El Mundial de fútbol es un buen termómetro que me sirve para evaluar el estado de mis filias y mis fobias en relación con los países que compiten. Tengo muy claro que mis odios favoritos son los descendientes de las Provincias Unidas, es decir Holanda, que ahora se empeña, en que le llamemos Países caídos, o bajos o hundidos o algo así. Y por otro lado Bélgica, quien en los últimos tiempos ha renovado sus votos de odio a España acogiendo al catalufo huido y dando cobijo a cuanto etarra y delincuente pide allí refugio..
En mi escalafón de desafectos luego aparecen Francia e Inglaterra por razones históricas evidentes. Los primeros nos endilgaron a los borbones, luego nos invadieron y siempre nos han mirado por encima del hombro como si fuéramos los parientes pobres, los subdesarrollados vecinos del Sur. Los segundos se inventaron aquel libelo de llamar a la Gran Armada como la “invencible” para reírse de nosotros, aunque luego palmaran ellos muchos más barcos en la “Contraarmada”, una de las derrotas navales más humillantes de la historia de la humanidad y por supuesto más olvidada. Luego nos han apabullado con ese idioma cacofónico que parece que hay que saber por ley natural, por no entrar en la presente humillación a que nos someten manteniendo sobre una parte de Andalucía la única colonia que permanece en Europa.
Para que no se diga que no me cae bien nadie, diré que entre los europeos sí que me caen bien y deseo en general que ganen sus partidos, países como Italia o Portugal, o Irlanda. Otros muchos me son indiferentes y puedo irme con ellos o no en función de su juego, del momento concreto o lo que sea. Por ejemplo Austria, Grecia, Alemania, Polonia, Rusia etc.
Pero hablando de fútbol no se puede dejar de mencionar a los países de las selecciones americanas. En general las apoyo y tienen mis simpatías, salvo que haya algún jugador en concreto que la contamine. Pero cuando ese jugador desaparece recupero los afectos. Tienen todas mis simpatías, Colombia, Méjico, Uruguay, de entre las más destacadas en el mundo futbolero. Con Brasil tengo variaciones muy intensas de afecciones, como si fueran alteraciones ciclotímicas del humor, a veces me encanta y otras no puedo ni verla. Y es incontrolable, y no sé cuándo voy a pasar de un sentimiento a otro.
Y así llegamos a Argentina. Yo con Argentina tengo que hacer un esfuerzo intelectual para apoyarla. A primera vista no me resultan simpáticos, quizás porque en cierto modo son como los franceses de América, que miran un poco por encima del hombro a todos los demás. Por ello tengo que hace el ejercicio de recordar que es un país hermano, que conozco argentinos que son buenos tipos. Que individualmente me caen bien y tienen una visión del mundo parecida a la mía. Tengo que convencerme que no hago bien deseándoles el mal.
Dentro de un par de días se juega la final del campeonato del Mundo de fútbol entre Francia y Argentina. Y me surge la pregunta que me han hecho ya varias veces ¿con quién me voy?. Debería contestar sin vacilar con Argentina. Pero …..
Francia además de los prejuicios mencionados, pesa en mi ánimo contra ellos, en este caso futbolero en concreto, que es uno de los principales artífices de que se haya organizado este campeonato en Qatar. Se ha sabido que Nicolás Sarkozy, habría supervisado personalmente un trato corrupto en beneficio de Catar en una reunión secreta en el Palacio del Elíseo, el 23 de noviembre de 2010, con el príncipe heredero de Catar, Tamin bin Hammad al-Thani, Michel Platini (léase “platinííí”, poniendo boquita de piñón), entonces presidente de la UEFA y Sebastián Bazin, propietario del París Saint-Germain. En la reunión, al parecer, se acordó que Platini votaría a favor de Catar y, a cambio, el país árabe ayudaría a superar la quiebra financiera que sufría el PSG. Le regalaron el Paris Sant Germain a los jeques cataríes para que con su dinero infinito pudiera lucir París un equipo de primera fila y conseguir superar así a un odioso equipo que en una capital de menor fuste consigue birlarle todas las copas de Europa. Por desgracia para ellos desde el año 2010 el Real Madrid ha ganado cinco títulos europeos por ninguno del equipo de la Ciudad de la Luz. Y por cierto este mundial si no hubiera sido por estas corruptas maniobras lo habría organizado España y Portugal, países mucho más futboleros que Qatar, que tiene por deporte nacional la represión de homosexuales y la humillación de las mujeres. Pero, Oh lá lá!, Francia consiguió el mundial para Qatar, y ahora éste le devuelve el favor colocando a Francia en la final y probablemente haciendo que lo gane. No me quiero ir con Francia. La presunta “grandeur” no es otra cosa que una mezcla de corrupción y prepotencia, hoy encarnada en el grimoso globalista Macron, cuya visión me recuerda demasiado al presidente español como para que me pueda caer bien.
Entonces, después de todo lo escrito, está claro que debería irme con Argentina. ¿no? Es lo lógico. Y así debería ser. Pero creo que me lo ponen imposible. Cuando se trata de futbol los argentinos se vuelven seres abyectos y se comportan como unas desquiciadas verduleras cuando no como la mismísima niña del exorcista. No es que en general el forofo futbolero no sea en cualquier lugar un boludo por usar sus palabras. Pero en el caso de los argentinos roza el delirio surrealista. Sale a relucir un míster Hyde en cuanto empieza a rodar el balón, y si se trata de la selección nacional, la cosa se va de madre. No hay más que recordar la veneración casi sacrílega que tienen por un chulo cocainómano, cuyo mayor mérito en la historia es haber metido un gol con la mano.
Pues bien un ejemplo de energumenismo lo tuvimos el otro día, en el que en un partido cualquiera de este mundial un árbitro español tuvo la osadía de pitarles algo que no les pareció bien y ello llevó a un periodista argentino, un tal Alejandro Fantino, a despacharse con las siguientes palabras “…. unos hijos de puta (los españoles), boludo. ¿Cómo no te vas a enojar? Los roban a Uruguay como los roban. …. ¡Son unos ladrones! Hace 500 años que nos roban, hace 500 años nos robaron el oro, la plata, nos trajeron enfermedades y nos hicieron mierda ¡Y ahora nos siguen garchando estos hijos de puta! ¡Hijo de puta! ¡Ladrones hijos de puta! ¡Ladrones! ¡Soretes! ¡Chorros! .
Aunque se entiende casi todo, se aclara que en lunfardo “garchar” significa coger en el sentido que le dan por aquellas tierras; “Soretes”, es algo así como una porción de excrementos y “Chorros”, los que son amigos de lo ajeno (¿Se referirá la expresión a los chorros de pasta que se ha embolsado Cristina F. K.?)
Hecha esta aclaración, lo relevante es la continua aparición de los tópicos negrolegendarios contra España a las primeras de cambio. Para los que niegan la existencia de la leyenda negra o la ven como algo del pasado hoy superado, esto es un ejemplo de que eso no es así, que sigue siendo un argumento que sale a relucir contra España y los españoles en cuanto se da la primera ocasión. Se puede argumentar que ese señor es un descerebrado, que lo es, con el atenuante de obnubilación futbolera transitoria, y que afortunadamente no todos los argentinos son así. Pero aunque todo eso es cierto, también lo es que ese tipo no hubiera utilizado esa sarta de tópicos antiespañoles si no estuvieran flotando por el subconsciente colectivo de las gentes que forman esa nación y posiblemente muchas otras.
No voy a perder demasiado tiempo en rebatir los argumentos, que son grotescos en un argentino que tiene apellidos europeos, ya que sería él mismo el culpable de los males que acusa. Además, que un argentino, patria de los Kirchner, llame ladrones a los españoles por robar plata es un tropo poético pendiente de darle nombre porque soy incapaz de encuadrarlo en ninguna de las categorías habituales (En todo caso le recordaría aquello de la Venganza de don Mendo: “sabed que a mi lo hiperbólico no me resulta simpático”).
Además este ultra fanático argentino al llamar ladrones a todos los españoles sin excepción, sin saberlo está insultando a su idolatrado Messi, que aunque él no lo sepa tiene nacionalidad española (como casi todos los jugadores argentinos que juegan o han jugado en Europa, entre ellos el propio Messi, Ángel Correa, que juegan en la selección actualmente y otros muchos del pasado como Kun Agüero, Jorge Valdano, Cholo Simeone, y el mismísimo Alfredo Di Stefano) .
Me gusta el fútbol, pero detesto el mal gusto y la estética forofera que lo rodea. Lo vivo con pasión cuando es mi equipo o mi país los que juegan, pero intento por todos los medios no traspasar los límites de la educación y de la elegancia y no caer en la extravagancia de las chusmas desatadas, que parecen tener bula para exhibir lo más cutre de la sociedad cuando se juntan en manadas a celebrar una victoria o cuando sin pudor lloran hasta el exceso las derrotas.
En fin, volviendo a la elección de mi favorito, creo que Francia tendría a su favor que en general sus aficionados son algo más elegantes, más cercanos a los españoles en lo europeo y en el campo estético. Pero pese a todos los agravios, siento que Argentina es, como diría un mafioso, “uno de los nuestros”. Quiero olvidarme de ese periodista y sus insultos y excesos verbales, quiero olvidarme de los escupitajos del maleducado Messi, del cura Bergoglio y de algunos otros parecidos. Prefiero quedarme con el amor a España que tenían Juan Domingo y Evita, o Yrigoyen, o Enrique Larreta. Y en el mundo del Fútbol me quedaré con el saber estar y continencia de Valdano, con el afecto de Andrés Calamaro, y con tantos y tantos otros argentinos anónimos que me he cruzado en la vida y que he sentido como personas cercanas, mucho más que los engallados franceses.
A pesar de todo, haciendo de tripas corazón, pondré la otra mejilla, y apoyaré sin reservas a Argentina. Qué Dios reparta suerte.
