero nos ha demostrado por qué los ODS deben seguir siendo nuestra estrella polar y por qué debemos perseguirlos con la misma urgencia y determinación con la que contrarrestamos la pandemia»,  

      Sí señores, debemos tener claro que estaremos evitando la pandemia que viene si cumplimos religiosamente como buenos devotos las ODS. Por poner un par de ejemplos sacados de los objetivos de la Agenda de colorines, resulta que lograremos que no nos ataquen los virus y las bacterias si empoderamos a todas las mujeres y las niñas, o si implantamos un turismo sostenible que cree puestos de trabajo y promueva la cultura y los productos locales. No se me alcanza como con un turismo sostenible se evita una pandemia. Tal vez haciendo un turismo tan local que consista en estar  encerrados en casa, lo que, por otro lado, puede ser muy desagradable si a uno le toca convivir con una legión de niñas empoderadas.

   Hay que resaltar que la OMS no pide que se tomen medidas de carácter sanitario, sino en general que se asuman todas las medidas de la Agenda 2030. Y ello hace que nos planteemos la cuestión de para quién trabaja esta Organización. Es decir si su objetivo real es favorecer la salud y luchar contra la enfermedad, o por el contrario su verdadero objetivo es controlar y dominar a la humanidad. Durante la pasada pandemia demostró que más bien le interesaba lo segundo y sigue por el mismo camino.

     Todo esto es el preludio de lo que se nos viene encima a corto plazo, que es el descabellado “tratado de pandemias”, que está a punto de ver la luz y que parte del concepto de “una sola salud” que afecta a todas las personas y animales del planeta. Este tratado, que la acomplejada España suscribirá en cuanto se lo propongan, para que no digan que no somos los más «progres» de planeta, dará poder para imponer medidas planetarias como vacunaciones obligatorias y confinamientos generales, suprimiendo el poder de los gobiernos nacionales en favor de esa autoridad sanitaria mundial, legitimada para adoptar las medidas que tenga por conveniente, incluso contra la voluntad soberana de los pueblos. O sea un nuevo instrumento para el proceso de dictadura mundial que nos acecha.

      Tengo una tendencia al pesimismo, en cuanto se trata de preservar un ámbito de libertad para las personas. Yo sí he captado el mensaje de la OMS, cuando nos dice que para evitar pandemias hay que cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluso cuando no tienen un contenido propiamente sanitario. El verdadero mensaje es una clara amenaza, que vuelve por pasiva la recomendación, y que nos dice que si no somos buenos, que si no cumplimos sin rechistar los ODS, seremos castigados con una nueva pandemia. La historia se repite, ya hace tres mil años un faraón y un pueblo descreído no se sometió a Jehová y ese pueblo fue castigado por ello con terribles plagas. En los tiempos modernos no reina Jehová, sino Lucifer, y son sus sacerdotes los que nos exigen sumisión incondicional para no desatar su furor. No será porque no nos lo han advertido.