CONFINADO VII.

Escribir es dejar impresos en un soporte cualquiera ideas o estados de ánimo. Y me inclino por una mayor importancia de lo segundo, porque incluso las ideas se exponen con más o menos claridad según el estado de ánimo de quien las expresa. Los impulsos que parten desde el cerebro hasta los dedos para transformarse en palabras, vienen teñidos del color del traje con el que está vestida el alma al tiempo de escribirlas. El hombre tiene la capacidad de pasar de una posición vital de absoluta tristeza a una de inmensa alegría, pasando por cientos de estados intermedios, tales como  apatía, emoción, desolación, melancolía, expectación, impaciencia, entusiasmo, resignación…. Es imposible enumerarlos todos, y lo cierto es que en un simple día se pueden atravesar muchos de ellos sin tener muy claro cuáles son los detonantes del paso de uno a otro.

  Hoy he escuchado una interesante reflexión sobre la nostalgia y me ha hecho pensar que yo la padezco en un grado casi patológico. Pero lo más sorprendente es que no la refiero a algún momento concreto de mi vida, sino que sobre todo, tengo nostalgia de lo que no he sido. De todas las posibilidades que se perdieron por el camino, de las ocasiones perdidas, de las palabras no dichas. De haber estado preso de miedos, vergüenzas y auto castraciones mentales. A menudo he actuado pensando en los demás, en lo que puedan llegar a pensar de mí. En suma, creo que tengo nostalgia de la libertad, de haber sido verdaderamente libre. Pero de esta limitación sólo yo tengo la culpa, lo que realmente me hace más culpable. Pude ser libre y elegí no serlo, o no me atreví a serlo, pero en todo caso es una cuestión estrictamente personal y no de libertad política. Obviamente estas reflexiones no interesan a nadie, pero al menos hoy me doy el capricho de escribir lo que realmente quiero, sin concesiones a la opinión de los demás.

   Este cuaderno de bitácora se está convirtiendo inevitablemente en una manifestación de los estados de ánimo que se suceden durante este confinamiento. El propósito manifestado en la portada de este blog, era observar la realidad circundante, el mundo que tengo a mi alrededor,  y descubro que en gran medida, en vez de eso,  lo dedico a observarme a mí, que soy de todo lo que está pasando, lo menos interesante.

     Pero supone para mí un auténtico imperativo ético reflexionar acerca de la forma en que esto me afecta ante la cercanía del peligro. La guerra que se libra en el Mundo ha dejado de ser algo difuso y lejano, una vaga sensación de que imperceptiblemente iba ganando el gran hermano orwelliano, para tomar formas concretas y reales. Siempre he querido conservar la sensación, seguramente falsa, de libertad. Intuíamos que el enemigo andaba por ahí, pero hacíamos grandes esfuerzos para no verlo, para no darnos por enterados. Pero hoy esto es ya imposible. Estamos sujetos a un arresto domiciliario forzoso e imperativo, el poder se manifiesta en nuestra vida con toda su crudeza, y además esta situación está siendo aprovechada, por ciertas personas y poderes reales para efectuar un ataque frontal a nuestro “way of life”, a nuestra realidad cotidiana. Llevamos años sufriendo un paulatino y lento ataque a nuestra forma de vida, pero ahora estamos realmente ante un auténtico sitio de nuestra débil fortaleza. Encastillados en la ciudadela donde resistimos los ataques de nuestros enemigos, que curiosamente son las mismas personas que supuestamente nos defienden. Los ataques de todo orden a derechos y libertades que creíamos conquistadas, indiscutibles y parte esencial de nuestra vida, se han recrudecido al encontrar un poderoso aliado en un virus descontrolado, y nuestras defensas empiezan a presentar grietas severas en los muros. Y yo quiero conservar a toda costa el derecho a seguir sintiendo la libertad como una parte esencial de de mi ecosistema vital, el derecho a decir lo que quiera o a no decir nada, y seguramente por eso a estas alturas de mi vida me he embarcado en esta reivindicación de la libertad de expresión que suponen estos escritos.

    Mi único consuelo es que, si conseguimos sobrevivir, puede que esto nos sirva para descubrir el juego taimado de muchos jugadores, que lo hacen a varias barajas. Tal vez no consigamos la vacuna contra el virus, pero si no consiguen vencer, habremos de quedar vacunados al menos durante una generación contra el totalitarismo. Pero también es posible que no consigamos conservar la libertad suficiente para contarlo.

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