En esta fase del confinamiento, cercana al pico (no sabemos todavía si subiendo o bajando), la palabra que se oye en todos los mentideros es la de “bulo”, valga la redundancia.
Para el poder instalado, todo lo que le perjudica o molesta es un bulo creado por sus enemigos. Es cierto que en las redes sociales circula de todo, pero difícilmente sabemos quién es el autor último, la causa última y eficiente de la propalación. Para el poder no hay duda de que el autor de ellos es un colectivo de ciudadanos anónimos debidamente organizado, como un cuerpo místico de la mentira, que debe ser vigilado, acallado, censurado y al fin expulsado de las redes, donde sólo deben existir los que conocen cual es la correcta interpretación de lo que debe ser la libertad de expresión.
Todo el mundo acusa a todo el mundo de ser autor o propalador de bulos. Cualquier afirmación, opinión, crítica, comentario o propuesta es inmediatamente anatemizada … es un bulo.
Pero cuando oímos en una declaración pública a un gobernante decir una falsedad evidente, con la intención de eludir su responsabilidad, de autojustificarse, de echar a otros las culpas que a él le corresponden, y en suma, de engañar a sus conciudadanos, asistimos perplejos a la causa primera y directa, a la epifanía del bulo en su estado puro, que se nos presenta así en toda su perfección y libre de toda mácula, con un grado de pureza que no causa más que justa admiración.
Y digo yo si no deberíamos enfocar el asunto desde una perspectiva de género, para examinar si procede referirnos al bulo y la bula. Un pensamiento más reposado nos hace ver que la palabra bulo es claramente negativa, y por tanto nadie va a discutir su indudable carácter masculino. La bula, además es otra cosa. Pueden ser papales, como aquellas que vendía el buldero que contrató a Lazarillo. Aparte de éstas, en su sentido coloquial, tener bula implica poder hacer algo que a los demás no les está permitido, y desde esta acepción, se puede decir sin remordimiento que hoy en día hay personas con bula para el bulo y otros que claramente carecen de ella.
Hoy, aparte de poco inspirado, me siento un poco bufón, y por ello he dejado que lleguen hasta mi mano, desde mi cabeza, estos versos que quieren tomar la forma de un soneto en alejandrinos y que se presentan al modo de una adivinanza. ¿De quien hablarán?
Si por ser un casi- rey tiene bula para el bulo Será su semi-imperio un plagio del infierno mentiras son verdades en las salas del averno Y sólo en el cielo no se admite el disimulo. Si bula cree tener, no es sabio sino mulo O burdégano irrespetuoso con lo eterno, O pudiera ser presidente de un gobierno Quien por ley trueca la bandera en cachirulo. De bulo, la rima malsonante he olvidado Por no ofender, que “no es no” sólo por un rato, lo que era blanco ayer, es hoy negro indubitado. Todo puede ser, según convenga, liebre o gato, Sólo en tristes bulos cum laude doctorado, da igual, si hay quien te cree: o truco o trato.